Representar a la Argentina frente al mundo no es un acto menor. Mucho menos cuando se trata de defender una profesión que conjuga el conocimiento técnico, sensibilidad cultural y una profunda vocación por el servicio. Marcela Rienzo -sommelier internacional, presidenta de la Asociación Argentina de Sommeliers- lleva años habitando ese cruce con firmeza y elegancia, descriptores que comparte con muchos vinos argentinos.
Desde mayo de 2023 está al frente de la AAS y este año representó oficialmente al país en la Asamblea General de la Association de la Sommellerie Internationale, celebrada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Allí, entre aromas nuevos, acentos diversos y paisajes deslumbrantes, reafirmó que el rol del sommelier trasciende cada copa: "Implica estar a la altura del momento, pero también mirar hacia adelante, imaginar el futuro que queremos construir como comunidad profesional".
Un oficio que trasciende fronteras
La sommellerie argentina ocupa hoy un lugar de prestigio en el mapa global. "Tenemos referentes reconocidos y una identidad profesional en constante evolución. Ya no se trata sólo de conocer vinos, sino de asumir un rol cultural, social y educativo", asegura Rienzo, con esa convicción que resume años de formación, docencia y trabajo en territorio.
La reunión internacional en Ciudad del Cabo fue un punto de encuentro para abordar desafíos compartidos por profesionales de todo el mundo: la defensa del vino como expresión cultural, la formación de nuevas generaciones, la construcción de espacios más inclusivos. "Escucharnos entre colegas nos ayuda a ver que no estamos solos en esos desafíos".
El vino, incluso en las alturas
Su experiencia comenzó antes de aterrizar. Voló a Sudáfrica en clase ejecutiva con Emirates, donde tuvo la oportunidad de catar vinos a más de 10.000 metros de altura. "Fue una clase magistral de hospitalidad", cuenta. Y también una prueba sensorial singular:
"Catar en altura es un desafío. La percepción cambia: los aromas se sienten menos intensos, la acidez se suaviza y los taninos pueden parecer más marcados. Pero también es una experiencia que abre nuevas preguntas, sobre todo cuando la selección de vinos está tan cuidada. Volar en Business fue un lujo, pero sobre todo fue una experiencia sensorial completa: desde las copas, la temperatura de servicio hasta el maridaje con la cocina de a bordo: Todo invita a disfrutar, pero también a reflexionar sobre cómo el contexto transforma la percepción del vino".
¿Qué vinos brillan en altura? "En vuelo, los vinos que mejor se expresan son los que tienen equilibrio, cierta amplitud aromática y textura amable. Blancos con buena tensión, tintos con crianza precisa, champagnes de burbuja fina y elegante", responde y agrega: "Me impresionó la curaduría; habla de respeto por el producto y por quien lo disfruta".
Sudáfrica, espejo y reflejo

El aterrizaje fue tan conmovedor como el trayecto. "Encontré una escena vitivinícola vibrante, que dialoga con su historia reciente, con sus paisajes y su gente". Y no tardó en establecer el puente con Argentina. "También nosotros venimos de una historia compleja. También encontramos en el vino una forma de decir quiénes somos. Hay una fuerza que nace del deseo de construir algo nuevo sin negar lo anterior".
Con más de quince años de experiencia en la industria, y un recorrido profesional que cruza la comunicación, la educación y la creación de herramientas sensoriales, Marcela Rienzo encarna una visión de la sommellerie que honra la tradición y apuesta al futuro.
Para Rienzo, el sommelier no es un mero traductor de etiquetas. Es un puente. Una voz que conecta, una presencia que escucha. "En un mundo acelerado, ofrecer esa pausa es un acto poderoso. A veces una buena recomendación no se mide por lo técnico, sino por la emoción que logra despertar. Ser sommelier es también tender la mano", dice. Y lo hace.