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Milei
Liderazgo

¿Qué perfil de liderazgo se espera de Javier Milei, el próximo presidente de la Argentina?

Alejandro Melamed

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Las competencias que se requieren para dirigir los rumbos del país tienen ahora ciertas particularidades que las diferencian de otros momentos históricos. Cuáles son y cómo deberá afrontarlas Javier Milei al asumir el próximo 10 de diciembre.

16 Noviembre de 2023 12.08

Un “piloto de tormentas”. Así se conoció a Carlos Pellegrini cuando, hace 133 años, su gobierno enfrentó una profunda crisis económica en la Argentina. Si hubiera que hacer una analogía con el perfil de liderazgo que deberá tener nuestro próximo presidente a partir del 10 de diciembre, se podría decir que ahora se necesita un verdadero “piloto de tsunamis”. Sabemos que el escenario se presenta complejo y que, desde hace ya muchos años, el país transita un proceso de decadencia, con consecuencias muy nocivas en múltiples sentidos, sobre todo desde el punto de vista ético, social y económico. Y, si bien hemos tenido presidentes de diferentes extracciones políticas, claramente las respuestas que han brindado están muy alejadas de las expectativas generadas en cada uno de los ciclos.

Luego de largos meses de proceso electoral, de debates encendidos, de chicanas a la orden del día y de encuestas que se contradicen semana a semana, nos encontramos ante la oportunidad de renovar la esperanza. Pero, una vez más, nuestra fe choca contra la crudeza de los indicadores económicos, que muestran con contundencia cómo los sectores más vulnerables y los que menos tienen son siempre los más perjudicados. De uno u otro modo, todos los argentinos sufrimos las consecuencias de estar en un barco que sigue sin encontrar su rumbo.

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Quien ocupe el sillón de Rivadavia deberá contar con ciertas características clave y muy específicas.

En este marco, el nuevo presidente tendrá la posibilidad de demostrar con hechos sus promesas de campaña e implementar medidas con impacto positivo y sostenido en el tiempo. Sin embargo, el perfil de liderazgo y las competencias que se requieren para dirigir los rumbos del país tienen ahora ciertas particularidades que las diferencian de otros momentos históricos.

No sólo se espera que quien ocupe el sillón de Rivadavia sea un servidor público y un ser humano honorable y respetable. También deberá contar con ciertas características clave y muy específicas, entre las que se requerirán:

 

Pensamiento estratégico

Entender veloz y profundamente el estado actual en el que se encuentran las diferentes “áreas foco”. Manejar la incertidumbre del presente, mientras se piensa en el día después. Establecer un destino esperanzador, un horizonte competitivo entre las naciones, un norte claro y preciso para el corto, mediano y largo plazo. Fijar los planes de acción precisos que permitirán conectar ese escenario aspiracional con la realidad presente y los mecanismos que asegurarán su cumplimiento y ajustes en caso de ser requerido.

Sentido de urgencia y firmeza para tomar decisiones difíciles

En momentos como los que transitamos, donde se define el futuro a partir de un presente tan complicado, hay que tener mucho coraje y valentía para actuar con decisión y enfrentar cada una de las dificultades. Sobrellevar el presente y soñar el futuro. Tener la serenidad y agilidad necesarias para decidir rápido y bien, pensando siempre en el bienestar general. No puede temblar el pulso al definir sobre cuestiones críticas y habrá que soportar las presiones de aquellos que siempre están tratando de defender sus propios y mezquinos intereses.

Rodearse de los mejores 

Armar equipos estelares a partir de jugadores estrella. Implica la capacidad de seleccionar y asignar a los mejores en cada una de las áreas y coordinar los esfuerzos para que cada uno contribuya desde su lugar a un objetivo superior, de manera alineada, coordinada e interdependiente. Ser receptivo a las propuestas de cada uno de los integrantes y pensar siempre en la trascendencia como equipo más que en los lucimientos individuales.

Inspirar confianza

Es un intangible crítico, que se transformará en un habilitador de la gestión. Será una construcción que desde el primer día tendrá que estar presente a partir de la generación de credibilidad -demostrando solidez y conocimiento de los temas- y la confiabilidad -honrando los compromisos asumidos-. Ser creíble y confiable. Saber, saber hacer y cumplir aquello que se compromete. Coherencia y consistencia.

Sensibilidad y calidad comunicacional

No se conduce un país desde un escritorio solamente, sino estando lo suficientemente próximo de la realidad.  Permanecer siempre sensible a las necesidades de los que más requieren. Hablar con lenguaje humano, cercano, accesible y simple para expresar las ideas. Escuchar con atención a los que más saben. Ser receptivo a las ideas de cada uno de los distintos sectores -especialmente a aquellos que opinan diferente-, comprendiendo que el interés general es lo que debe primar.

Generar alianzas de valor

La colaboración en un mundo hiperconectado implica poder identificar a todos aquellos que contribuyen a logros sostenibles. Pasar de relaciones transaccionarles a vínculos de valor con diferentes interlocutores -tanto personas, organizaciones y países-, pensando en escenarios superadores de abundancia sostenible, donde todos salgan ganando.

Humildad

Nadie sabe de todos los temas y hay que tener valor para reconocerlo. Es el amor propio inteligente que nos preserva de pensar demasiado en nosotros mismos, recordándonos cuán lejos hemos llegado y lo lejos que estamos de lo que podemos ser. Hace falta un ego muy sano para ser humilde y ello se espera de un representante de todos. Reconocer la vulnerabilidad humana y aprender rápidamente de los errores-que sin dudas aparecerán- para enderezar el rumbo velozmente cada vez que se lo necesite.

Integridad

Modelar con el ejemplo un estilo personal y de país donde se valore la austeridad, la decencia, la rectitud, el valor de la palabra empeñada y se premie el mérito. La honestidad y la transparencia en el sentido más amplio, en cada momento, en cada acción, entendiendo que solo se está transitoriamente en un lugar de privilegio, administrando un capital público, que no es propio, sino de todos.

 

Por último, el nuevo presidente deberá actuar desde el primer momento con gran talento y talante. Debe reconocer rápidamente dónde invertir sus propios recursos (tiempo, energía y capacidades) para enderezar primero y luego sostener el barco en la dirección apropiada, para llegar a ese destino aspirado, sorteando cada uno de los obstáculos que se vayan presentando.

Se requerirá de mucha GRANDEZA para hacer lo que hay que hacer, modificar todo lo que hay que modificar, dejar una huella positiva y trascender como alguien que pueda transformarse de un presidente en un ESTADISTA, del cual todos -independientemente del color político- nos sintamos orgullosos y salgamos beneficiados.

Hablamos de un referente no sólo por sus ¿qués? -logros, indispensables-, sino -fundamentalmente-  por sus ¿para qué? -propósito- y ¿cómos? -valores y formas-.

Sin dudas, todos los que habitamos este bendito país nos merecemos un presidente que esté a la altura de las circunstancias, en este contexto tan complicado que nos toca vivir. Sea cual sea su color político, es lo que todos queremos. Está en juego nuestro futuro pero, más importante aún, el de nuestros hijos y nietos.



* Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas, speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de ocho libros, entre ellos El futuro del trabajo ya llegó (2022), Tiempos para valientes (2020), Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017).

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