El sueño de la famosa quinta ola de inversiones petroquímicas de la Argentina empieza a entrar en duda por un panorama global más que desafiante, con una demanda decreciente y una China con una política muy agresiva en construcción de nuevas plantas.
En ese marco, Dolores Brizuela, presidenta de Dow Argentina y la Región Sur de América Latina, visitó las oficinas de Forbes para analizar cómo puede hacerle frente el país a este contexto adverso y de qué manera se podrían potenciar nuestras ventajas comparativas a partir del gas de Vaca Muerta.
¿Cómo viene este 2025 para Dow en Argentina?
La industria petroquímica global está pasando por un momento complejo. Se está viendo una sobreoferta por dos razones: la demanda está creciendo menos de lo habitual y la oferta aumentó mucho. Eso hace que los precios bajen y los márgenes estén totalmente comprimidos. Se ve a una China con una intención de autoabastecerse, está haciendo inversiones muy grandes, lo que profundiza este descalce.
¿Este contexto global cómo impacta en la operación local?
No somos ajenos a esa realidad. Y a esto se sumó la inundación de Bahía Blanca en marzo, donde tenemos nuestra principal operación y producimos polietileno. Es la operación más grande de la compañía en toda América Latina. Así que viene siendo un año difícil. Somos optimistas hacia futuro, pero la dinámica global está complicada y además tuvimos un evento climático excepcional que nos obligó a operar a menor capacidad.
¿Este escenario puede poner en pausa proyectos de expansión que se pensaban en Argentina gracias al crecimiento de Vaca Muerta?
La producción que tenemos en Bahía Blanca es más que suficiente para el mercado argentino. Cualquier inversión nueva sería para exportación, así que la dinámica global va a ser lo que rija. Además, hay que tener en cuenta dos conceptos clave para invertir en petroquímica: el capital inicial para construir la planta y el costo variable, que es principalmente la materia prima. Nosotros fuimos bendecidos con los recursos de Vaca Muerta. El gas natural que trae etano, propano, butano, que son la base de las materias primas petroquímicas. Hay oportunidades, sin duda, pero hay que ver cuándo la demanda lo necesita.
¿Y cómo está posicionada Argentina frente a otros países en términos de costos?
En cuanto al costo variable, las Américas —Canadá, Estados Unidos y Argentina— estamos muy bien posicionados. El tema es el capital inicial: son miles de millones de dólares. Y ahí vemos que China está haciendo "magia", con costos de capital más bajos, subsidios, menor costo laboral y financiamiento más competitivo. Dow está haciendo el cracker más grande del mundo en Canadá, pero decidió retrasar su puesta en marcha. Porque ese exceso de oferta es contraproducente para el mercado. También hay que observar qué plantas marginales empiezan a salir. Europa, por ejemplo, está muy complicada: tiene plantas viejas, costos altos de energía y materias primas no competitivas. La racionalización de esas plantas puede abrir espacio para que entren otras más eficientes.
¿Hay factores ambientales o de sostenibilidad que puedan jugar a favor nuestro?
Sin duda. Las plantas nuevas son más eficientes y tienen una menor huella de carbono, aunque no sean neutras. Por el avance tecnológico, consumen menos energía. Podés tener una planta nueva con el doble de capacidad y la misma huella absoluta que una planta vieja. Eso juega a favor, y en ese sentido Argentina tiene una muy buena posición global. Pero, repito, hay que esperar que el mercado global se acomode y los márgenes permitan repagar estas inversiones.
¿En qué quedaron los estudios de captura de carbono en Bahía Blanca?
Estuvimos avanzando en estudios en conjunto con YPF para ver si era viable, pero falta. Básicamente, se trata de confirmar que exista un reservorio adecuado para inyectar el dióxido de carbono sin comprometer acuíferos con potencial de agua potable. Avanzamos, pero aún estamos lejos de confirmar la viabilidad.
¿Qué impacto tiene la situación macroeconómica local en todo esto?
Tal vez este retraso en la necesidad de nuevas capacidades nos venga bien, porque si bien el país está dando señales positivas, aún hay incertidumbre. Las multinacionales quieren ver que los cambios económicos sean estructurales y no vayan para atrás. Entonces, si se confirma esa estabilidad, vamos a estar listos para levantar la mano cuando llegue el momento.
¿La ventana temporal del RIGI es suficiente para este tipo de proyectos o se están pensando en pedir alguna extensión?
Es un tema que se está charlando. Estamos super felices de todo lo que puede pasar con Vaca Muerta, la exportación de petróleo, el LNG, pero la petroquímica te permite agregarle valor al gas. Nosotros creemos que aquellas industrias que agregan valor, generan empleo, recaudación y además producen de forma sustentable, podrían tener un régimen especial con beneficios del RIGI extendidos en el tiempo. El plazo del RIGI es muy inmediato para inversiones de esta magnitud. Desde que se decide una planta hasta que está operativa pasan al menos cinco años. Ojalá se revean algunos beneficios, ya sea en forma de RIGI u otros mecanismos.
¿Están teniendo un feedback por parte del gobierno?
Hemos charlado eso, pero es muy incipiente. Además, en los primeros años estos proyectos demandan dólares, porque muchos de los equipos e insumos son importados. Recién años después empiezan a generar divisas. Eso se analiza mucho al otorgar beneficios. Puede haber voluntad política, pero no siempre hay margen económico.
Si se diera el contexto ideal, ¿de qué tamaño sería un proyecto de inversión en Argentina?
Son inversiones grandes, de 3.000 millones de dólares para arriba. Por ejemplo, el proyecto en Canadá es de 6.500 millones nuestros, más casi otros 6.000 millones que hacen otros proveedores con los que vamos a tener contratos de largo plazo. Por eso la previsibilidad es tan importante a la hora de convencer a la casa matriz.