Dólar con nueva banda ¿la transición final?
El deslizamiento cambiario fijo funcionó inicialmente como ancla nominal en la fase de estabilización, pero con la rápida desaceleración inflacionaria comenzó a generar una apreciación real endógena.

Desde el 1 de enero de 2026, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) implementará un nuevo esquema cambiario y monetario con reglas claras. Según el mercado, de momento, se cree que es la “solución definitiva”, al menos de cara a los próximos años.

Las bandas de flotación del tipo de cambio se ajustarán mensualmente según la inflación más reciente informada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), con un rezago de dos meses, lo que busca evitar atrasos cambiarios y dotar de previsibilidad al sistema.

En paralelo, el BCRA pondrá en marcha un programa de acumulación de reservas internacionales alineado con la evolución de la demanda de dinero y la liquidez del mercado cambiario.

“El equipo económico decidió mover en la dirección que abogaban los mercados. En general los mismos son reticentes a esquemas rígidos de tipo de cambio, punto que fue de los más criticados desde el inicio de la gestión, a pesar de permitir una acelerada desinflación en 2024 y parte de 2025, al mismo tiempo que ponían foco en recomponer el nivel de reservas”, sostuvieron desde Cocos Capital.

El escenario base contempla una remonetización gradual, con un aumento de la base monetaria desde el 4,2% actual hasta el 4,8% del producto bruto interno (PBI) hacia fines de 2026, que podría financiarse mediante compras de hasta US$ 10.000 millones, siempre que la balanza de pagos lo permita.

Si la demanda de dinero creciera un 1% adicional del PBI, el volumen de compras podría ampliarse hasta US$ 17.000 millones, sin necesidad de aplicar políticas de esterilización sostenidas, siempre sujeto a la disponibilidad de divisas.

Desde el Centro de Estudios Políticos y Económicos (CEPEC) consideran que el anuncio “marca un cambio de régimen cambiario y monetario, largamente necesario desde el punto de vista teórico y empírico”.

“No se trata de una corrección marginal ni de una medida táctica, sino de una recalibración integral del esquema macroeconómico, que corrige inconsistencias del régimen previo y reordena la relación entre tipo de cambio, cantidad de dinero y acumulación de reservas. Comienza una etapa distinta del programa económico: una economía que ya no enfrenta un problema de dominancia fiscal ni de emisión descontrolada, sino uno de submonetización, fragilidad externa y necesidad de recuperar competitividad”, añadieron. @@FIGURE@@

Para los especialistas del mercado local, el régimen anterior se había vuelto insostenible. El deslizamiento cambiario fijo funcionó inicialmente como ancla nominal en la fase de estabilización, pero con la rápida desaceleración inflacionaria comenzó a generar una apreciación real endógena.

Al mismo tiempo, el BCRA no lograba acumular reservas, aun cuando la demanda de dinero empezaba a recuperarse. Esto implicaba una remonetización sin respaldo en activos externos, reintroduciendo de manera silenciosa la restricción externa.

Desde un punto de vista teórico, el esquema no cerraba, ya que no había flotación genuina, no se fortalecía el balance del Banco Central y se erosionaba la competitividad. En ese contexto, una recalibración profunda no solo era deseable, sino inevitable.

El nuevo programa, con horizonte en 2026, introduce reglas explícitas y mayor coherencia intertemporal. La adopción de bandas cambiarias que se ajustan mensualmente por inflación reemplaza al crawling discrecional y equivale, en los hechos, a un objetivo implícito de tipo de cambio real.

En consecuencia, se elimina el atraso cambiario por diseño, se evita la apreciación real automática y el tipo de cambio recupera su rol como variable clave para la competitividad. Así, el dólar deja de ser el ancla nominal central y pasa a funcionar como un precio relativo compatible con la desinflación.

Y el segundo pilar también es fundamental. “Aunque la comunicación no es explícita, el Banco Central parece estar desplazándose hacia un esquema basado en agregados monetarios. El ritmo de acumulación de reservas dependerá del crecimiento de la demanda de dinero, que, según los comentarios de Bausili, debería medirse a través de la base monetaria y no del M2 transaccional utilizado a comienzos de este año”, relataron los estrategas de Adcap Grupo Financiero.

“En este contexto, la calibración del objetivo monetario es clave, ya que señala los supuestos sobre el crecimiento nominal. El pronóstico del Banco Central, y el objetivo implícito, se darán a conocer en el próximo informe trimestral de política monetaria, cuya republicación está prevista para este mes. Cabe destacar que el M2, de manera discutible, ya venía mostrando un desempeño inferior al previsto por el Banco Central incluso antes del salto en la incertidumbre política”, agregaron.