Cosmopolita, vanguardista, soberbia y orgullosa, Barcelona demuestra que, a pesar de los vaivenes políticos, sigue siendo una eterna preferida.
Perderse por la ciudad de Barcelona es la mejor manera de encontrar rincones mágicos. Caminar por los barrios Gótico o El Born es un viaje al pasado, un reencuentro con la cultura de Cataluña o Catalunya (en catalán): con su música, su poesía y su maravillosa arquitectura. Pero también es disfrutar de sus enormes espacios verdes, playas y montañas, gastronomía exquisita y entretenimiento para todos los gustos y edades.
Orgullosa de ser diferente del resto de España, en las calles se vive hoy más que nunca un fuerte sentimiento independentista: banderas de Cataluña cuelgan de balcones y edificios públicos, los empleados de bares y tiendas hablan entre ellos en catalán como para demostrar y afianzar su idioma (aunque la mayoría de los que trabajan con ellos sean extranjeros), y los carteles de muchas calles tienen ahora una chapa agregada que reza ?Republica de Catalunyá. “Los argentinos tienen su grieta, la nuestra es esta: el tema de la independencia”, confiesa un diseñador de gafas de sol premium que tiene su exclusivo local en el Gótico. Pero, a pesar del fantasma de las últimas manifestaciones y la baja del turismo del 20% que sufrió la ciudad tras el atentado en agosto de 2017, Barcelona brilla y seduce: un mes antes de comenzar la temporada fuerte de verano, el 80% de su capacidad hotelera ya estaba ocupada.
El Condado, como le dicen sus habitantes, es una ciudad segura, con veredas limpias (ni un papel o colilla de cigarrillo en el piso) a pesar de los millones de residentes y turistas que la transitan a diario. Para empaparse con el corazón de Barcelona, nada mejor que comenzar el recorrido por Paseo de Gracia, una de las avenidas más importantes de la ciudad, la que hasta 1827 fue el Camino de Jesús, que unía la ciudad con la vecina población Gracia. Durante esa época, se construyeron viviendas unifamiliares con jardín y se emplazaron cafés, teatros, restaurantes y salones de baile. Convertida en la zona preferida de la burguesía, la clase alta catalana empezó a instalarse acá y contrató a los arquitectos más famosos para la construcción o remodelación de sus casas. Hoy se puede apreciar las construcciones majestuosas de Domenech i Montaner, Puig i Cadafalch o Josep Vilaseca i Casanovas y, claro, sorprenderse con Casa Batlló (que en 2005 fue proclamada Patrimonio de la Humanidad) y la Casa Milá (conocida popularmente como La Pedrera), obras icónicas del inigualable Antoni Gaudí, creador también de la Sagrada Familia y Park Güell. Imperdonable no visitarlos.
Donde comienza esta calle, desde enero de este año, la cadena Iberostar inauguró su primer hotel en la ciudad. Frente a Plaza Cataluña, con una vista envidiable, el antiguo edificio ?propiedad de Amancio Ortega, más conocido como el dueño de la cadena Zara y el hombre más rico de España según el Ranking FORBES? fue construido en 1942 y funcionó como sede del Banesto. Ahora, completamente reciclado, cuenta con 119 habitaciones, algunas con terraza propia y vista panorámica; dúplex con jacuzzi; un restaurante con lo más destacado de la comida catalana, abierto las 24 horas; dos salas de reuniones; y una terraza en el piso diez con piscina que es un must este verano europeo para todos aquellos que quieran beber un trago mientras se contempla la ciudad con una vista 360°.
Mercado de La Boquería, en La Rambla
Para hacer shopping, no hay que moverse demasiado: por la misma avenida se albergan las tiendas de firmas de lujo como Louis Vuitton, Loewe, Armani, Cartier, Gucci e Yves Saint Laurent. Las tiendas de alta costura, centros comerciales, joyerías y decoración continúan desde ahí por la avenida Diagonal, uno de los ejes comerciales más importantes de la ciudad. Dato de color: ahí se encuentra el local de Ricky Sarkany que abrieron Antonella Roccuzzo y Sofía Balbi, esposas de Lionel Messi y Luis Suárez respectivamente.
Sentarse a comer en Barcelona es un viaje en sí mismo, que incluye tanto disfrutar unas tapas en un típico bar de barrio como saborear en pasos las degustaciones de alguno de los tantos restaurantes premiados con estrellas Michelin. Vale la pena comer o beber algo en El Nacional (sobre la avenida Paseo de Gracia número 24), un antiguo garaje de más de 100 años donde funciona el primer restaurante con distintos espacios: cuatro restós y cuatro barras especializadas. Indispensable probar el pulpo gallego en dos cocciones a las brasas y los calamares de playa a la andaluza con mayonesa de algas. Para los amantes de la carne, el chuletón de vaca vieja madurada (60 días) es una experiencia casi religiosa.
Otro lugar al que vale la pena ir a la hora de la cena es Els Quatre Gats, que fue inaugurado en 1897 y se convirtió en un lugar legendario frecuentado por Rubén Darío, Gaudí y un joven Picasso, que expuso por primera vez ahí sus cuadros. Cultura aparte, se come exquisito y los mozos del lugar son pura simpatía y hospitalidad made in Cataluña.
Durante el día, dos lugares inevitables para comer y comprar delicatessen son El Mercado de la Boquería en La Rambla y el Mercado de Sant Antoni, en el carismático barrio del Eixample Esquerra, que acaba de abrir sus puertas y donde se puede encontrar entre semana puestos de todo tipo de comidas, verdura, frutas, pescado, carne y, por si fuera poco, ropa, zapatos y utensilios para el hogar. Los domingos es inevitable perderse entre los libros de segunda mano y los sellos para coleccionistas.
Claro que los fanáticos del fútbol quizás prefieran comer en Bellavista del Jardín del Norte, el emprendimiento gastronómico de Lionel Messi, o probar las pizzas y empanadas caseras de Chalito Rambla, propiedad del uruguayo Luis Suárez. A la hora de degustar los mejores tragos de la ciudad, en una de las zonas con más movida nocturna y sobre la calle Aribau, se encuentra Dry Martini, considerada una de las coctelerías más emblemáticas de Barcelona y la única en España que aparece en la lista de los 50 Best Bars del mundo. Al ingresar, la primera impresión es la de un sitio formal, con banquetas altas y sillones de cuero en verde y rojo; detrás de la barra está Ceferino, que lleva más de un cuarto de siglo en el local. Es un espectáculo verlo en acción mientras prepara los cócteles. Pero el lugar guarda un secreto: al salir, y tras una puerta con portero, hay un speakeasy.
Por esa misma calle y hacia La Rambla se pueden encontrar los bares con más movida, restaurantes y discotecas de la ciudad. Y ya cuando uno llega a la Rambla y ve a sus artistas callejeros, florerías y bares, entiende por qué el poeta Federico García Lorca escribió sobre ella: “La calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona”.