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Eduardo Levy Yeyati: "Sin balance fiscal y financiamiento externo, no hay reestructuración que sea sostenible"

Tomás Rodríguez Ansorena

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Para el economista y decano de la Escuela de Gobierno de la UTDT, el acuerdo con los acreedores "es apenas una ventana para corregir nuestros desequilibrios estructurales". En esta entrevista con Forbes analiza la negociación con el FMI, el proyecto de universalización del IFE, la ley de teletrabajo y la "vieja discusión sobre medio ambiente y crecimiento".

11 Agosto de 2020 17.44

"Argentina no requiere una reforma laboral, sino varias". Eduardo Levy Yeyati cree que "la falta de trabajo está en el origen de nuestro estancamiento y de nuestras crisis", según escribió en una de sus últimas intervenciones públicas. Buena parte de sus reflexiones giran en torno de esa "ecuación insostenible" en donde menos de un tercio de la población en edad de trabajar tiene un trabajo estable. Se dedicó al tema en su libro de 2018, Después del trabajo, donde despliega un amplísimo abanico de ideas sobre la constatación de que, en algún momento, "el trabajo como lo conocemos será desplazado por la máquina". Pero aquello es más un punto de fuga que un final. En cualquier caso, siempre habrá un después. 

Esa agenda del futuro, paradójicamente acelerada por la pandemia, parece estar lejos de Argentina, de su "declinación productiva" y su "déficit fiscal crónico". Uno de los temas de esa agenda es la renta básica universal, que el Gobierno impulsa en estos días como mecanismo para reemplazar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Para Levy Yeyati, el debate por el ingreso universal es "ilusorio" en este contexto recesivo, y afifrma que "lo que hoy se discute es, en rigor, no una extensión sino un ajuste de la cobertura del IFE". No es un tema nuevo para este ingeniero civil, doctor en Economía, novelista, consultor y académico, que, entre otras cosas, fue economista jefe en el Banco Central, dirigió la estrategia de mercados emergentes de Barclays Capital, fue asesor del Banco Mundial, presidió CIPPEC y hoy es el decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, donde fundó y también dirige el Centro para la Evaluación de Políticas basadas en la Evidencia (CEPE). En una muy popular charla TED de 2016, Levy Yeyati defiende las políticas de ingreso universal y recuerda las resistencias que encontró el presidente estadounidense Franklin D. Roosvelt en 1935 para introducir el sistema de jubilaciones en plena Gran Depresión. “El Ingreso Básico Universal es hoy tan delirante como lo era la jubilación hace apenas 100 años”, dice Levy Yeyati en el video. Cuatro años después, y en medio de una crisis global que revivió esas inquietudes, cree que el "debate debería ser distinto".

Sos un defensor de las iniciativas de ingreso universal, corregime si me equivoco. ¿Cómo creés que puede implementarse en Argentina?

Más que un defensor, veo al ingreso universal como una manera de redistribuir un boom de productividad y riqueza que queda en pocas manos. Hoy estamos en un escenario opuesto: fuerte recesión y, en el caso argentino, declinación productiva y déficit fiscal crónico. En este marco, el sentido del debate debería ser distinto: un piso de ingreso para eliminar la indigencia, combinado con un programa de formación profesional que ayude a que la población marginada consiga un trabajo. Esto último es esencial. Tengamos en cuenta que sólo el 27% de la población en edad de trabajar tiene un empleo. El resto son independientes, informales, desocupados y pasivos. Si excluimos empleados públicos, sólo el 18% aporta algo significativo al Tesoro. Pero todos cobran al menos la PUAM (Pensión Universal para el Adulto Mayor) y, precisamente por la precarización laboral, muchos reciben asistencia social. Estos números son de antes de una pandemia que, cuando se levanten los diques de ATP y prohibición de despidos, destruirá empleo. Si no ponemos a la gente a trabajar, no hay manera de que la ecuación fiscal sea sostenible.

La ley de teletrabajo revivió la idea de que es precisamente el Estado el que empuja a la informalidad. ¿Qué opinás sobre eso? ¿Creés que Argentina necesita una reforma laboral?

