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Si bien parece conceptualmente sencillo, lo cierto es que, como sucede con gran parte de los impuestos argentinos, la letra chica del impuesto a la renta financiera es muy complicada.

17 Abril de 2024 07.37

Una de las características más molestas de Argentina es que está repleta de impuestos, tanto nacionales como provinciales. Algunos, como el impuesto a las ganancias o a los bienes personales, son sumamente conocidos. No obstante, existen ciertos impuestos que se deben tener en cuenta pero son pasados por alto por la gran mayoría de los ahorristas e inversores, como el impuesto a la renta financiera.

Específicamente, este impuesto cedular a la renta financiera fue creado en diciembre de 2017 con el propósito de gravar distintos tipos de inversiones, basándose tanto en las rentas conseguidas como en los resultados de su compraventa.

“Es un impuesto nacional, que recauda el gobierno mediante AFIP. Se aplica principalmente sobre rentas financieras, es decir, sobre la compraventa de inmuebles, dividendos y compraventa de activos financieros, como también sobre la ganancia de comercialización de criptomonedas”, explicó Patricio Piaggio, contador público y asesor financiero independiente.

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“Un residente argentino que tiene cuenta de inversión en el exterior, por ejemplo, enfocada a acciones y bonos americanos, tiene que tributar el 15% de la utilidad obtenida. Respecto a lo relacionado a criptomonedas, hay que distinguir si es un exchange local o del exterior. Si es un exchange extranjero, tributa el 15% de la utilidad obtenida (por ser renta obtenida en dólares); si es un exchange local, tributa el 5% sobre la ganancia obtenida en pesos”, añadió.

Es importante tener en cuenta que el impuesto no discrimina si se tienen grandes ingresos o no, tanto para las inversiones de Argentina como las de Estados Unidos. Además, aunque está dentro del impuesto a las ganancias, se separa del mismo como un impuesto aparte. "Se presenta aparte como declaración jurada y se abona el impuesto correspondiente, como bienes personales”, comentó Piaggio.

Si bien parece conceptualmente sencillo, lo cierto es que, como sucede con gran parte de los impuestos argentinos, la letra chica del impuesto a la renta financiera es muy complicada, porque discrimina activos por moneda, por formato de emisión, por plataforma en la que se opera, por legislación del activo y un largo etcétera, tal como se desarrolla en su página oficial.

Asimismo, requiere una declaración jurada que se debe completar y cargar en la propia web de la Administración Federal de Ingresos Públicos. En otras palabras, lo más probable es que un simple inversor que sólo quiere poner a trabajar sus ahorros para ganarle a la inflación tenga que contratar a un contador especializado en el tema.

Por otra parte, el mínimo no imponible anual es realmente bajo, inferior al de un sueldo promedio mensual en pesos, lo que hace que cualquier mínima ganancia, incluso si no logró superar la inflación, ya deba pagar este impuesto y encima completar una declaración jurada que, como se mencionó anteriormente, suele requerir de la ayuda de un contador.

“Hoy por hoy, con los montos que manejamos, cualquiera que tiene invertido un millón de pesos y le gana el 50% ya supera el mínimo no imponible de un año, entonces tiene que gastar la declaración jurada y es un perno, porque nadie llena un Excel de registro y la información que brindan los brókers del resumen anual impositivo de ganancia no es del todo fiable, no es tan minucioso como para que un contador pueda liquidar, y menos una persona común”, relató Abel Cuchietti, contador, analista y asesor financiero.

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