No figuran en rankings, ni anuncian rondas millonarias cada trimestre, ni encajan del todo en la estética celebrada por el ecosistema emprendedor. Sin embargo, construyen empresas que funcionan, lideran equipos que crecen y resisten en un país donde la estabilidad es la excepción. Lo hacen con una constancia que pocas veces llega a las portadas. En 2024, según el Foro Económico Mundial, solo el 2,3 % del capital de riesgo en América Latina fue a parar a startups lideradas por mujeres. No por falta de talento o de ideas, sino por estructuras que siguen premiando ciertas trayectorias sobre otras. En este contexto, muchas emprendedoras en Argentina decidieron no esperar la validación externa. Fundaron, escalaron, impactaron. Y lo hicieron sin pedir permiso.
Durante años, el relato dominante del emprendedor exitoso se basó en proyecciones exponenciales, pitches en inglés y fotos con fondo de pizarra. Bajo ese radar, miles de mujeres armaron negocios sólidos, con impacto real, sin necesidad de performance. Claudia Sempé, nutricionista y fundadora de Cooking Service, lo resume desde la experiencia de haber sostenido una empresa durante tres décadas: priorizó la calidad por sobre la masividad, el boca a boca por sobre las campañas y la salud de sus pacientes por sobre los KPIs de crecimiento. "El 95 % de quienes llegan a nuestra propuesta lo hace por recomendación directa, porque alguien tuvo una experiencia transformadora y la compartió", destaca.
En el mundo tech, Miriam Frías siguió una ruta similar. Cofundadora de Shifta, construyó su empresa en plena pandemia, sin inversión externa, con un equipo de más de 80 personas distribuidas entre Argentina y México. Eligió no subirse al tren de las aceleradoras ni perseguir validación a través de grandes rondas. "Nos enfocamos en el vínculo con clientes, en el desarrollo de talento, en la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Y eso también construye valor, aunque no dé titulares estridentes", explica.
El punto no es solo económico. Se trata de revalorizar otras formas de hacer empresa, menos ruidosas pero más consistentes. De rescatar esas historias que no encajan en el molde del emprendedor cool, pero que tienen mucho para enseñar. "Lo importante es sostener un proyecto saludable, del que te sientas orgullosa", sostiene Frías. Esa idea del éxito como integridad, como proceso, se repite en todas las voces.
Lo que duele y no se dice
Emprender también es elegir qué reglas romper y qué silencios habitar. En el caso de Victoria Costa Paz, Co-founder & CEO de Eywa Biotech, la decisión más compleja fue dejar un cargo de liderazgo en una startup Serie B para dedicarse por completo a su startup. El vértigo fue total. Pero también la certeza. "Hay que tener conversaciones incómodas constantemente para poder pasar al próximo nivel", asegura, y aclara que: "ser CEO no significa ser millonario. Significa resistir después de cada 'no' y entender que el siguiente 'sí' puede cambiarlo todo".
Sostener un proyecto cuando todavía no existen ni los foros ni las incubadoras, cuando emprender no es una carrera sino apenas una palabra suelta, requiere otro tipo de músculo. Sempé lo sabe: "emprender no era una carrera, ni existía un ecosistema como el de hoy. Se hablaba de ser independiente. Y el camino lo ibas creando con prueba y error". Hoy, su empresa es referente en nutrición personalizada, y a sus casi 70 años sigue al frente, con la misma energía con la que transformó una pasión compartida con su abuela en una compañía que impacta la salud de miles de personas.
No todas las transformaciones vienen desde afuera. A veces, el giro decisivo es interno: dejar de pensarse como aprendiz para reconocerse como líder. Eso fue lo que le pasó a Ana Gorodisch, Co-Founder & CEO de Kuvia, una startup nacida desde un proyecto de investigación y hoy validada en congresos internacionales. "Acepté que lo que habíamos creado tenía valor real. Que podía ser tomado en serio, incluso si yo no me sentía lista del todo", admite. Esa distancia entre el impacto que se genera y la propia percepción de capacidad es una trampa frecuente: un síntoma de lo que el sistema todavía no está dispuesto a reconocer como liderazgo legítimo.
Capital que no mira, redes que sí
La estadística golpea más que cualquier discurso: en América Latina, según Pro Mujer, las mipymes lideradas por mujeres solo accedieron al 27 % del financiamiento que necesitaban en 2024. Y en Argentina, más de la mitad de las emprendedoras percibe que su género condiciona cómo se evalúa su capacidad. Frente a esa distorsión estructural, muchas decidieron no esperar validación externa y construir caminos por fuera del manual. No más fáciles, pero sí más honestos.
La estrategia de crecer sin atajos se convirtió, para algunas, en una forma de vida. Desde Eywa Biotech, la construcción de comunidad es tan importante como la innovación científica. "Pasé de pensar en lo regional a lo global, de imaginar una empresa a imaginar una red. Y aprendí que moverse, vincularse, regar relaciones, es tan importante como desarrollar un producto innovador", afirma Costa Paz. El networking, para ella, no es un accesorio: es parte de la estrategia.
En otros casos, la elección fue más íntima, pero igual de política. Natalia Bottero, Co-founder & COO de Dendro, eligió involucrarse en comunidades donde sea posible hablar de lo incómodo, de lo que agota, de lo que suele quedar afuera de los discursos oficiales. "Elijo espacios donde haya transparencia, donde la conversación sea honesta", plantea. Su forma de crecer es tejiendo redes reales, sin poses.
Hubo quienes, en cambio, optaron por no exponerse. En lugar de buscar visibilidad, apostaron a la consistencia. "Nunca hicimos campañas. Nuestros clientes llegan porque alguien recomienda lo que hacemos. Y eso, aunque parezca invisible, es una fortaleza", asegura Claudia Sempé. Mientras el ecosistema valora el ruido, ella eligió el trabajo silencioso. Y lo sostuvo durante mas de treinta años, sin perder el eje.

Ser parte sin copiar el molde
Para estas fundadoras, la cuestión no pasa por la etiqueta. No necesitan que las definan como "mujeres emprendedoras". Lo que quieren es que el sistema habilite formas distintas de construir sin penalizarlas. "Emprender en femenino, para mí, tiene que ver con compartir recursos, experiencias, apoyarnos y divertirnos. No con sentarnos a hablar de desventajas", apunta Costa Paz, y añade que no hay tiempo que perder en quejas cuando se lidera una startup en crecimiento.
La conversación sobre género, cuando es honesta, no se trata de victimización. Se trata de visibilizar los obstáculos estructurales, sí. Pero también de mostrar que, aun en ese contexto, muchas eligen hacerlo igual. "Ser madre, profesional y empresaria al mismo tiempo implicaba un esfuerzo mayor. Pero también fue una fuente enorme de fortaleza", reconoce Sempé.
Gorodisch lo dice sin grandilocuencia: lo que más le marcó fue la red de mujeres que la sostuvo desde el comienzo. "Muchas me guiaron con generosidad, y me encantaría devolver eso algún día", expresa. No se trata solo de construir empresas. Se trata de construir posibilidades. Para ellas, y para todas las que vienen después.