Donde hubo fuego, cenizas quedan: ¿cómo tratamos a quienes se van?
Lo que digan de nosotros al irse pesa más que lo que publicamos al recibirlos. Si no cuidamos las despedidas, alguien más capitalizará esas cenizas...
Lo que digan de nosotros al irse pesa más que lo que publicamos al recibirlos. Si no cuidamos las despedidas, alguien más capitalizará esas cenizas...
Muchos creen que eligen su profesión por gusto, pero la ciencia muestra que el vínculo entre identidad y ocupación va mucho más allá de una decisión consciente. Los hábitos del día a día, los entornos laborales y la repetición de ciertas tareas terminan tallando la forma en que pensamos, sentimos y actuamos.
Ya sea una fiesta, una cena o un desayuno compartido, un encuentro de fin de año es una forma concreta de reconocer el esfuerzo y el compromiso de las personas que sostienen día a día la empresa.
Viajar sin resignar ingresos es posible: sistemas automatizados, productos digitales y precios estratégicos permiten trabajar desde cualquier parte del mundo sin depender de una oficina.
Para muchos jóvenes, subir en la escala corporativa ya no es sinónimo de éxito. Prefieren entornos que prioricen el aprendizaje, el bienestar y el sentido del trabajo por sobre los cargos y las oficinas de esquina.
Responden correos al despertar, siguen conectados a la noche y ya no distinguen fines de semana. El nuevo modelo de ultraexigencia importado de China se instala en oficinas de Estados Unidos y extiende jornadas hasta volverlas insostenibles. Tres especialistas explican por qué esta lógica exprime al trabajador y cómo empezar a ponerle un freno.
Una rutina diaria de cuatro pasos pensada para cortar con el trabajo al final del día, frenar el piloto automático y reconectar con lo que pasa fuera de la pantalla. Creado por un especialista en carreras, el método se volvió popular entre quienes buscan cuidar la salud mental sin renunciar a sus responsabilidades.
Rechazan cargos sin incentivos, priorizan su bienestar y apuestan a ingresos diversificados. Frente a un mercado volátil, los jóvenes optan por combinar empleos con proyectos personales como forma de protegerse del desgaste y ganar autonomía.
Con sueldos atados a la inflación, ajustes por desempeño y pagos en dólares en alza, las empresas buscan sostener la competitividad sin desbordar sus presupuestos. Las diferencias sectoriales y los beneficios complementarios marcan el pulso de la puja por el talento calificado.
La necesidad de "encajar" en oficinas que premian la imagen antes que la autenticidad empuja a muchos jóvenes a ocultar quiénes son. La presión por parecer eficientes, disponibles y entusiastas, incluso cuando no lo están, deja secuelas difíciles de medir pero imposibles de ignorar.
Es el que siempre está. El que resuelve sin hacer ruido y sostiene al equipo cuando todo se desmadra. Pero rara vez aparece en las listas de ascensos. Por qué ser confiable no alcanza para subir un escalón más.
Muchos jóvenes priorizan evitar el ridículo por sobre mostrarse capaces y eso les impide avanzar. El temor a ser juzgados frena ideas, apaga la ambición y deja talento afuera del radar de los jefes.
Hoy no necesariamente gana quien tiene todas las respuestas, sino el que sabe hacer las preguntas correctas. Y para eso, hace falta algo que ni la tecnología ni los algoritmos pueden suplir: pensamiento crítico, aprendizaje constante y criterio contextual.
Quedarse callado no siempre es resignación. Muchas veces, es una forma de resguardar la dignidad frente a situaciones que desgastan, confunden y aíslan.
Una investigación encabezada por un equipo canadiense analizó cómo resuelven dilemas personales miles de individuos en contextos sociales y geográficos muy distintos. La mayoría, más allá de su cultura o nivel económico, elige enfrentar momentos clave sin pedir ayuda, confiando en el juicio propio.
La energía con la que un líder se presenta ante su equipo se contagia de inmediato. Y suele influir mucho más que los números en una hoja de Excel: se traduce en motivación y resiliencia para toda la organización.
Las herramientas de IA se volvieron tan decisivas que dominar su uso ya no es una ventaja competitiva, sino una expectativa básica para quienes buscan trabajo en sectores como tecnología, marketing o gestión de proyectos.
La culpa, el miedo a quedar afuera y el mandato de complacer siguen pesando fuerte en la oficina. Mientras tanto, crece el negocio de renunciar por encargo y aparecen estrategias concretas para poner límites sin romper relaciones.
Empresas y consulados empezaron a usar inteligencia artificial para analizar perfiles digitales y detectar inconsistencias. Ahora, esconder la huella online puede levantar sospechas o dejar afuera de una entrevista.