Estas siete cualidades inspiradas en personajes de ficción podrían transformar por completo la dinámica de tu equipo
A veces, la clave no está en los cargos ni en la experiencia, sino en lo que cada uno aporta como persona. Una invitación a repensar liderazgos, roles y vínculos a partir de figuras literarias que dejaron huella.

Tu equipo tiene las credenciales, la experiencia y los sistemas adecuados. Sin embargo, algo no termina de encajar. Las reuniones se vuelven monótonas, la dinámica no fluye y no lográs entender qué es lo que falta. A veces, el problema no está en lo que el equipo sabe, sino en las cualidades de liderazgo o en las habilidades que cada uno aporta.

Hace poco me acordé de Los papeles de Peterkin, esa colección de cuentos del siglo XIX, escrita por Lucretia P. Hale, que narra las ocurrencias de una familia bienintencionada pero desesperadamente poco práctica. En uno de mis relatos preferidos, la señora Peterkin le pone sal al café por error, pensando que era azúcar. En vez de admitirlo y preparar una taza nueva, llama a expertos que intentan salvar la bebida con tónicos, tinturas y consejos cada vez más extraños. Nada resulta. Hasta que una mujer de visita le sugiere la solución más simple: tirar el café y hacer uno nuevo.

Esa escena —la de insistir con un remedio equivocado cuando lo que hace falta es empezar de cero— me quedó grabada. Pienso en ella cada vez que hablo de liderazgo, porque mucho depende de quiénes se sientan a la mesa. Y, seamos francos, las mismas personas tienden a pensar igual. A veces, lo que necesitamos es imaginar una mesa completamente distinta, con otras voces y otras habilidades.

Releer esta historia también me hizo pensar en el impacto que tienen los héroes y personajes de los libros que leemos de chicos, en la adolescencia y ya de grandes. Dejan una marca que no se borra porque son el tipo de personas con las que queremos estar, o en las que nos imaginamos convertidos. La mujer sabia que siempre tiene la respuesta más aguda, la forastera imposible de domar cuya mirada va más allá que la de cualquiera.

¿Te acordás de ese personaje que te fascinaba? Tal vez tenga algo que enseñarle a tu equipo. Por eso propongo un experimento mental para este final de verano: si pudieras invitar a cualquier personaje de ficción a tu próxima reunión, ¿a quién elegirías?

A simple vista suena como un juego para pasar el rato, pero detrás hay algo más serio: una reflexión sobre las cualidades humanas que buscamos —y que muchas veces ignoramos— en nuestros colegas, líderes y en nosotros mismos. Estos invitados imaginarios ponen en evidencia lo que valoramos de verdad: empatía, curiosidad, coraje y flexibilidad. Y nos obligan a pensar a quién le damos un lugar (y a quién dejamos afuera) de nuestras reuniones reales, y por qué.

Acá van siete habilidades o cualidades clave de liderazgo y los personajes de ficción que mejor las representan.

La brújula moral (Atticus Finch, de Matar a un ruiseñor, de Harper Lee)

Atticus Finch es imperturbable. Escucha más de lo que habla y, cuando lo hace, todos prestan atención. Es la conciencia del equipo, el que recuerda cuáles son los valores que los unen, sobre todo cuando la situación se complica. Algunos dirán que su ritmo es demasiado pausado para la velocidad con la que se trabaja hoy, pero yo pienso lo contrario. 

En momentos de crisis, Atticus aporta estabilidad. Hace las preguntas incómodas e insiste en que seamos humanos y justos al contestarlas. Si tu equipo enfrenta dilemas éticos o relaciones internas enredadas, vale la pena tener la sabiduría tranquila de Atticus. Y, sobre todo, a alguien que recuerde cómo vivir de acuerdo a los valores que pregona.

La retadora de suposiciones (Elizabeth Bennet, de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen)

Ingeniosa, perspicaz y sin paciencia para las tonterías, Elizabeth Bennet es la retadora original. Es la voz en la sala que desafía el pensamiento colectivo, no para imponer su punto de vista, sino para que todos piensen mejor. Aporta el escepticismo justo a presentaciones recargadas y a lluvias de ideas llenas de lugares comunes. No deja pasar ninguna suposición sin ponerla a prueba, y lo hace con una ceja arqueada y una chispa en la mirada.

Si tu equipo está estancado, demasiado correcto para discutir o confunde armonía con alineación, elegí a Elizabeth. Tiene el encanto suficiente para sacudir la rutina.

La observadora curiosa (Francie Nolan, de Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith)

Francie lo ve todo: la crueldad, la belleza, la pobreza y la gracia. Observa con atención, no para juzgar, sino para entender. Su fuerza está en su capacidad de mirar y escuchar antes de actuar. Nos recuerda que no hace falta alzar la voz para ser sabia, ni tener autoridad para comprender lo que importa.

