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Jugando con fuego y perdiendo otra oportunidad para la economía,

Marina Dal Poggetto Economista y directora ejecutiva de Eco Go Consultores

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28 Mayo de 2021 10.25

Cuando el mundo ayuda, el BCRA compra dólares y mantiene dominada la brecha cambiaria entre 60% y 70%, la política opera como si la estabilidad cambiaria fuera la norma y la prioridad vuelve a impulsar el corto plazo de cara a la próxima elección. Casi siempre, sin medir los efectos cruzados contraproducentes de esas decisiones en el cortísimo plazo y sin pensar en cómo sigue una vez definida la elección. 

En el medio, tres obstáculos: 


Una inercia inflacionaria que se ubica en el 4% mensual en los últimos siete meses con el dólar oficial, las tarifas y las paritarias funcionando como semi ancla. Lejos del mensaje de la vicepresidenta en diciembre pasado de que en el año electoral el salario (y las jubilaciones) tienen que ganarle a la inflación, ambos vienen perdiendo por goleada frente a la aceleración de los precios con una suba que acumula casi un 18% en los primeros cuatro meses del año y que a junio se acercaría al target del 29% incluido en el Presupuesto para todo 2021, y difícilmente el año termine con una inflación por debajo del 50%. 
 

Con datos a marzo, las jubilaciones y los salarios perdieron casi 10 p.p. respecto de la dinámica interanual de la inflación. La llegada de la segunda ola del COVID con un proceso de vacunación, y la necesidad de restringir la movilidad para limitar la congestión del sistema de salud. Una sociedad partida al medio y hastiada que reacciona frente a las medidas. 

Un gobierno y una oposición que toman decisiones en base a lobbys sindicales/sectoriales y encuestas que reflejan la grieta. Detrás, un impacto sobre la actividad y el empleo que en términos macroeconómicos va a ser sensiblemente menor al de 2020 en magnitud y duración, por lo que la economía crecería entre 6% y 8%, en contraste con la caída del 10% de 2020. 


El impacto fiscal/financiero y monetario detrás frente a los dos primeros puntos en un contexto donde el propio Gobierno sigue poniendo palos en la rueda a la negociación con el FMI y por ende a la refinanciación del vencimiento con el Club de París por US$ 2.400 millones el 31 de mayo, mientras hasta el momento siguió pagando con Reservas los vencimientos con organismos internacionales de crédito. Por ahora, la aceleración de la inflación en el margen, el uso de las jubilaciones y salarios como semi ancla y el rebote de la actividad registrado hasta marzo permitieron en simultáneo achicar el déficit fiscal, reducir el financiamiento monetario y licuar parte del 
excedente de pesos recreado en 2020. 

Mientras tanto, la compra de dólares del BCRA coordinada por el anuncio de abandono del crawling peg (en enero, el BCRA movía el dólar al 4% mensual, en abril al 1,5%, y en mayo se reduciría aún más: ¿1,2%?) con el salto violento en el precio de los granos, aceleró la liquidación de exportaciones y permitió al BCRA intervenir en la brecha cambiaria, pagar a organismos internacionales y acumular algunas reservas. Desde el mínimo de marzo, las reservas netas aumentaron más de US$ 2.000 millones y se 
ubican en US$ 5000 millones. 


Este equilibrio financiero es estable mientras el BCRA siga comprando dólares, y el Tesoro refinanciando los vencimientos de pesos en un contexto donde la tasa de interés de pesos queda corta respecto de la aceleración de la inflación y la brecha, y solo es positiva frente a la devaluación del dólar oficial. En abril, el BCRA prácticamente no tuvo que intervenir en la brecha cambiaria, y en lo que va de mayo viene utilizando entre US$ 10 y US$ 15 millones diarios. 
 

Luego de dos colocaciones fallidas a fines de marzo y principios de abril, el Tesoro volvió a conseguir financiamiento neto positivo, aunque en mayo se enfrenta con un primer test dado por la concentración de $ 300.000 millones en manos del mercado. Para esto el Tesoro viene apelando a los bancos y a los FCI que, en conjunto con el aumento en la demanda de pesos para pagar el impuesto a las Grandes Fortunas, permitieron financiar la salida parcial de los fondos off shore que 
quedaron atrapados en instrumentos en pesos. 


Paradójicamente, la soja en casi US$ 600 la tonelada (valía US$ 380 en octubre pasado y US$ 520 en nuestro último informe), los US$ 4.370 millones por la emisión de Degs del FMI que ingresarían a las arcas del BCRA en algún momento entre agosto y octubre, y el nuevo carácter del FMI con la administración Biden brindan grados crecientes de libertad que el Gobierno en su conjunto se encarga de dilapidar. Siguen sobrando pesos, faltando dólares, y los precios de los bonos están de remate. 

Con la dinámica de los últimos meses sobran un poco menos de pesos y faltan un poco menos de dólares en las Reservas que en octubre pasado, y probablemente recompongan un poco más en los meses de estacionalidad alta en la salida de la cosecha (hasta julio). Pero el margen sigue siendo acotado si no se descomprime el frente financiero, y para las elecciones que pasarían para noviembre falta mucho. Están jugando con fuego, perdiendo otra oportunidad para la economía, pero fundamentalmente poniendo en riesgo su propia estrategia cortoplacista. Como me dijo un amigo comentando el sainete de la semana pasada, Macondo es rutina para nosotros.

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