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Jerusalem, Israel (Pixabay)
Innovacion
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Con más de 9.400 empresas de alta tecnología activas y casi 420 incubadoras y aceleradoras, Israel es el país con más unicornios per cápita a escala global. Qué lecciones en materia de innovación y desarrollo puede aprender la Argentina. ¿Es posible replicar su modelo?

05 Octubre de 2021 07.08

Son poco más de 9 millones sus habitantes, sus recursos naturales son limitados, su mercado interno es pequeño y una constante en su historia son los conflictos geopolíticos. Sin embargo, y a pesar del contexto, Israel es un referente en materia de innovación, desarrollo y emprendedorismo. Su experiencia ofrece lecciones para los países que persiguen potenciar su ecosistema emprendedor o aspiran a convertirse como él, en una "startup nation", tal como titularon Dan Senor y Saul Singer en su libro de 2009.

Con apenas 22.000 metros cuadrados de superficie, este país de Medio Oriente es el que más unicornios (empresas de base tecnológica que alcanzan una valuación de US$ 1.000 millones) tiene per cápita a escala global, dado que, entre los radicados en Israel y los fundados por israelíes en el extranjero totalizan unos 60

Según el Centro de Investigaciones IVC con sede en Tel Aviv, el país tiene más de 9.400 empresas de alta tecnología activas, alrededor de 2.600 inversionistas y 418 aceleradoras e incubadoras. Polo mundial de la innovación, según el Banco Mundial, en 2019, último año de registro, en Israel se gestionaron casi 14.000 solicitudes de patentes y un 10% del total de las exportaciones de bienes fueron servicios TIC. ¿Qué hace de este país tierra fértil para estas empresas? Los especialistas coinciden en una única respuesta: una alianza virtuosa entre el sector privado, el Estado y las universidades

Tel Aviv, Israel (Pixabay)


Entre las iniciativas estatales para impulsar el ecosistema emprendedor israelí, las más sobresalientes fueron, tal como detalla Hugo Kantis, director de Prodem, el programa por el que en 1990 crearon 24 incubadoras para apoyar laboralmente a la inmigración rusa, en su mayoría científicos e ingenieros; el programa TNUFA, que otorgaba capital semilla para proyectos de investigación y desarrollo; y, por último el Yozma, para la creación de una industria de Venture Capital que se inició con el Estado invirtiendo, por un lado, en 10 fondos con socios privados y, por otro lado, directamente en startups con un fondo propio. 

“Así se fue construyendo un ecosistema de base público privada con el juego de varias fuerzas dinamizadoras: las universidades con sus centros de investigación, de emprendedores, incubadoras y aceleradoras; el Estado inyectando recursos y los inversores del Yozma. Pero también las startups, muchas adquiridas por empresas multinacionales, con frecuencia transformando sus centros en líderes de investigación y desarrollo”. 

Hugo Kantis, Prodem.

“Están todos alineados, viendo cómo ayudar a que a los emprendedores. Pero, además, hay muchos lugares donde reunirse e intercambiar información; esta todo muy a la mano, cualquiera que necesita un contacto fácilmente puede conseguirlo”, cuenta Gustavo Schutt, consultor especializado en negocios, que viajó en 2017 a Israel como invitado por Innovation Experience, una organización internacional que conecta a emprendedores del mundo con el ecosistema israelí. 

El networking, agrega, también se genera dentro de las Fuerzas de Defensa, ejército en el que participan tanto mujeres como hombres de manera obligatoria. “Además es donde los jóvenes aprenden alta tecnología, ya que muchos de los desarrollos tecnológicos se dan al servicio de la defensa nacional. De hecho, algunos de los emprendimientos que visité nacieron de ideas surgidas allí. Por ejemplo, en la empresa que inventó la cápsula endoscópica me contaron que la idea está inspirada en la forma de un misil”. 

Gustavo Schutt.

Según Schutt, los emprendedores israelíes tienen dos características destacables. En primer lugar, nacen pensando en grande: “Al ser un país chico, rodeado de hostilidades y con un mercado reducido, están acostumbrados a pensar sus negocios para escalar internacionalmente”. 