Elegí a Francie si tu equipo necesita dejar atrás ideas viejas, enfrentar lo incómodo o ver su trabajo desde otra perspectiva. Ella enseña que el asombro es una forma de inteligencia y que la mente de un principiante no es inmadura, sino valiente.

La instigadora creativa (Jo March, de Mujercitas, de Louisa May Alcott)

Jo no respeta la agenda. Se olvida el lápiz. Tal vez llegue tarde. Pero si le das libertad para divagar, vuelve con una idea que a nadie más se le ocurrió. Representa esa energía improvisada, apasionada y un poco caótica que empuja la innovación. Cree en lo posible y le escapa al "siempre lo hicimos así". No será quien tome nota en la reunión, pero sí quien abra la conversación que todos temían iniciar.

Cuando tu equipo necesita salirse de los márgenes o recordar por qué se enamoró del trabajo en primer lugar, Jo es la elección ideal.

La aprendiz implacable (Hermione Granger, de Harry Potter, de J.K. Rowling)

Hermione Granger entiende el valor de la preparación. Llega con datos, historias y, si hace falta, soluciones para viajar en el tiempo. Pero su aporte va más allá: encarna una cualidad de liderazgo que hoy es más necesaria que nunca, la valentía de decirle la verdad a quien tiene el poder. No le asusta ser la persona más inteligente de la sala y, al mismo tiempo, acepta que la corrijan. Su verdadero crecimiento llega al entender que liderar no es solo dar la respuesta correcta, sino saber cuándo escuchar, cuándo dar un paso atrás y cuándo dejar que otros tomen la delantera.

Elegí a Hermione si tu equipo necesita rigor intelectual, visión de largo plazo, hambre de aprender y a alguien que recuerde por qué hace lo que hace, no solo cómo.

El portador de cultura (Samwise Gamgee, deEl Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien)

Sam no busca brillar. No pretende ser el centro de atención. Pero carga con el peso cuando los demás ya no pueden. Todo equipo necesita un Sam: alguien que se presenta siempre, que cree en la misión (y en vos) y que sigue adelante incluso cuando la montaña parece inalcanzable. Representa la lealtad, la resiliencia y la amabilidad, esas cualidades silenciosas que no figuran en un currículum, pero que en la vida real definen el éxito o el fracaso de un equipo.

Si tu equipo está exhausto, al borde de romperse o intentando escalar juntos una montaña, Sam es la mejor elección. Te recordará que nadie consigue lo difícil —ni lo grande— en soledad.

La narradora empática (Dana Franklin, de Kindred, de Octavia Butler)

Dana Franklin viaja en el tiempo, desde la California de los años 70 al sur de Estados Unidos antes de la Guerra Civil, donde enfrenta la brutalidad de la esclavitud mientras intenta mantener su sentido de justicia y su identidad. Representa la empatía radical, la capacidad de adaptarse y la inteligencia emocional necesarias para sobrevivir —y liderar— a través de épocas, relaciones de poder y culturas. Escucha antes de actuar, deja espacio para distintas verdades y no se retrae ante las historias duras ni las decisiones incómodas.

Si tu equipo lidia con estructuras heredadas, una crisis cultural o conversaciones complejas sobre las diferencias, necesita la claridad y la sabiduría de Dana. Ella demuestra que liderar no es solo tener una visión, sino animarse a enfrentar la tensión y preservar la humanidad.

¿Quién falta en tu equipo?

Cuando imaginamos el equipo remoto ideal, no estamos armando un simple borrador de fantasía. En realidad, nos preguntamos qué cualidades valoramos de verdad en quienes trabajan con nosotros. Y, quizás más importante, cómo hacerles lugar.

Está claro que los equipos reales no se forman con personajes ficticios, sino con personas imperfectas, brillantes, distraídas y comprometidas. Pero los personajes que elegimos admirar revelan lo que deseamos, con quién queremos estar y en quién queremos convertirnos. No es casual que sigan marcándonos años después de haberlos conocido. Al fin y al cabo, ¿a quién no le vendría bien más curiosidad, reflexión, claridad ética, resiliencia emocional, un toque de terquedad y la voluntad de empezar de nuevo cuando, sin querer, pusimos sal en lugar de azúcar?

El verano ofrece una oportunidad poco común: bajar un cambio, hacer una pausa y preguntarnos no solo qué está haciendo nuestro equipo, sino en qué se está convirtiendo. Es un momento para repensar con quién nos reunimos y cómo potenciamos a cada uno. La pregunta no es solo: "¿Estamos alineados en la estrategia?", si no también: "¿Estamos alineados en el tipo de personas que queremos ser, juntos?".

Si eso implica preparar una nueva cafetera de café o sumar voces distintas a la mesa, bienvenido sea.

Nota publicada en Forbes US.