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Festival de importaciones: las zapatillas no están invitadas

Leonardo Ferri

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El mercado local está compuesto aproximadamente por 30 millones de pares anuales. Algunos llegan al país terminados y listos para vender, otros son fabricados a partir de componentes que también son importados. Y el resto es pura producción local.

04 Julio de 2022 13.59

Aunque nadie haya hecho referencia directa a ellas, los dichos de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner acerca del “festival de importaciones” generaron distintas repercusiones en las marcas deportivas. Por un lado, se dieron por aludidas, dado que buena parte de los productos que venden son fabricados o confeccionados en el exterior; pero por el otro sintieron que nunca recibieron la invitación para ese festival.

El mercado local de las zapatillas está compuesto aproximadamente por 30 millones de pares anuales. Algunos llegan al país terminados y listos para vender, otros son fabricados a partir de componentes que también son importados y el resto es pura producción local. Esta última categoría -la que convierte la materia prima en una zapatilla terminada- es proporcionalmente menor. 

Según números a los que pudo acceder Forbes, el período en el que mayor cantidad de pares terminados ingresaron a la Argentina fue durante la presidencia de Mauricio Macri (13 millones en 2016, 15 millones en 2017, 17 millones en 2018 y 16 millones en 2019), mientras que durante las presidencias de Cristina Kirchner y de Alberto Fernández el número se mantuvo estable: 10 millones.

 

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Las condiciones

Aún cuando todas las marcas de primera y segunda línea que se comercializan en el país tienen una fracción de producción nacional, sienten que deberían poder ingresar más productos, en especial aquellos que por sus características y tecnología no pueden ser fabricados acá. 

Como explicó ID Argentina -licenciataria de Converse y Le Coq Sportif- en la edición de febrero de Forbes, la Argentina no tiene una industria del calzado tecnológicamente avanzada que permita producir zapatillas con un desarrollo complejo. Esas zapatillas de running con la súper amortiguación que todos quieren no pueden ser fabricadas desde cero en este país.

“El que fabrica va a tener todo el mercado que quiera, el que importa va a tener las cosas más difíciles”, se dijo -palabras más, palabras menos- en las primeras reuniones que las marcas deportivas tuvieron con el Gobierno, a principios de 2020.

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“No podemos decir que no nos avisaron, pero tampoco podemos dejar de decir que en 2022 tenemos permitido importar un 75% menos que en 2021”, confiaron a Forbes fuentes de la industria que prefieren no ser citadas. Parte del malestar radica también en que, a pocos meses del mundial de Qatar 2022, hay muchas camiseta  y botines que esperan el permiso para poder ingresar al país, mientras que los productos de verano (remeras, pantalones cortos y ojotas) reciben la licencia sin mayores demoras… en pleno invierno.

En una economía con una inflación que se reconoce como multicausal, el faltante de productos también tiene efectos inflacionarios. “Los productos de gama alta siempre son importados, y no están o hay muy poco. Lo que hay se vende, pero no vale tanto; y a falta de producto, aumento de precios”, explican desde otra marca. 

La cuenta es simple: si se necesita 10 para cubrir gastos (sueldos, alquileres, producción, gastos operativos) y no hay productos que ayuden a llegar a ese objetivo, hay que llegar a 10 con lo que haya disponible. Mayor precio en menos cantidad de productos.

Hay demanda, no hay productos

Mientras tanto los consumidores se hacen básicamente dos preguntas: por qué las zapatillas están tan caras, y por qué hay tan poco stock. 

En los e-commerce de las marcas líderes los problemas son evidentes: curvas de talles incompletas, poco stock, productos de temporadas pasadas a precios actuales y aumentos más frecuentes de lo habitual: para una misma marca hubo remarcaciones de un 10% en mayo y de otro 10% en junio; y otras planean hacerlo en julio. 

Los outlet, que generalmente presentan oportunidades, venden full price, aunque hacen promociones por cantidad. Y se volvió algo habitual que determinados productos como camisetas de Boca, River, San Lorenzo, Independiente o la Selección (muchas son de confección local, pero con telas importadas) no estén disponibles en todas las zonas geográficas, y que se priorice la distribución en los grandes centros urbanos.

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Claro que no todo es responsabilidad de las marcas. El contexto global -pandemia, aumento del costo de las materias primas y de los gastos de logística- no mejoran el panorama. Como cuentan desde una firma de comercio exterior, el cierre de puertos en Oriente a causa del Covid-19 hizo que se cancelaran muchas salidas de buques, lo que ocasionó un aumento de tarifas de hasta 10 veces. 

China (Pixabay)
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Mientras que el costo de un container de China a la Argentina era de 2000 dólares antes de la pandemia, una vez levantadas algunas restricciones se llegó a pagar 20.000. “Estamos últimos en la lista de prioridades”, se resignan en una empresa líder.

Mientras tanto, y hasta bien no se conozca el alcance de las nuevas medidas para cuidar los dólares, las empresas ensayan la resiliencia. Algunas cambian su modelo de negocios -adidas franquició todos los locales (excepto los outlet) a la cadena Sporting, Nike está dejando su negocio en Argentina en manos del Regency Group- y otras apelan a no depender tanto de Oriente para alimentar su cadena: Topper se apoya en su 75% de producción local, y las marcas del Grupo Dass (Fila, Umbro, Asics) tienen el respaldo y la solidez de su casa matriz brasileña.

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