Rodrigo Rey: autenticidad, liderazgo e inclusión desde el arco
El arquero compartió en el Forbes Diversidad, Inclusión & Equidad Summit su historia de vida marcada por la superación personal, la disfluencia en el habla y la paternidad de un hijo dentro del espectro autista.

En el mundo del fútbol, donde la fortaleza mental y la autoconfianza parecen imprescindibles, Rodrigo Rey aprendió a construir las suyas desde un lugar distinto: la aceptación. El arquero de Independiente -uno de los más destacados de su generación- enfrentó las exigencias del alto rendimiento, pero también un desafío íntimo y constante: la disfluencia, un trastorno del habla que, desde niño, lo acompañó en cada paso de su vida.

Lejos de esconderlo, Rey decidió asumirlo como parte de su identidad. "Cada vez que me hacen esa pregunta y pienso y vuelvo a mis primeros años de vida o a mi comienzo en mi desarrollo social, siempre digo que realmente tuve mucha suerte de mi círculo cercano", recuerda durante el Forbes Diversidad, Inclusión & Equidad Summit. "Nunca me hicieron sentir que era distinto al resto en cuanto al habla o que tenía que limitarme por mi condición".

Esa contención temprana fue decisiva. Creció en un entorno que lo sostuvo, donde sus compañeros de colegio, que eran los mismos con los que compartía el fútbol, y su familia, lo trataron con naturalidad. "Creo que eso fue clave para mi desarrollo, porque de hecho siempre tuve una decisión y una convicción desde chico en que no me iba a limitar en nada por mi disfluencia, y es cómo lo vivo y cómo lo afronto hoy", agrega.

Aprender a hablar sin miedo

Cuando se le pregunta qué papel jugaron sus padres en ese proceso, Rey no duda: "Fue clave". Explica que, en la infancia, el modo en que el entorno reacciona ante la diferencia puede determinar el futuro emocional de un chico. "Cómo te haga sentir tu contexto en el día a día te fortalece y te favorece a que vos puedas, más allá de tu condición, sentirte seguro para desarrollarte. O, en el caso contrario, si ese contexto no es bueno y no te acoge, pasa lo contrario: te lleva a limitarte, a pararte del lado de la vergüenza, de no querer exponerte".

Desde esa comprensión temprana, aprendió que la empatía y la aceptación son armas poderosas. "Cuando uno es niño es difícil de expresar lo que le sucede, porque uno no sabe qué es lo que le sucede", dice, con tono pausado y seguro. "Por eso, lo que pasa hoy en muchos casos con el bullying es tan grave: los niños se retraen, guardan un montón de sentimientos, y eso desemboca en cosas que no están buenas".

Su historia, sin embargo, fue diferente. "Tuve suerte del contexto en el que crecí", repite, con gratitud. Esa seguridad personal se tradujo, con el tiempo, en una actitud que inspiró respeto en los demás. "La seguridad con la que yo crecí y la fuerte decisión que tuve de chico de no limitarme a nada, de llevar una vida sin condicionantes, creo que hace que los demás vean en mí esa personalidad. Vean que yo me acepto, que para mí no es un problema, y eso genera respeto del otro lado".

Incluso hoy muchas personas no notan su disfluencia hasta que él mismo la menciona. "Hay personas que recién conozco que si yo no les cuento de mi condición no se dan cuenta", dice. Pero más allá de la percepción ajena, para él lo esencial está en el trabajo interior que implica aceptarse. "La aceptación no es algo que sucede por arte de magia. Es trabajo, hay que trabajarlo. Yo en mi caso lo hice desde la terapia, con años de terapia desde muy chico, para tomar esa fuerte decisión de cómo quería vivir mi vida con mi condición".

Esa decisión marcó su liderazgo dentro y fuera de la cancha. "Entiendo muchas veces como lema mío de vida que no importa tanto cómo pueda decir las cosas, sino el contenido de lo que digo", explica. "Más allá de la fluidez en el habla, la calidad de las palabras que salen de tu boca y lo rico del contenido es lo que hace toda la diferencia".

