En medio de la complejidad propia de la Argentina y de un mercado automotriz en el proceso de transformación más grande de su historia, con desafíos múltiples a nivel global y local, Daniel Herrero, el presidente de Prestige Auto y representante local de Mercedes-Benz, no duda en admitir que en lugar de gozar de un retiro al frente de la mayor terminal del país decidió ser fiel a su perfil de "comprador compulsivo de problemas".
Como tantas otras, la fabricación de vehículos está atravesada por una transformación tan profunda y veloz en el mundo que ni el tradicional aislamiento argentino podrá eludir. Esa revolución en marcha requiere "trabajar muy fuerte en una articulación público-privada con la educación que viene", según la mirada anticipatoria de Herrero.
"No creo que nos quedemos sin trabajo con las nuevas tecnologías, sí tenemos que trabajar en educar a la gente en esas nuevas industrias. Gente adaptada, operarios que convivan en una misma celda de trabajo con un cobot", esos robots diseñados para cooperar junto a humanos, compartiendo espacio de trabajo y realizando de manera inédita tareas de forma eficiente.
Pero la realidad refleja el tamaño del desafío: "Si tenemos personas sin comprensión de textos, es muy difícil que esa persona pueda manejar una tarea. Pero también es necesario terminar con el estigmatismo de que sos ´burro o ingeniero´, hay que capacitar en términos intermedios para poder hacer lo que nos gusta, y tener eficiencia para ser un país exportador".
Herrero confesó que su regreso al sector automotriz no fue motivado por un incentivo económico, sino por la necesidad de un desafío profesional. Tras un período dedicado a proyectos personales fue el llamado de Pablo Peralta, fundador del Grupo ST, el que lo impulsó a reinventarse.
"Todos saben que soy supernacionalista, nunca quise ir a trabajar afuera y el logro más grande es cuando pude darle trabajo a un argentino más", subrayó Herrero, destacando el espíritu que lo movilizó en su carrera. Para él, el proyecto de Mercedes-Benz Argentina no es solo un negocio, sino "un proyecto argentino, con gente argentina y la posibilidad de hacer locuras", una perspectiva arraigada en lo local que es un pilar en esta nueva gestión.
El primer gran desafío que asumió Herrero al aceptar la oferta de sostener a la marca alemana en el país fue garantizar la continuidad laboral. "La oferta del grupo no era más allá de la distribución; no era cerrarla, sino mantener a todo el personal", reveló. Con 1.800 personas trabajando en la fábrica, este compromiso inicial marca el tono de una gestión con una fuerte mirada social y sindical.
Pero su visión va más allá del sostenimiento. El primer pedido que realizó fue "crecer en producción en Argentina para toda Latinoamérica", a lo que está sumando una propuesta "para seguir creciendo con un nuevo proyecto para la planta de Virrey del Pino". Esta expansión productiva, con un enfoque regional, se perfila como un objetivo clave para la rentabilidad y la sostenibilidad a largo plazo.
Herrero no elude las falencias estructurales de la industria automotriz argentina y latinoamericana. Reconoce que, si bien el sector da trabajo a más de 500.000 personas y Argentina es uno de los pocos 30 países que fabrican autos, la productividad es un quinto de la de Japón. "Tenemos que corregir las falencias de productividad que tiene toda Latinoamérica", sentenció.
Su análisis es amplio: la región invierte solo el 0,3% en I+D, en contraste con el 5% de Japón, y a esto se suma que "el 40% de esas empresas no usan IA porque no tienen recursos para adaptarlas". Para Herrero, la clave para ser competitivos y no perder el "tren de la tecnología" radica en abrazar las nuevas herramientas y capacitar al personal.
"Si somos vivos en usar las nuevas tecnologías que vienen, con la capacidad del equipo de Mercedes, podemos volver a ser competitivos, ganar proyectos y no perder el tren de la tecnología, que probablemente deje muchos menos puestos en manufactura, pero los puede generar en otros" sectores de la cadena.
Uno de los roles que asume Herrero es el de "traductor inteligente" entre la realidad argentina y la visión de los directivos de las casas matrices con las que les tocó trabajar. "Con los alemanes vamos a tener que volver al diálogo, hacerles entender que hay que ver la Argentina de largo plazo, que puede haber crisis económicas, pero produce alimentos para 10 veces su población. Que tenemos litio, cobre para una movilidad electrificada y ver ese largo plazo más allá de la coyuntura".