Jesse James. John Dillinger. Butch Cassidy. Incluso Mario Vitette. Con algo de distancia, los ladrones son figuras que suelen despertar interés e incluso motivar historias atrapantes y hasta mitos propios. El cine ha sido un medio fundamental para eso y es lo que explota la película Un buen ladrón, recién estrenada en salas.
La particularidad que la destaca es que aporta una mirada diferente y muy valiosa al tema. Y que su campaña promocional parece totalmente errada.
Malas decisiones
Con un colorido muy vistoso, el afiche de Un buen ladrón muestra a su protagonista, Channing Tatum de una manera que promete comedia. Está en ropa interior. Sostiene un arma. Tiene un flotador fluorescente alrededor de la cintura. Usa lentes de sol con marcos amarillos. Y lleva sobre los hombros un gran oso de peluche.
"Robó 45 McDonalds. Escapó de prisión. Vivió seis meses en una juguetería. Y esa ni siquiera es la parte más loca", dice el encabezado del afiche. Todo eso es verdad y se refiere al personaje real en el que se basa esta historia, el ex soldado Jeffrey Manchester, quien todavía está en la cárcel.
El trailer, que es preferible no verlo ya que muestra todo, sostiene un ritmo y golpes de efecto que prometen una comedia disparatada. Con mucho esfuerzo, entonces, la campaña promocional parece enfocada en vender la película a la mayor cantidad de público posible, disimulando que no es tan cool como Ocean´s Eleven ni tan humorística como Atrápame si puedes.

Es una mala decisión de marketing, si se quiere, porque se genera la impresión de que intenta ocultar alguna debilidad. Sin embargo, la película que hizo el director y guionista Derek Cianfrance (realizador del drama Blue Valentine y el policial The place beyond the pines), no tiene ningún punto flojo sino, al contrario, muchos méritos.
La carrera equivocada
Las malas decisiones también fueron las de Jeffrey Manchester. En la ruina y a fines de los noventa, tratando de lidiar con una separación y una familia a la que no puede aportar gran cosa en lo material, utiliza su ingenio y diseña un sistema para robar. Así arma un primer asalto a un local de McDonalds, al que entra por el techo, y empieza su carrera, una equivocada.
Por su forma de tratar a la gente que robaba, con extrema amabilidad y cuidado y por su modus operandi, ganó fama y su apodo de Roofman u "hombre del techo". Así también es el título original de esta película.
Tal como sucede en otras obras del director Cianfrance, esta historia recorre un lapso bastante grande, tarea compleja para la síntesis que requiere el cine. En los primeros minutos, se las arregla para plantear la situación desastrosa de la vida del personaje de Channing Tatum, quien por cierto luce bastante más terrenal que en casi todas sus demás películas. Luego aparece el plan de asaltar uno y más McDonalds, con lo que la vida del protagonista pega un giro. Pero en pocos minutos hay otro y empieza su huida, que incluye su vida oculto dentro la juguetería Toys R´ Us.

Y si, en cierto modo la historia es insólita desde el momento en que se refugia allí. Aparece tal como en el afiche colorido y protagoniza algunas escenas más o menos de comedia (el personaje de Peter Dinklage, que es lo más parecido a un antagonista que hay en la historia, posibilita varios momentos de humor). Pero, en el fondo, la historia es un drama. Se trata de un fugitivo que tiene que sostener una doble vida y gracias a esa aproximación es que la película le da un aire novedoso a las historias sobre ladrones.
Ladrones sin alfombra roja
Steven Soderbergh glamorizó a sus ladrones con un elenco de superestrellas en su remake de Ocean´s eleven y todas sus continuaciones (la original también tenía su glam y reparto estelar). Julia Roberts y George Clooney aparecían como figuras aspiracionales, ideales.
Martin Scorsese presentó una versión humorística y delirante del estafador Jordan Belfort en El lobo de Wall Street. Brad Pitt encarnó una versión dura pero engalanada de Jesse James en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford. Los criminales también pueden ser tipos muy malos encarnados como personajes muy potentes, como hizo Robert De Niro con Al Capone en Los intocables.

Tal vez un ejemplo histórico que se acercaría al tratamiento del ladrón que se hace en esta película sería Bonnie and Clyde, con Warren Beatty y Faye Dunaway. En este caso, Cianfrance le da al Roofman un tratamiento dramático que muestra que realmente entendió al personaje y su situación. Lo que hizo es increíble, pero no es chiste ni aventura, es solo una persona buena intentando salir delante de la manera más equivocada posible. Es un antihéroe, en definitiva, muy distintos a los ladrones antihéroes del cine en general porque no es ideal. Luce creíble tanto el protagonista como los personajes que lo rodean (vale destacar a Kirsten Dunst en una gran actuación).
Puede que pase bajo el radar dentro de la renovación constante de títulos en las salas. De todos modos, si se puede, bien vale la pena disfrutarla en cine. La pantalla grande y la sala oscura se convierten en un buen recurso para vivir el realismo de Un buen ladrón con más intimidad y empatía. Ese es un mérito nada despreciable, por si le faltaba alguno.