En segundo lugar, continúa, arrancan sus empresas con un final en mente: “Nacen sabiendo hacia dónde quieren ir, cuánto van hacer crecer la empresa e incluso si la van a vender para luego volver a emprender”, explica. 

Ola de unicornios

Este año, la Argentina alcanzó el récord de nuevos unicornios con seis incorporaciones. A los cinco históricos (MercadoLibre, Globant, Despegar, OLX y Auth0) se le sumaron, beneficiadas en parte por la trasformación digital que aceleró la pandemia, Aleph, Bitfarms, Vercel, Mural, Ualá y Tiendanube. ¿Significa este fenómeno que iniciamos el camino del éxito israelí? 

Tanto Schutt como Rodolfo Llanos, director Ejecutivo de la Unión de Emprendedores de la República Argentina (UERA), son tajantes: no y hay datos que refuerzan la respuesta. Mientras Israel, según el Banco Mundial, en 2017 invirtió un 4,8% de su PBI en Instigación y Desarrollo, la Argentina lo hizo en un 0,5%. “Creo que la Argentina tiene un potencial bárbaro, pero aún estamos lejos de ser como Israel. Falta esa sinergia entre las universidades, el estado y el sector privado. Si bien, el argentino también tiene un contexto adverso que lo obliga a innovar y reinventarse, no hay un objetivo macro social”, lamenta Schutt.  

Rodolfo Llanos, director Ejecutivo de la UERA.

Por su parte, Llanos señala el hecho que los fundadores de varios de los unicornios son argentinos, pero no sus empresas. “La mayoría fueron expulsadas a radicarse en otros países. Estos chicos hacen una quijoteada, pero se tienen que ir porque acá, pase el gobierno que pase, siguen recibiendo sopapos”, dice. 

Los palos en rueda son para Llanos varios, pero dos los compara con Israel. Uno tiene que ver con el modelo de país que él define como asistencialista y por otro lado por el sentido de patriotismo: “La Argentina fue dejando de lado el modelo emprendedor de nuestros abuelos inmigrantes para pasar a un modelo asistencialista, pero además la diáspora del pueblo judío no la tienen los argentinos. Israel se construyó porque su pueblo decidió construir un país donde nadie nunca más pudiera echarlos. Tiene un amor infinito por su tierra más allá del lugar donde vivan. El argentino se va a afuera y habla mal del país o gana un mango corre a comprar un departamento en Miami”, lamenta. 

Un poco más optimista, Kantis reconoce “luces y sombras” en el desarrollo del ecosistema emprendedor argentino y recuerda cuando, como salida a la crisis de 2001, el país tuvo “una explosión” de nuevos emprendimientos, curva que comenzó a declinar en 2017, pero que dio lugar al surgimiento de nuevos sectores de actividad como el de software y el de la biotecnología

Eilat, Israel (Pixabay)

“La Argentina concentra, luego de Brasil, el mayor número de estas empresas. Ahí también está la decena de unicornios argentinos y toda esta nueva generación de startups tecnológicas que no existían hace 20 años o algunas comenzaban a gatear. Esta evolución generó lo que algunos colegas llamaron el efecto multiplicador. Es decir, las empresas comienzan a ser cuna de nuevos emprendedores y de mentores beneficiando al ecosistema”. No menor, destaca de la Argentina el sistema universitario con opciones de calidad incluso públicas y gratuitas. 

“El problema es que no se aprovecha la plataforma de ciencia y tecnología que, si bien es muy limitada en comparación con países como Israel, es de las más potentes de América Latina. Por otra parte, no tenemos un entramado institucional sólido y articulado donde los emprendedores puedan encontrar una ruta especializada de servicios de apoyo”, opina Kantis. 

La clave, según Kantis, es la existencia de un pensamiento estratégico colectivo. “Están los que creen que los ecosistemas se desarrollan solos, pero la realidad es que los casos más exitosos, aun Sillicon Valley, se desarrollaron por la conjunción de iniciativas descentralizadas y estrategias deliberadas”, concluye.

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