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Moda uruguaya: marcas locales conquistan nuevos mercados pese a los altos costos y falta de recambio generacional

Alejandra Pintos

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De talleres artesanales a boutiques en el exterior: las marcas uruguayas redefinen el diseño local, buscando expandirse sin perder la esencia que las distingue, incluso en medio de un escenario desafiante para producir en el país.

2 Agosto de 2025 08.00

En Uruguay hay consumidoras dispuestas a pagar $25.000 por un gamulán, $7.000 por un buzo o $4.000 por un par de jeans. Si el producto es de una marca nacional, mejor. 

Esa apertura al consumo de diseño local permitió que el sector madurara: hace 15 años el diseño uruguayo vivía una etapa emergente; hoy, está consolidado. Incluso, algunas marcas como Savia, MUTMA, Pastiche y Margo Baridon lograron posicionarse incluso en mercados exigentes, como el estadounidense —ayudadas por iniciativas gubernamentales como Uruguay XXI—. 

Sin embargo, el camino sigue siendo complejo: los márgenes son bajos y las estructuras pequeñas, pero las diseñadoras insisten en que este es el modelo de negocio que eligen porque les permite sostener la esencia de sus marcas.

Quién hace la ropa

Uno de los puntos más sensibles está en la manufactura: las marcas deben decidir si producir localmente y tener mayor control y cercanía, o hacerlo en el exterior.

Para empresas como Savia, mantener la producción local no es solo una decisión económica, sino también identitaria. La cofundadora de la marca, Helena Betolaza, explica que la reactivación de los talleres ha sido posible gracias al empuje de las marcas locales, que encontraron en estos proveedores aliados estratégicos. Esta relación personal con los talleres es, según la diseñadora, parte de la esencia de la marca y uno de los motivos por los cuales no contemplan abandonar la producción nacional, incluso si crecer implica explorar otras alternativas en el exterior.

Helena Betolaza. Cofundadora de Savia. Foto: Gentileza Savia
Helena Betolaza. Cofundadora de Savia. Foto: Gentileza Savia

"Es una tremenda alianza estratégica entre los proveedores y nosotros. Era una industria que estaba apagándose y con todas las marcas locales que surgieron, que empezaron a moverse y a fabricar acá, todos los talleres empezaron a tener trabajo", destaca Margo Baridon, fundadora y directora de la marca que lleva su nombre.

La cadena de producción, sin embargo, es compleja y artesanal. Una prenda puede pasar por múltiples manos —desde los talleres de confección hasta quienes realizan los lavados, colocan botones y ojales o planchan—, sumando capas de trabajo que pocas veces son visibles para el consumidor final.

La ecuación productiva

Confeccionar en Uruguay, reconocen las empresarias, implica costos que muchas veces duplican o incluso triplican los de producir en el exterior. Sin embargo, la opción de trasladar la producción fuera del país tampoco es sencilla: la mayoría de los fabricantes internacionales exige volúmenes muy superiores a los que ciertas marcas pueden manejar y requieren de una logística compleja.

En ese contexto, algunas empresas exploran alternativas en Latinoamérica, en países como Perú o Colombia, donde las cantidades mínimas son menores y la logística más accesible. 

En el caso de Baridon, por ejemplo, los costos crecientes y el atraso cambiario la llevaron a reducir su foco en la exportación —que llegó a representar el 50% de su facturación— y concentrarse en el mercado local, aunque mantiene la búsqueda de alternativas productivas que le permitan seguir compitiendo sin resignar calidad. 

Margot Baridon. FOTO: Leonardo Mainé
Margot Baridon. FOTO: Leonardo Mainé

Las hermanas Sofía y Silvina Salgado, de Muss Leathers, por su parte, remarcan que producir en Uruguay les da control sobre el proceso y cercanía con el cliente, pero reconocen que es "carísimo" y poco escalable: si un cliente internacional les encargara 200 carteras, aseguran, sería difícil responder a ese volumen sin perder calidad.

Otras, en busca de mejores márgenes de ganancia, han trasladado hasta el 90% de su producción al exterior, en países como Italia, China, India y Brasil (principalmente zapatos). Para algunas fuentes de la industria, las marcas le "soltaron la mano" a los fabricantes.

Talento, clientes y futuro

A la ecuación económica se suma un desafío estructural: el recambio generacional en los oficios. Las diseñadoras advierten que muchos proveedores están próximos al retiro y que no hay nuevas generaciones capacitadas para continuar con estas tareas especializadas, lo que compromete la sostenibilidad del sector en el mediano plazo.

En un mercado dominado por el fast fashion, las marcas locales apuestan por el valor agregado: calidad, diseño y una atención personalizada. Muss Leathers, por ejemplo, evita entrar en la "catarata de descuentos" que proponen los grandes retailers y trabaja en ofrecer experiencias personalizadas, fortaleciendo el vínculo con su clientela fiel.

Sofía y Silvina Salgado, de Muss Leathers. Foto: Gentileza Muss Leathers
Sofía y Silvina Salgado, de Muss Leathers. Foto: Gentileza Muss Leathers

En el caso de Muss Leathers las dificultades propias de Uruguay —un mercado pequeño, con costos elevados y poco margen para escalar— son innegables, pero no deben transformarse en excusas. "El verdadero desafío es hacer crecer la marca y convertirla en un negocio sostenible".

Pese a todo, el consumo local sigue creciendo. El desafío ahora es combinar expansión y rentabilidad sin perder la esencia que llevó a estas firmas a destacarse: productos con identidad, hechos en Uruguay y con valor agregado para el consumidor.

"En el momento que lanzamos Savia yo estaba convencida, apostamos a las mujeres uruguayas, y ellas apostaron por nosotras. Todas las marcas fuimos haciendo un gran trabajo de creación de marca, de educar al consumidor, y hoy vos ves mujeres que se visten casi exclusivamente de diseño nacional", remata Betolaza.

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