Mandado a construir a fines del siglo XIX por el empresario Nicolás Mihanovich, el edificio se erigió como un faro para los marineros que llegaban al puerto de Buenos Aires. Su arquitectura necesitaba reflejar la opulencia de la época, donde se ven las mezclas de influencias francesas, italianas y españolas en los primeros niveles, y un inconfundible aire art decó en las alturas.
En enero de 2024, tras una exhaustiva restauración, Casa Lucia abrió sus puertas en este imponente ícono de la Belle Époque. En sus pasillos, salones y propuestas conviven la herencia histórica con una mirada contemporánea, a través de un proyecto global que busca tender puentes entre aquel esplendor y el presente de la ciudad.
Y, en menos de dos años desde su reapertura, el hotel -miembro de The Meliá Collection- supo consolidarse como un referente en la oferta de lujo porteña con una estrategia clara: mostrar la identidad local como atractivo diferencial, tanto para turistas extranjeros como para los argentinos.
Un homenaje a la cocina argentina
Un eje donde Casa Lucia busca marcar la diferencia es en su propuesta gastronómica. El restaurante Cantina pone en primer plano la cocina argentina, trabajada con productos de estación y técnicas de alta gama.
En el Buenos Aires de 1900, el polo no era solo un deporte, sino un símbolo de elegancia, tradición y vida social. Ese espíritu inspira la esencia de Cantina: un espacio donde la mesa se convierte en escenario de identidad, reuniendo las raíces criollas con la herencia de los inmigrantes que dieron forma a nuestra cultura gastronómica.
La propuesta revive esa historia con una mirada contemporánea. Hay desde pastas pensadas para compartir, carnes que evocan la tradición rural y sabores que celebran la tierra argentina. Desde un ojo de bife con salsa de merlot y miel acompañado con hojaldre de papas, hasta buñuelos de espinaca con pickles de cebolla morada o trucha patagónica con espinacas salteadas y gremolata de sésamo, cada plato rescata lo mejor de nuestras costumbres con el refinamiento de hoy. En su conjunto, la experiencia rinde tributo a esa Argentina forjada entre caballos, trattorias y estancias, evocando el espíritu elegante y vital del Buenos Aires de antes.
El capítulo nocturno llega de la mano de Le Club Bacán, donde la alta coctelería se entrelaza con el arte y la cultura porteña. Inspirado en la inmigración europea que transformó Buenos Aires entre 1880 y 1930, celebra esa diversidad a través de una propuesta que combina sabores, música y expresión artística. Por ejemplo, en la carta hay cócteles de autor como el Negroni Bacán, con notas de dulce de leche, o el Casa Lucía Spritz, de perfume cítrico y herbal; todo en un ambiente sofisticado donde también se suman DJs en vivo de jueves a sábados.
Una agenda al mejor estilo Belle Époque
Un diferencial clave para transformarse en un punto de encuentro para viajeros y porteños es su extensa agenda de actividades mensuales, concebida como un puente entre el hotel y la vida cultural porteña.
Cada propuesta combina gastronomía, arte y entretenimiento de manera cuidada. Por ejemplo, cuentan con una propuesta de brunch el primer domingo de cada mes y, los 29 se celebran con ñoquis caseros y una copa de vino, en honor al clásico ritual de la abundancia. También organizan catas de vino el tercer jueves de cada mes y hay una propuesta de Mediodías con Encanto: un menú ejecutivo de dos o tres pasos que acerca la cocina del hotel al ritmo laboral de la ciudad.
A eso se suma una cuidada ambientación donde el arte local tiene un rol protagónico: desde un telar de Cristina Codern en la recepción hasta las lámparas de Cristian Mohaded y las fotografías de Ricardo Piñeiro en las habitaciones. El resultado es una experiencia inmersiva, donde cada espacio dialoga con la historia y, al mismo tiempo, con la creatividad argentina actual.