Jesús María, en la provincia de Córdoba, se convirtió, por un día, en el epicentro de un debate que la Argentina necesita dar con urgencia: ¿qué lugar ocupan los hábitos digitales en la redefinición del agro? Sembrando Innovación reunió a productores, corporaciones, emprendedores y fondos de inversión en un mismo espacio para discutir lo que suele postergarse: cómo digitalizar un sistema productivo que convive entre la tradición centenaria y la presión de un mercado global hiperconectado. No se trató de mostrar soluciones imposibles de entender ni de exhibir el último software, sino de plantear preguntas incómodas, esas que marcan el ritmo de los próximos años.
En el mundo de las startups, el concepto de ecosistema se repite como un mantra. Pero en el agro argentino, las conversaciones sobre innovación suelen fragmentarse: productores por un lado, corporaciones por otro, emprendedores en otra mesa y el mundo académico en su propia agenda. Lo disruptivo de Sembrando Innovación no estuvo en la tecnología mostrada, sino en la decisión de sentar a todos en la misma sala.
Luciano Nicora, cofundador y General Partner del fondo Pampa Start y uno de los impulsores del evento, lo definió con crudeza: "El gran desafío de los países y del talento es que el productor agropecuario adopte más temprano la tecnología. Eso es capacitación, eso es sensibilizar", afirmó, y agregó que estas reuniones buscan que el vecino mire al productor que se animó y decida imitarlo. En otras palabras, se trata de contagiar transformación.
La resistencia a la adopción tecnológica no es nueva. Pero cuando la presión de los consumidores internacionales exige trazabilidad, sustentabilidad y datos verificables, la demora deja de ser un asunto interno para convertirse en un problema competitivo. Como señaló Germán Tasovac, Gerente Regional de Viterra: "Somos nosotros los que tenemos que salir a vender al mundo lo que hace el productor, pero no sabemos cómo lo produce. Sabemos que lo hace eficiente, pero no tenemos las medidas".
El mensaje que atravesó todas las mesas fue claro: la generación de información ya no es opcional. La digitalización del agro no se trata solo de eficiencia, sino de valor económico y acceso a mercados. Sin datos, no hay oportunidad. Con datos, aparecen negocios nuevos.
Todos coincidieron en algo clave: que Argentina puede competir globalmente en agtech y agrifoodtech, no desde la especulación, sino desde la tradición productiva que el país domina hace más de un siglo.
Las corporaciones lo saben. Juan Manuel Piscera, Site Lead Conosur de Bayer, destacó que la innovación ya no puede pensarse de manera aislada: "necesitamos ambientes de cocreación. La habilidad central hoy es escuchar: a los clientes, a los datos, a quienes están fuera de la compañía". La advertencia es clara: innovar en silos es condenarse a la irrelevancia.
La juventud, el talento y la oportunidad de no perder la próxima década
En Jesús María quedó claro que el futuro del agro argentino no depende únicamente de la incorporación de nuevas tecnologías, sino de la generación que hoy comienza a ocupar lugares de decisión. Los que tienen menos de cuarenta años —lo que algunos en el sector llaman "las 40 primaveras del agro"— están imprimiendo una mirada distinta, más proclive a experimentar, a conectarse con otros sectores y a aceptar que la transformación digital no es un lujo, sino una condición de supervivencia. Son ellos quienes, a diferencia de sus padres o abuelos, crecieron con la lógica de los datos y entienden que producir ya no alcanza si no se puede demostrar cómo se produce.
La conectividad fue el punto de quiebre en el debate. Tomás Liceda, Gerente Agro de Telecom, lo sintetizó en números que deberían incomodar: en la Argentina, apenas un 30% de las áreas rurales tiene acceso a 4G, mientras que en Brasil ese mismo porcentaje se multiplicó en pocos años hasta superar las 12 millones de hectáreas conectadas en un solo año gracias a un esquema público-privado. El contraste es brutal: mientras nuestros vecinos aceleran para capturar los beneficios de la digitalización, la Argentina sigue discutiendo cómo llevar señal a zonas productivas clave. Sin esa infraestructura, cualquier intento de transformación será apenas un discurso.
El futuro, entonces, no se juega solo en la frontera tecnológica. Se juega en la capacidad de cambiar las conversaciones. Nicora lo advirtió con claridad: sensibilizar al productor es tan urgente como desarrollar la próxima startup de inteligencia artificial. Porque de nada sirve crear soluciones brillantes si el ecosistema no logra adoptarlas. Y el tiempo no sobra: los consumidores internacionales ya no esperan promesas ni relatos. Exigen certificaciones, trazabilidad, métricas verificables. La oportunidad está sobre la mesa: datos que pueden convertirse en mercados, jóvenes que reclaman su espacio, corporaciones que están dispuestas a cocrear y fondos que buscan invertir en talento. Lo que falta, quizás, es lo más simple y a la vez lo más complejo: animarse a cambiar la conversación antes de que la próxima década nos vuelva a pasar de largo.
A esa conversación se sumaron referentes de peso: Juan Manuel Piscera (Bayer), Marcos Quaine (Viterra), Manuel Ron (Bio4), Rai Peñafort (Insights), Tomás Liceda (Telecom), Juan Baruffaldi (DeepAgro), Nicolás Otamendi (Eiwa), Emilio Herz (deCampoaCampo) y Carlos "Charly" Faricelli, entre otros, con la moderación de Gonzalo Valenci y Facundo Sonatti. Un ecosistema completo puesto en escena para discutir lo impostergable: cómo sembrar innovación antes de que la ventana de oportunidad se cierre.