7 motivos por los que tenemos que regalar educación financiera en estas fiestas
Leo Piccioli Economista, Autor, ex-CEO
Leo Piccioli Economista, Autor, ex-CEO
Este año, propongo un acto de rebeldía. Un regalo que no hace ruido, no tiene luces y probablemente genere una cara de confusión al principio. Un regalo que no es solo el objeto, sino lo que representa. Los siete motivos:
Como líderes, profesionales y padres, llenamos nuestros discursos de propósito, sostenibilidad y valores. Pero en Navidad, esa narrativa se derrumba. Caemos en la trampa del consumo desenfrenado, enseñándoles a nuestros hijos que la felicidad viene en una caja. Es una contradicción brutal entre lo que decimos en la oficina y lo que hacemos en casa.

Van a vivir en un mundo sin jubilación garantizada, con ingresos variables de la gig economy, y un universo de criptomonedas y NFTs a un clic de distancia. Y peor aún, con acceso irrestricto (hola legisladores) a plataformas de apuestas online que prometen ganancias fáciles e instantáneas. La inflación argentina ya les enseñó que el dinero se evapora. Lo que nadie les está enseñando es qué hacer al respecto.
El sistema educativo a duras penas vive en el siglo XX. Esperar que la escuela les dé las herramientas para navegar la economía del siglo XXI es una fantasía. Por eso escribí un libro sobre finanzas: porque me di cuenta de que si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer. El cambio curricular no va a llegar a tiempo para tus hijos.
Podés dejarles plata, propiedades o una empresa. Pero la historia está llena de fortunas que se evaporaron en una generación. El verdadero legado no es un fideicomiso; es la capacidad de generar, proteger y hacer crecer su propio capital. Y esto se potencia en un mundo donde cada generación vive más tiempo: una vida de 100 años no se puede sostener sin criterio financiero.
Acá está la paradoja argentina que nadie quiere ver: una tele se compra en 12 cuotas sin pestañear. Una casa, al contado y en cash. Invertimos al revés: financiamos el consumo que se deprecia y pagamos al contado el activo que se valoriza. ¿Por qué? Porque nos educaron para consumir. El desarrollo económico no empieza en el Congreso. Empieza en la mesa familiar, enseñando la diferencia entre un pasivo y un activo.

Regalar educación financiera es decirle a tu hijo: "El mundo es duro, la plata importa, y nadie te va a enseñar esto si no lo hacemos nosotros". Es lo opuesto al "todo va a estar bien" marketinero. Es darle un mapa en lugar de una venda para los ojos.
En un futuro de inteligencia artificial y automatización, el conocimiento técnico se vuelve un commodity. La capacidad de tomar buenas decisiones financieras, en cambio, es un superpoder. Como dijo Warren Buffett: "La inversión más importante que puedes hacer es en ti mismo". No seremos recordados por la cantidad de regalos que hicimos, sino por la calidad de las herramientas que les dimos.
Este fin de año, regalá rebeldía.
Todo el sistema —las publicidades, las redes sociales, la presión familiar— grita "consumí". Rebelarse es hacer una pausa y elegir diferente. Es recuperar esa vieja idea de nuestros abuelos con su caja de ahorro postal: la satisfacción de construir algo a largo plazo.
Regalá algo que crezca. La primera acción de una empresa que admiren. Un libro que les enseñe lo que la escuela no enseñó. Es el único regalo que, en lugar de juntar polvo en un estante, les va a pagar dividendos toda la vida.
En otro orden de cosas, ya es best-seller mi nuevo libro “Finanzas. Lo que no te enseñaron en la escuela”.