El desafío de criar desde la empatía

Hoy, Rey lleva esa filosofía a un terreno aún más profundo: la paternidad. Es padre de dos hijos, Renata y Benicio, y fue a partir del diagnóstico de autismo de su hijo menor que su compromiso con la inclusión adquirió un nuevo sentido.

"Mi hijo es parte del mundo de la neurodiversidad, y por ende toda mi familia también lo es", cuenta. "La realidad es que es un ambiente en el que se aprende constantemente". Desde entonces, su mirada sobre la empatía y la educación social cambió por completo.

"Muchas veces uno se sorprende para mal de ciertas cosas por la falta de empatía que se encuentra, y lo loco de eso es que esa falta de empatía es por desconocimiento", reflexiona. "Muchas veces no se toma el tiempo de realmente ver de qué se trata, de ver cómo le puede cambiar la vida a una persona que se adapten espacios para que ellos puedan sentirse cómodos o que uno pueda tomarse un segundo de su tiempo para mejorar un espacio".

A lo largo de la charla, el arquero vuelve una y otra vez sobre la misma idea: el cambio empieza en lo cotidiano. "Desde los lugares que me toca estar, veo que cuando se le dedican tiempo y puertas abiertas a la inclusión, esos lugares directamente mejoran, florecen", asegura. "Y no sólo las personas que están en ese ambiente, sino las relaciones interpersonales entre ellos".

 

Por eso insiste en que "la inclusión y el tener un punto de vista inclusivo, el pararte en el lugar del otro, el pensar en cómo mejorarle la vida a otro, cambia los espacios, nos hace mejores". Su convicción es fruto de la experiencia. "Eso es algo que veo en mí, en mi familia, en mi hija, en mi esposa, en mi hijo, en los amigos que la inclusión nos fue brindando. Creo que hay que generar mucha conciencia sobre este tema y darle ese espacio".

Inclusión en el deporte: del discurso a la acción

El fútbol, el espacio que le dio identidad y propósito desde niño, también es para Rey una plataforma de transformación social. "Los clubes son puntos neurálgicos del desarrollo social, por ende es clave el rol que tomen", sostiene. "Sobre todo para generar conciencia y educar a los chicos desde muy pequeños, para que la inclusión ya sea un hábito y parte de su día a día, y no algo extraño o diferente".

Como ejemplo, cita su propio entorno: "Al menos en el club que a mí me toca estar hoy, que es Independiente, hacen un trabajo con la inclusión muy bueno". Habla con entusiasmo del programa Rojo Inclusivo, un espacio donde el club desarrolla deportes adaptados y actividades recreativas para personas con distintas condiciones. "El club tiene un departamento que se llama Rojo Inclusivo, que de hecho tiene deportes de inclusión como fútbol, tenis, natación, y muchas veces hacen matinés en el club para esos chicos. Está buenísimo, porque si esos adolescentes no tienen esa matiné para divertirse, no lo pueden hacer en otro lado, porque esos espacios afuera en la sociedad no existen".

Además, destaca los avances que apuntan a hacer de la cancha un espacio más accesible: "Hoy en día el club cuenta con un palco sensorial para los días de partido, que hace que chicos con neurodivergencias puedan ir a la cancha estando en un ambiente más contenido y disfrutar del partido. También se lanzó un kit sensorial con cancelador de sonido y credencial de prioridad para las filas y esperas, para que la experiencia de cancha sea mucho mejor para esas personas".

Pero reconoce que aún queda mucho por recorrer: "Está claro que los clubes tienen una visión sobre eso, que hay mucho por trabajar, mucho por desarrollar, pero sí que es un territorio hoy en día virgen y muy fértil para que se pueda ir haciendo".

"Es una tarea de todos generar esa conciencia, generar esa educación, abrir puertas, crear puentes para que nuestra sociedad se vaya transformando realmente en inclusiva", dice. "No es una tarea sencilla, pero sí es una cuestión de voluntad de querer hacerlo, de que se empiece a poner en agenda este tema y que realmente se aborde, no para decir que se hace algo, sino para marcar una diferencia".