Creo que la ley es inadecuada por varias razones, entre ellas, que mucho de lo que regula ya está contemplado en la Ley de Contrato de Trabajo, por lo que bastaba con una campaña. Además, varias de las “innovaciones” de la ley, como la reversibilidad cuando el puesto es remoto en su origen, atentan contra la viabilidad de una modalidad laboral que puede ser esencial para reparar el mercado laboral en los próximos años. La ley no necesariamente mueve a la informalidad, pero si puede contribuir a la precarización, al alentar a la empresa a contratar al trabajador como independiente, sin beneficios ni estabilidad ni requisitos del empleador. Esto se debatió en el Congreso, la oposición pidió cambios que no se tomaron, y prevaleció la urgencia de sus impulsores por el anuncio y la foto. Espero que los errores se subsanen en la reglamentación. 
El mercado de trabajo ya no es el del asalariado de convenio fordista de mediados del siglo XX, que hoy representa menos de un tercio de la población activa. Necesitamos actualizar convenios. Y flexibilizarlos: la negociación de las grandes empresas no puede ser la misma que la de las pymes más intensivas en trabajo, o que las empresas del interior con costo de vida diverso. Un convenio único también induce precarización. También necesitamos un Instituto de Formación Laboral, que puede ser aprobado de manera independiente del resto de las medidas. Y un régimen especial con beneficios portables para el trabajador independiente, que incluya las nuevas modalidades de trabajo. Y otro régimen para los trabajadores de la economía popular, hoy condenados al subempleo y el subsidio. En fin, Argentina no requiere una reforma laboral, sino varias, que vayan saliendo secuencialmente.

El debate por el acuerdo con China para producir carne de cerdo introdujo otro de los temas de esa agenda de futuro:  la tensión desarrollo/ambiente. ¿Qué opinás de estos proyectos en particular y el modo en que Argentina debe encarar estos temas?

La polémica se inscribe en la vieja discusión sobre medio ambiente y crecimiento que, si bien no son contradictorios, suelen no ir de la mano. Los ambientalistas suelen promover la economía circular, que reduce la demanda, o el decrecimiento. También se oponen al fracking, los contaminantes y a los transgénicos. Eventualmente, lo harán con la carne. Es decir, con la mitad de nuestras exportaciones actuales y potenciales. El caso de los cerdos es una variante del mismo dilema, que en un país empobrecido que necesita aumentar exportaciones para evitar la siguiente crisis toma un carácter polémico. A mí, como habitante urbano de ingresos medios, me importa mucho el medio ambiente, pero también entiendo dos cosas: que la Argentina no es particularmente contaminante, y que necesita crecer imperiosamente para no seguir ahondando la dualidad social y la pobreza. A la luz de esto, creo que lo aconsejable es en una solución intermedia: producir, con controles del impacto ambiental.

Apenas conocido el acuerdo de deuda aparecieron algunas críticas respecto de que el Gobierno solo "pateó" el problema para el próximo mandato. ¿Qué opinás sobre eso? ¿Qué tan sustentable es el arreglo?

El acuerdo hizo dos cosas. Primero, alivió los pagos en un 25%, recortando un poco el capital y mucho los intereses. A fin de 2019 teníamos que pagar US$ 129.000 millones de deuda externa y ahora, si todos entraran todos al canje, nos tocaría pagar 94. Segundo, extendió plazos, eliminando pagos en este mandato, lo que equivale a pasarle la pelota al próximo. Pero, sobre todo, apuntando a recuperar el balance fiscal y el financiamiento durante el período de gracia. Es que, a pesar de lo que suele sostener el gobierno, sin balance fiscal y financiamiento externo, no hay reestructuración que sea sostenible. En particular, si en 2022 la Argentina tiene déficit fiscal, no crece y tiene que pagar más del 5% en dólares para refinanciar los pagos de la deuda externa, volveremos a pensar en un evento de default. Esto es apenas una ventana para corregir nuestros desequilibrios estructurales, como la falta de exportaciones, la inestabilidad del peso, el fracaso educativo o la dificultad de crear empleo. El riesgo es que se lo tome como un éxito o un punto de llegada.

En la negociación con el FMI, habrá que discutir el programa económico, además de los términos financieros. ¿Qué creés que se van a pedir mutuamente las partes?

El gobierno va a pedir tiempo (debería pedir dinero adicional, pero dudo que lo haga). El Fondo pedirá un programa financiero, que hoy no existe, que explicite de dónde saldrán los recursos para pagarle al Fondo y a los bonistas, lo que implícitamente requiere un plan de reformas. Es difícil que el FMI cierre un acuerdo en base a números sin explicación fuente como se hizo con los bonistas.

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