Marcelo Figueiras de laboratorios Richmond sobre la Sputnik "argentina": "Perdimos dinero pero ganamos prestigio"
El presidente del laboratorio Richmond admite en diálogo con Forbes Argentina que el desarrollo de la Sputnik significó una pérdida de US$ 1 millón. Los planes de capitalización de la compañía y su visión para que el país crezca.

Hace cinco años hablábamos de biotecnología y de todo lo que habíamos empezado a hacer en Laboratorios Richmond. Nunca previmos esto, pero nos abrió las puertas para encarar el tema de las vacunas más preparados”, asegura el número uno de la firma, Marcelo Figueiras. 

En su análisis de la pandemia, el ejecutivo resalta los aspectos positivos: la condición estratégica de la industria farmacéutica, la importancia de la investigación y la capacidad de los científicos argentinos, que permitieron el desarrollo de reactivos para diagnóstico, respiradores y estudios clínicos que son referencia a nivel mundial. 

“La vacuna contra el Covid-19 -casi 9 millones de dosis se fabricaron en el país- nos dio visibilidad, pero venimos trabajando hace muchos años con productos que salvan vidas”, asegura. 

Dijiste que por primera vez hacías un proyecto donde en el corto plazo la plata no importaba. ¿Cuál es el balance económico que hacés hoy?

Tenemos como lema -lo escribimos a fuego y lo tienen las 500 personas que trabajan en Richmond en el país- que ponemos la salud antes que el negocio. Si bien esto es una empresa que necesita sustentarse y ganar dinero -porque somos el único laboratorio que está en la Bolsa y necesitamos responder ante nuestros accionistas-, creemos que esto es algo que al final del camino no solo es un deber, sino que nos va a redituar económicamente.

 

Todo el proceso de la fabricación de la vacuna significó una pérdida. Debimos aplicar muchos recursos para conseguir el objetivo. No estábamos en condiciones, ni queríamos perder un minuto en negociaciones económicas que pudieran retrasar el acceso a las vacunas. Pero la satisfacción del deber cumplido y el reconocimiento social-de los pares, médicos y de todos los sectores políticos- nos llenó de orgullo y finalmente también premió el esfuerzo. 

Cuando hablás de pérdidas, ¿cuánto perdieron? 

El balance de la compañía dio ganancias debido a todas las otras actividades. Con Sputnik como unidad de negocio perdimos US$ 1 millón de punta a punta. Pero nos permitió ganar prestigio y pudimos hacer una nueva planta que vamos a terminar a fin de año. 

De alguna manera, la reputación y el éxito en el desarrollo de esta vacuna ¿les permitió acceder a créditos para construir la fábrica nueva? 

Somos el único laboratorio en el mercado de capitales argentino. Es un recurso muy válido, que se usa en muchos países que se desarrollan en ciencia y tecnología. Para proyectos estratégicos, si bien es incipiente, es un mercado de capitales que siempre está atento a concurrir a solventar estos procesos. Antes de la pandemia empezamos a construir una planta de sólidos orales oncológicos y la hicimos también con el mercado de capitales. Siempre pudimos concurrir y tener los beneficios de estar en la Bolsa, de mostrar lo que hacemos. En este caso fue una concurrencia masiva. 

Fue un fideicomiso público del que participaron entre 60 y 70 inversores (la mayoría privados) pero también concurrieron bancos públicos y provincias a través de organismos de investigación. Provincias de todos los sectores políticos, como Mendoza, Chaco, Buenos Aires y Capital Federal. Me encontré con la Argentina posible, con esa Argentina que todos queremos: que apoya, que se pone detrás de un proyecto. Yo siempre cuento con mucho orgullo que vi a todos los líderes políticos para contarles lo que estábamos haciendo. Logramos juntar casi US$ 100 millones en medio de una crisis enorme y lo aplicamos a una fábrica no solo de vacunas, sino de productos biotecnológicos que va a ser modelo en la región.

 

¿Y creés que justamente ese diálogo con todos los sectores del arco político fue lo que te permitió mostrar transparencia, en un contexto de tanta sensibilidad y con un proceso que tuvo sus puntos oscuros, como el vacunatorio VIP o la proscripción de Pfizer en su momento? 

