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Alice Walton
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La historia de Alice Walton: cómo la mujer más rica del mundo está reinventando la salud y qué puede aprender América latina

Yesica Méndez Fundadora y CEO de FemTech Latam

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Alice Walton, la multimillonaria heredera de Walmart, sufrió las fallas del sistema de salud y decidió reinventarlo. Invirtió $249 millones en una nueva escuela de medicina en EE. UU. que beca al 100% a sus alumnos y les enseña un modelo de atención holístico e inclusivo.

5 Noviembre de 2025 10.02

Alice Walton es mucho más que la heredera del imperio Walmart. A sus 75 años, Forbes la declaró la primera mujer en la historia de Estados Unidos en alcanzar una valuación personal de US$ 100.000 millones, lo que además la convierte en la más rica del mundo. Sin embargo, su vida estuvo lejos de ser tan apacible como su fortuna podría sugerir: tras un accidente automovilístico, debió atravesar un calvario de casi 30 cirugías en 12 años. Durante ese tiempo, convivió con el dolor crónico, la ansiedad y la depresión, encontrando en la pintura (principalmente en las acuarelas) un refugio para sostenerse. Y algo más: esa experiencia redefinió su relación con la salud y el bienestar. Convencida de que el sistema sanitario estaba roto, Walton decidió reimaginar la manera en que se enseña y se practica la medicina. 

Alice Walton
Alice Walton creó el Whole Health Institute en 2019 para promover un modelo de atención centrado en las personas, que integre salud física, mental y social. 

Primero, impulsó un cambio desde la política pública y la filantropía: en 2019, creó el Whole Health Institute para promover un modelo de atención centrado en la persona que integre salud física, mental y social y que genere evidencia, formación y prácticas que mejoren resultados en comunidades reales. Dos años después, dio el paso siguiente y más audaz: fundar la Alice L. Walton School of Medicine (AWSOM), una escuela pensada para preparar médicos con ese mismo enfoque holístico. Y eligió hacerlo en Arkansas, su tierra natal, uno de los estados con peores indicadores sanitarios de EE.UU., con la misión explícita de atender a comunidades rurales y desatendidas. 

La apuesta no fue menor: Walton invirtió US$ 249 millones de su fortuna personal para crear la escuela, más US$ 47,3 millones adicionales en un campus de más de 14.000 metros cuadrados con tecnología de vanguardia. Por si fuera poco, decidió becar al 100% las primeras cinco cohortes de estudiantes: 240 futuros médicos que se están formando ahora mismo, sin pagar un centavo durante cuatro años, una inversión que equivale a decenas de millones de dólares adicionales. 

AWSOM está reescribiendo las reglas de la formación médica: sus alumnos no solo aprenden biomedicina, sino que, entre otras metodologías innovadoras, se entrenan en un museo de arte para afinar la observación clínica y la empatía, y tienen coaches de bienestar durante toda la carrera. Desde el primer año, analizan cómo la política sanitaria, la soledad o la falta de espacios verdes impactan en la web. En lugar de memorizar síntomas, diseñan proyectos comunitarios de impacto real. Y todo esto ocurre en una infraestructura que parece de ciencia ficción, incluyendo un makerspace con realidad virtual e impresoras 3D y un centro de simulación con salas de parto y emergencias hiperrealistas. 

La paradoja es increíble: tuvo que ser la mujer más rica de Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, quien atravesara en carne propia las fallas del sistema de salud para atreverse a reinventarlo desde cero. Y si incluso allí, con abundancia de recursos, quedó expuesta la urgencia de un cambio, ¿qué nos queda a nosotros, en una región con tantas carencias como Latinoamérica, y sin una figura de la talla de Alice Walton capaz de encabezar una transformación similar? 

El ejemplo de AWSOM no debería parecernos inalcanzable, sino inspirarnos ambición. En Latinoamérica, los desafíos son más agudos, pero también lo son la creatividad, la resiliencia y la capacidad de innovación. ¿Qué pasaría si nos animáramos a enseñar medicina como lo propone Walton? 

Aunque la salud femenina es solo una de las varias brechas de nuestro sistema sanitario, es el campo que mejor conozco y donde hoy los invito a poner el foco. Y tengo buenas razones para hacerlo: las mujeres son la mitad de la población y consumen el 80% de los servicios de salud, pero sus síntomas siguen subestimados en la formación médica. Según la OPS, tienen 40% más de probabilidades de recibir diagnósticos erróneos en cardiopatías, y muchas enfermedades tardan años en detectarse porque los programas ignoran diferencias biológicas y sociales. La mortalidad materna, la falta de prevención del cáncer cervicouterino, la depresión posparto invisibilizada o la menopausia sin abordaje muestran el costo humano y económico de esta omisión. Por si no fuese suficiente, resultaría también un "buen negocio": cerrar la brecha de género en salud podría generar hasta 3 dólares de retorno por cada dólar invertido —al menos 1 billón de dólares adicionales al PIB mundial.

Mientras tanto, ningún grado en medicina de nuestra región incorpora de manera estructural la perspectiva de género. Lo que existen son pasos iniciales, valiosos, pero fragmentados (en Argentina, por caso, la Universidad Favaloro dicta la Diplomatura en Cuestiones de Género y Salud). Todavía falta un rediseño profundo de las currículas.

Latinoamérica tiene talento científico, médicos brillantes y emprendedores que ya están desarrollando soluciones desde el ecosistema FemTech. Lo que falta es levantar el awareness y parte de ese objetivo puede y debe lograrse transformando las aulas: preparando profesionales capaces de identificar sesgos, diseñar diagnósticos inclusivos y aplicar innovación real en el sistema de salud. La pregunta no es si podemos permitirnos este cambio, si no: ¿podemos permitirnos no hacerlo?

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