Cada 7 de septiembre, Argentina celebra el Día del Enólogo, una fecha que recuerda la inauguración de la Quinta Normal de San Juan en 1862, impulsada por Domingo Faustino Sarmiento, institución pionera en la enseñanza agrícola y enológica del país.
La esencia de hacer vino se mantiene intacta desde hace siglos, pero el rol del enólogo cambió profundamente. Durante mucho tiempo, su tarea comenzaba puertas adentro de la bodega: esperaban la uva y, a partir de allí, elaboraban el vino. Punto. Trabajo finalizado.
Sin embargo, las nuevas generaciones decidieron dar un paso más, o varios pasos: salir al viñedo y caminar junto a los ingenieros agrónomos para tomar decisiones en conjunto desde la raíz misma del proceso.

Y si avanzamos en el tiempo, en los últimos años, además, sumaron una responsabilidad -tal vez- inesperada: comunicar ellos mismos cada botella. Ya no alcanza con dominar la técnica; ahora los enólogos dejaron la bodega y la viña para encontrarse cara a cara con los consumidores, ya sea en ferias, catas o vinotecas.
Ese diálogo les abrió una puerta distinta: comprender qué buscan los consumidores de hoy y, en especial, qué esperan las nuevas generaciones de esta bebida milenaria que se reinventa sin perder jamás su esencia.
Nuevos consumidores; nuevas estrategias
El escenario global también desafía: en los últimos 15 años, el consumo de vino cayó un 7,5% a nivel mundial. Frente a este panorama, las bodegas buscan seducir a un público joven con otras estrategias.
"Hoy la comunicación es clave y los jóvenes tienen mucho acceso a la información y, por ende, se van nutriendo y se van interesando en probar vino", dice Rodrigo Serrano Alou, enólogo de Domaine Bousquet.

"Las nuevas generaciones tienen una idiosincrasia distinta en la forma de acercarse al vino y en el vínculo con la situación de consumo", afirma Santiago Mayorga, enólogo de Cadus y Nieto Senetiner. "Por ejemplo, nuestro objetivo en la bodega es tener un portfolio versátil, con vinos para todas las situaciones, entendiendo que tanto las nuevas como las viejas generaciones tienen distintos gustos según el momento, la época del año y la comida", remarca Santiago.
Eduardo Rodriguez (h), enólogo de Corbeau Wines, va un paso más allá y suma un nuevo concepto a la comunicación: el storytelling. "A los jóvenes les importa mucho el storytelling, pero ya no el del 'old school', donde les importaba saber técnicamente, procesos complejos y palabras difíciles, sino que quieren conocer historias, quieren ver personas y sentirse identificados, no con una cuestión técnica que aburrió, cansó y los confundió", sostiene Rodriguez.
Para Mayorga, sigue pesando mucho lo que está adentro del vino versus el storytelling. "No sabría decir el porcentaje, pero si el vino no es bueno o no tiene la calidad deseada, no hay por dónde empezar a hablar. Después, el storytelling sí tiene mucho que ver en cómo se cuenta la historia: de dónde viene ese vino, las personas que están detrás, la razón de existir y un montón de otras cosas, como el clima que se siente en esa botella. Todo eso creo que lo hace especial, y ese relato también es el que conecta con las distintas personalidades".
De vinos jóvenes a vinos sin alcohol
Ante este panorama, una de las tendencias emergentes es la producción de vinos con menor graduación alcohólica o incluso vinos sin alcohol, una práctica aprobada por el INV en 2024. Esta iniciativa responde a un mercado cambiante, más consciente de la salud y con un estilo de vida activo, especialmente entre los consumidores más jóvenes
"Ya hace varios años que se ve una tendencia a nivel mundial de consumir vinos que tengan menor graduación alcohólica, vinos que sean más livianos, que tengan más frescura, que sean más fáciles y más amables a la hora de tomar", dice Jimena López Campos, Gerente de Enología de Bodega Andeluna.

Sin embargo, Jimena remarca que ante las tendencias, es muy importante no olvidarse de los consumidores más tradicionales. "Ellos siguen teniendo el gusto por consumir vinos de una escuela más antigua y por eso también es importante la diversidad. Creo que hoy por hoy los enólogos tienen que tener la suficiente amplitud técnica como para poder desarrollar vinos que sean atractivos para todos los rangos etarios y, también, para todos los distintos mercados, tanto los de exportación como en el interno".
Esa frescura de la que se habla en los vinos jóvenes, Rodrigo Serrano Alou se la asocia a la fluidez. "Eso hace que un consumidor inexperto o una persona que no consume vino se pueda acercar más fácil y se transforme en alguien que empieza a consumir; y, después, como todos, vas probando, vas conociendo y te va gustando y te vas complejizando en el paladar. Y, al revés, hay consumidores más tradicionales que entienden de tendencias mundiales y las aceptan y les gustan y otros que prefieren seguir con los vinos súper concentrados, súper extraídos y demás".

Momentos de consumo
Más allá del estilo, la relación con el vino está cambiando: ya no es el centro de la reunión, sino el acompañante. "El vino tiene que pasar a un segundo plano, donde acompaña una charla, una risa, una comida... no ser el centro. El centro tiene que ser el momento, el compartir y que el vino acompañe ese compartir", explica Rodríguez.
Entre tradición e innovación, las voces coinciden: la calidad, la diversidad y la historia son imprescindibles; la sustentabilidad y la comunicación, cada vez más demandadas; y los jóvenes marcan la agenda. El vino no es solo una bebida: es un acompañante de experiencias, risas y momentos compartidos, con identidad propia y espacio para todas las generaciones. El desafío de crear vinos que no sólo se beban, sino que se vivan.