Fue complejo porque Argentina es compleja en términos políticos. Fui uno de los únicos en ir al Congreso donde estaban todos los sectores representados y hablé con todos. Encontramos puntos de coincidencia. Nosotros hay algo que tuvimos bien claro: esto no era parte del negocio, sino que era parte del aporte obligatorio que teníamos que hacerle a la sociedad.

Todos estuvieron a la altura. Lo explicamos así en la comisión de salud del Congreso donde estaban todos los sectores representados y realmente tuvimos un gran trato. Vimos la Argentina que ojalá podamos conseguir en el mediano plazo, para saber que desde el trabajo y desde la generación de riqueza podemos -sin magia- sacar a la gente que lo necesita de la pobreza que tanto nos preocupa.

En la última edición, Eduardo Costantini dice que ya no cree que alcancen cambios de gobierno para reconstruir la confianza, y que los consensos necesarios que trasciendan las coyunturas políticas son fundamentales. Como empresario, ¿creés que se llegará en algún momento?

Estoy totalmente de acuerdo. No hay otra salida. Ya probamos todos los sistemas económicos. Debemos juntarnos detrás de 10 pilares básicos, dejar el movimiento pendular de un gobierno a otro y definir qué queremos. A algunos sectores les irá mejor, a otros peor, pero sabremos adónde vamos. Tenemos que hacer como en Perú, donde cambian de presidente a cada rato, pero siguen adelante. 

Acá vimos el “competí o fundite, que total viene otro”. Los países en una crisis como esta se cerraron. Nosotros, en cambio, con el pretexto de que el consumidor se va a beneficiar, traemos rezagos de un país de Oriente y así importamos desempleo. Tenemos que competir, pero en igualdad de condiciones. Necesitamos protección en el buen sentido y reglas claras. 

 

En el caso de los respiradores que se fabricaron en Córdoba, por ejemplo. ¿Qué vamos a hacer cuando sobren los respiradores en Oriente? ¿Vamos a fundir a esta empresa y traerlos sin impuestos y diciéndoles a esta buena gente: “compitan, si no se funden”? Uno tiene que ser inteligente, todos los países que crecieron y que muchas veces hacen alarde de liberalismo económico son más proteccionistas que los otros, cuidan sus industrias, definen.

¿Cómo creés que va a impactar el tema de la guerra en Rusia con la vacuna Sputnik?

En los conflictos, los productos farmacéuticos estuvieron siempre fuera de los bloqueos o las sanciones. Por ejemplo pudimos vender a Siria a pesar de las sanciones. Y en este caso lo mismo: tenemos stock de vacunas, pero si quisiéramos fabricar podríamos seguir importando el compuesto, más allá de que estamos haciendo la transferencia de tecnología de esta y de otras plataformas para producir nosotros mismos.

¿Qué porcentaje de las vacunas exportan? ¿Cómo piensan que va a ser en el futuro?

Estamos regidos por el contrato que hizo el gobierno. Hasta hoy las vacunas de Covid-19 se rigen por contratos entre estados, con lo cual nosotros somos productores a los efectos del contrato. Pero vamos a tener una planta que va a hacer unas 500 millones de dosis al año, entre jeringas presionadas, viales y multidosis. Nuestro mercado será el mundo. De hecho, ya empezamos a salir al mundo. Es una estrategia de la industria: empezar a fabricar materias primas acá, hacer clones acá, hacer biotecnología desde el principio de la cadena acá y exportar

¿Cómo imaginás el futuro de Richmond en cinco años? ¿Creés que marcó un cambio de rumbo en el futuro de la compañía? 

Totalmente. Veo una multinacional desde Argentina. Vamos a intentar cotizar en mercados internacionales, si se puede en Estados Unidos, veremos cuál es el mejor lugar.

¿Cuándo te gustaría cotizar afuera? 

Eso va a depender del crecimiento que tengamos, pero lo estamos trabajando con bancos internacionales. Y evidentemente esto nos dio visibilidad, pero venimos trabajando hace muchos años con cosas que salvan vidas. Tenemos productos únicos e innovadores en HIV que no están en el mundo o el medicamento de la hepatitis C, que lo desarrollamos con una patente propia, con una calidad excepcional y a un 5% del precio del producto importado. Permitió que 6.000 pacientes que estaban en lista de espera se pudieran curar.