Qué ver: La cárcel en dos miradas; Las vidas de Sing Sing y La mujer de la fila
Entre el streaming y las salas de cine, coinciden dos películas que arrojan nuevos puntos de vista sobre el trillado género de cine carcelario. La vivencia de una madre desde fuera de las rejas y el proceso de un grupo teatral de presos son sus temas.

Hace una semana estuvo en Uruguay el poeta y cineasta argentino César González, para presentar la segunda parte de su autobiografía. César, cuyo vocabulario parece el de un intelectual, es un ex pibe chorro, nacido en una villa, que pasó años en un instituto juvenil y en la cárcel. Durante su charla, criticó el morbo que despierta la idea de la prisión y cómo se proyectan imaginarios sobre ella desde el exterior. A su modo, tanto Las vidas de sing sing (Prime Video) y La mujer de la fila (en cines), tratan sobre esto.

Historias duras, sin morbo

La mujer de la fila, protagonizada por Natalia Oreiro, se basa en la historia real de una madre con un hijo que fue a la cárcel por un delito que no cometió, una mujer que se convirtió en referente latinoamericano de la lucha por el tratamiento humanitario en esos ámbitos. A pesar de inspirarse en una historia real, está contada como un thriller con elementos ficcionados y es estructurada sobre un sólido guion.

Las vidas de Sing Sing se apoya también en una experiencia real, que es el llamado RTA o Programa de Rehabilitación a través de las Artes, aplicado en algunas cárceles de Estados Unidos (en Uruguay también los hay, aunque con despliegues más modestos). Trata sobre un pequeño grupo de reclusos que, dirigidos por un director que es también trabajador social, forman un proyecto teatral mientras uno de ellos se convierte en dramaturgo en ese ámbito y espera recuperar su libertad.

La vida de Sing sing. Foto: Difusión.

El principal punto común de ambas películas es que incluyen un repertorio muy grande de personas reales, no actores ni actrices, que vivieron o quizás todavía viven, dramas relacionados a la privación de libertad. 

"Estamos presos con vos", le recrimina el personaje de Oreiro a su hijo en un momento de quiebre en una frase que expresa cómo afecta ese ámbito a familiares e incluso a quienes trabajan en cárceles. Incluir a personas que lo viven, le aporta una cuota de autenticidad a las dos películas.

Cada una tiene su propio punto de vista para contar el drama. La argentina elige mostrar la experiencia carcelaria desde fuera y centrarse, sin ser discursiva, en un hecho real: en su mayoría, los presos son sostenidos material o afectivamente por mujeres, sean madres, hermanas o parejas. 

La estadounidense, que muestra una cárcel muy distinta, más limpia y bastante menos brutal, se ubica totalmente dentro de los muros y se concentra en los ensayos del teatro y el proceso que van viviendo los presos. 

En ambas queda claro que detrás de su producción hay un largo proceso de investigación para contar sus historias con respeto, siendo fieles a las necesidades del cine y sin dejar de lado las cuestiones sociales de base. Las dos atrapan desde el inicio, cada una a su manera. 

Maneras de contar

La mujer de la fila apela a ciertas fórmulas de guion del cine comercial y las emplea con sutileza, ya que se nota una preocupación por mostrar el aspecto casi testimonial de la historia. Lo cierto es que, tal como indican los manuales de escritura cinematográfica, en ella hay una protagonista que vive en un mundo con reglas establecidas.

Ese mundo se ve destruido de golpe, ella se ve obligada a salir de su ámbito para entrar en otro nuevo, debe conocer sus reglas, es guiada por una mentora y atraviesa un periplo que la devolverá distinta a su mundo original. En términos generales, es la estructura de llamado "camino del héroe", definido por el académico Joseph Campbell y aplicado en películas tan distintas como Matrix y Star Wars

Natalia Oreiro en La mujer de la fila. Foto: Difusión.

En lugar de jugar en contra, ese artificio del guion atrapa de primera al espectador, la carga de tensión y además le agrega una gran cantidad de hechos reales. Claro que la vida cotidiana no tiene la estructura de una película y por eso se hace valioso el oficio del guionista y director a la hora de contar para la pantalla grande.

Las vidas de Sing Sing es más discreta y menos formulaica. Se enfoca mucho en los trabajos de ensayo, en los vínculos humanos, en las actitudes y gestos de sus protagonistas (casi todos presos o ex presos). Incluye detalles interesantes, como cuando el director que trabaja con el grupo les propone ejercicios físicos que podrían parecer tontos, pero que en ámbitos carcelarios contribuyen a desestructurar la tensión que se vive.

El ángulo que presenta para contar su historia es distinto, tal vez más pausado y enfocado en retratar un proceso en el que el arte aparece como algo terapéutico, una herramienta de redención en vidas extremadamente complicadas. 

El arte y los puntos de vista

El morbo que despierta la cárcel, tal como decía César González en su conferencia, puede llevar a que se la represente desde el lado bestial, sucio, corrupto o violento. Está la manera brutal de El marginal o de la reciente secuela femenina En el barro, que tan fantasiosa como morbosa. Se puede hablar de la vieja miniserie Tumberos, de Adrián Caetano, más cinematográfica Sueños de libertad, poética y novelesca, o de Alcatraz, un gran policial con Clint Eastwood. 

Hay incontables ejemplos que reflejan, a su modo, los imaginarios sobre las cárceles y las realidades de los distintos países; por algo no es lo mismo la brasileña Pixote que la serie Orange is the new black, aunque retraten ámbitos de violencia y privación de libertad.

La vida de Sing sing. Foto: Difusión.

La mujer de la fila elige el punto de vista exterior, el de la madre que se desvive por saber cómo vive su hijo del otro lado de la reja. Las vidas de Sing Sing se instala al otro lado de la reja, pero se enfoca en el proceso artístico (los parlamentos de Shakespeare que ensayan parecen reflejar sus vivencias) y de la violencia se habla, pero no se muestra. 

Lo valioso e interesante de ambas, aparte de que estén disponibles al mismo tiempo, está en la manera en que intentan aportar a un tema social desde el cine. Sus temas son dos preguntas en debate. ¿Hay algo mínimamente humanitario en el tratamiento en las cárceles? ¿El arte puede transformar y redimir incluso a los supuestamente peores seres humanos de esta sociedad? Las conclusiones las sacará cada espectador o espectadora, pero quien las vea, obtendrá miradas sin morbo, quizás menos prejuiciosas y que, hasta ahora, no habían sido exploradas.