Si le preguntás a alguien cuál fue el objeto inanimado más valioso que se perdió en el hundimiento del Titanic, probablemente te diga oro, joyas, dinero en efectivo o piedras preciosas. Y sí, es cierto que muchas de esas cosas se perdieron para siempre cuando el barco se fue a pique en las aguas del Atlántico Norte. Pero también desaparecieron objetos irremplazables que, más allá del valor económico, tenían un peso histórico y cultural imposible de recuperar.
Algunos de ellos fueron:
- "La Circassienne au Bain", de Merry-Joseph Blondel. Se trataba de una gran pintura al óleo de estilo neoclásico. Su dueño, Mauritz Håkan Björnström-Steffansson —uno de los sobrevivientes— reclamó una indemnización de US$ 100.000 al llegar a Nueva York. Hoy, ese monto equivaldría a unos US$ 2 millones.
- Una edición enjoyada de "El Rubaiyat", del poeta Omar Khayyam. Era un ejemplar raro, lujoso y costoso, que desapareció con el naufragio.
- Cinco pianos de cola Steinway, que formaban parte de los lujos del barco. Eran instrumentos de alta gama y de una calidad artesanal excepcional para la época.
- Un Renault Tipo CB Coupé De Ville de 1912. El auto pertenecía a William Carter, un millonario que viajaba en primera clase. El vehículo quedó atrapado en las bodegas del Titanic.
- Primeras ediciones de obras de Francis Bacon. Entre los libros que se perdieron había copias raras del filósofo y artista inglés.
- Porcelana fina, entre la que se incluían vajillas y jarrones decorativos que también terminaron en el fondo del océano.
- Opio, que formaba parte de una carga ilegal transportada en la bodega del barco y terminó también bajo el agua.
Sin embargo, el paquete más valioso perdido a bordo del Titanic probablemente haya sido un cargamento de más de 40 cajas de plumas de aves exóticas, que tenía como destino los talleres de sombrerería en Nueva York.
Estas plumas alcanzaban precios altísimos en el mercado neoyorquino y su demanda respondía a la moda de la época. La industria de la sombrerería tuvo un efecto devastador sobre las poblaciones de aves, ya que se trataba de un negocio que dependía directamente de la caza de especies exóticas.
El auge de los sombreros con plumas y la desaparición de especies de aves
A comienzos del siglo XX, Nueva York se transformó en el centro de la industria sombrerera en Estados Unidos, impulsada por la demanda de sombreros llamativos y lujosos entre los sectores más acomodados. La moda femenina, especialmente durante la Edad Dorada y los primeros años del siglo XX, incorporó sombreros recargados y decorativos, adornados con materiales exóticos como plumas, flores y, en algunos casos, cuerpos enteros de aves.
Sombrereros reconocidos como Caroline Reboux y Lilly Dache alcanzaron gran notoriedad. Sus diseños se convirtieron en sinónimo de estatus y sofisticación. La demanda por este tipo de sombreros, cargados de plumas, fue especialmente fuerte entre la élite con mayor poder adquisitivo.
El uso de plumas en la sombrerería no se limitaba a ejemplares pequeños. También se utilizaban plumas de aves más grandes, como garcetas, garzas y avestruces. La moda de aquel entonces generó una demanda insaciable, lo que abrió un mercado devastador para las aves.
Ornitólogos, conservacionistas y naturalistas empezaron a notar la disminución de varias especies, muchas de las cuales eran cazadas en grandes cantidades para abastecer esa demanda. El periquito de Carolina, originario del sureste de Estados Unidos, fue una de las especies más afectadas. Su plumaje llamativo era muy buscado para fabricar sombreros, y eso provocó una caza masiva. A comienzos del siglo XX, la población de periquitos ya se reducía de manera alarmante, hasta desaparecer por completo.
Por más trágica que haya sido la historia del periquito de Carolina, Estados Unidos también tiene otro periquito nativo menos conocida: el periquito verde. Esta especie logró evitar la extinción y aún sobrevive en una pequeña zona de Texas. Podés ver más sobre su historia acá.

Muchas de estas aves eran cazadas durante la época de reproducción, cuando sus plumas estaban en su punto máximo de esplendor y eran más fáciles de encontrar. La matanza indiscriminada que impuso la industria de la sombrerería despertó una conciencia cada vez mayor sobre la necesidad de proteger la vida silvestre. Frente a esta crisis ambiental, surgieron los primeros esfuerzos de la Sociedad Audubon, que buscaban frenar la caza de plumas y preservar las poblaciones de aves.
Con el paso del tiempo, el impacto destructivo de la industria sombrerera sobre las especies aviares generó cambios legales y sociales importantes. La indignación pública por el rol de la moda en la disminución de estas especies llevó a la sanción de la Ley del Tratado de Aves Migratorias de 1918, que buscó proteger a las aves frente a la caza y la explotación. Ese momento marcó un antes y un después en la historia de la conservación y en la forma de concebir la responsabilidad ambiental dentro del mundo de la moda.
Aunque la popularidad de los sombreros con plumas empezó a perder fuerza con el avance del siglo XX, las consecuencias de ese auge perduraron. Para el periquito de Carolina, el daño fue definitivo: la declararon oficialmente extinta a principios del siglo, arrasada por una moda que pronto dejaría de usarse.
*Con información de Forbes US.