La cadena agroindustrial argentina representa una de las estructuras productivas más relevantes del país. Aporta el 17% del PBI, explica más del 50% de las exportaciones, concentra el 14% de las empresas y ocupa al 19% de la fuerza laboral. Sin embargo, su peso en la economía no se tradujo en un crecimiento sostenido. Un estudio reciente de EY Argentina, basado en entrevistas a más de 50 líderes del sector durante el primer trimestre del año, expuso las causas de ese estancamiento y trazó posibles caminos de transformación.
Entre el potencial y el freno estructural
Según el relevamiento, la producción de la cadena en 2022 fue similar a la de 2010 si se la mide en precios constantes. La participación argentina en el comercio agroindustrial global también se estancó: en 2022 fue equivalente a la de 2002. Mientras tanto, Brasil aumentó sus exportaciones de granos y carnes en un 387% entre 2000 y 2022, frente a un 97% en la Argentina. Además, el país perdió terreno en exportaciones con valor agregado: entre 2012 y 2022, las ventas externas de productos elaborados cayeron un 48%.
Este freno responde a varias causas: volatilidad macroeconómica, políticas microeconómicas ineficientes, fallos de coordinación entre actores privados y con el Estado, y una infraestructura logística y tecnológica deficiente. Matías de San Pablo, socio a cargo de Estrategia de EY Argentina, lo sintetizó así: "El sector debe focalizarse en un conjunto de iniciativas estratégicas (...) no alcanzará con la transformación de cada una de las empresas, el éxito demandará esfuerzos colectivos articulados entre actores de la cadena que permita disminuir ineficiencias de coordinación".
En términos simples, los distintos eslabones de la agroindustria no logran articularse entre sí ni con los organismos públicos y centros de innovación. Esta falta de sincronía no solo eleva los costos de operación, también impide alcanzar mayores niveles de eficiencia productiva.
Claves para un salto competitivo
A pesar de ese cuadro, el estudio traza un futuro alentador si se ejecutan reformas puntuales. Las proyecciones elaboradas por el Consejo Agroindustrial Argentino y validadas por EY muestran que, si el sector logra avanzar hacia un nuevo modelo competitivo, podría aumentar sus exportaciones en un 74%, mejorar el saldo comercial en US$ 35.000 millones, elevar el PBI en un 10% y subir la recaudación impositiva en US$ 5.000 millones, incluso sin derechos de exportación.
Para llegar a ese escenario, los actores deberán trabajar en cuatro frentes:
- Diseñar políticas microeconómicas inteligentes que incentiven la inversión.
- Construir una infraestructura logística y tecnológica moderna.
- Adoptar tecnologías digitales y biotecnológicas que mejoren rindes y reduzcan el impacto ambiental.
- Impulsar una agenda de acción colectiva que supere los fallos de coordinación internos.
Las tecnologías digitales cumplen un rol clave: permiten articular la cadena, mejorar la toma de decisiones y agregar inteligencia operativa. La transformación digital, según el informe, se volvió parte central de la competitividad y ya no puede tratarse como un elemento accesorio.
Estrategia, innovación y cultura de colaboración
El estudio de EY identificó tres grandes ejes que podrían estructurar la reactivación agroindustrial:
1. Agenda estratégica de competitividad: Integrar mejoras macro y microeconómicas, infraestructura, innovación y digitalización. También desarrollar proyectos tractores que sirvan de ejemplo y empujen a toda la cadena hacia un nuevo nivel de productividad.
2. Transformación de negocios: Repensar los modelos de operación, incorporar innovación abierta y crear plataformas digitales compartidas que beneficien a todas las empresas del sector.
3. Cultura de colaboración: El cambio cultural hacia una acción colectiva efectiva es tan relevante como la infraestructura o la tecnología. Las cadenas productivas requieren acuerdos entre privados para superar trabas históricas y avanzar hacia una integración más inteligente.
"La Argentina tiene un potencial mucho mayor si entendemos los factores que originan debilidades competitivas y los abordamos coordinadamente entre los distintos actores de la cadena", señaló San Pablo. En su mirada, la normalización macroeconómica y un marco regulatorio previsible pueden allanar el terreno para atraer nuevas inversiones.
La agroindustria argentina sigue siendo un referente global en la producción de aceite, harina de soja, maíz y carne vacuna, y mantiene una reputación favorable en sustentabilidad. A pesar de sus obstáculos estructurales, conserva condiciones productivas valiosas y un espacio concreto para escalar en el mercado internacional.
Si bien las oportunidades no garantizan resultados, el informe de EY marca una hoja de ruta posible. Una que no depende de una sola política, empresa o tecnología, sino de la capacidad de articular intereses diversos en torno a una transformación sistémica y colectiva.