En un mundo cambiante en el que la complejidad a veces parece superarnos, sobre todo si hablamos de finanzas y en particular en el hemisferio sur, encontrar referentes que ayuden a navegar el caos de información resulta fundamental, una tarea a la que la ex-creativa Laura Visco está abocándose a través de su comunidad de rápido crecimiento en LATAM y Europa, Amiga, Hablemos de Plata.
Visco forjó una carrera de casi dos décadas en la élite de la publicidad internacional, liderando agencias como CCO en Ámsterdam y Londres, donde vivió hasta hace poco antes de mudarse a España. Su trabajo la posicionó como una voz influyente dentro de la industria, no solo por su mirada creativa, sino por su compromiso con impulsar una agenda de género en un entorno históricamente machista como la publicidad. Luego de alcanzar su libertad financiera decidió poner su experiencia en comunicación al servicio de una causa urgente: cerrar la brecha entre las mujeres y el dinero. Así nació Amiga, Hablemos de Plata, una comunidad que busca democratizar el acceso al conocimiento financiero con perspectiva de género, clara y sin rodeos.
¿Cuál es tu background y qué referencias en cuanto a dinero tenías o con las que creciste, sobre todo siendo que construiste tu patrimonio desde cero?
Vengo de una familia de clase trabajadora, de esas típicas argentinas, donde las gaseosas solo aparecían para los cumpleaños. Mi padre era de los que se mataban trabajando, pero por malas decisiones nos quedamos sin nada. La crisis del 2001 me marcó, como a muchos, pero en mi caso fue porque tuve que salir a ayudar a mi padre a pagar una montaña de deudas. Ahí me encontré con el dinero de una manera cruda, real, sin adornos. No había lugar para el error. Aprendí rápido a ser metódica, a no desesperar pero resolver. Fue una lección práctica de supervivencia. Lo que me sorprendió fue la complejidad de las deudas: qué es realmente una deuda, cómo un país puede entrar en default, qué pasa cuando todo se derrumba. Fue como un curso acelerado de economía, pero de la vida misma. Y a partir de esa experiencia, mi curiosidad creció. No solo quería salir de ese agujero, sino entender por qué existía el agujero en primer lugar.
¿Cómo y por qué comenzaste la comunidad AHP?
Empecé Amiga, Hablemos de Plata porque estaba harta. Harta de ver cómo el dinero se sigue presentando como una barrera infranqueable para las mujeres. No por falta de capacidad, sino por una escasez deliberada de acceso. Acceso a la información, a la conversación y, lo que es más grave, acceso a la legitimidad. El dinero es un campo de juego donde históricamente se nos ha dicho que no pertenecemos, que no sabemos, que no entendemos. Como si esa ignorancia no fuera construida, sino natural, casi inevitable. También porque últimamente hay una obsesión con "aprender a invertir", como si esa fuera la única vía válida o deseable de relacionarse con la plata. El dinero es una trama emocional, política, histórica. No vive en un Excel ni en el mercado de valores, sino en la vida misma. Hablar de dinero es hablar de todo lo que nos dijeron que no podíamos desear: autonomía, poder, seguridad, descanso. Es preguntarnos por qué nos cuesta tanto cobrar, pedir, negociar, poner límites. Por qué nos da culpa tener y a veces, incluso, querer tener.
¿Qué hace diferente a la propuesta y mirada de AHP?
Lo que diferencia a Amiga, Hablemos de Plata no es solo el tema que aborda, sino desde dónde lo hace. La mayoría de los discursos financieros dirigidos a mujeres no son educativos: son moralizantes. Nos hablan como si fuésemos un problema a corregir. El enfoque de AHP parte de una crítica clara: los discursos financieros actuales feminizan la culpa. Se nos educa con el mito de la compradora compulsiva, con la idea de que nuestro problema es el "gasto innecesario", como si el verdadero peligro para nuestra economía personal fuera ese vestido en oferta y no la brecha salarial estructural. Mientras a los hombres se les habla de riesgo, inversión y crecimiento, a nosotras nos adoctrinan en culpa y desmoralización. En el plano económico, esa culpa se disfraza de responsabilidad: "Si estás endeudada, es por tu falta de control". "Si no invertís, es porque sos poco arriesgada". "Si no llegás a fin de mes, es porque vivís por encima de tus posibilidades". Así, se individualiza un problema que es estructural. Se privatiza el fracaso mientras se oculta la injusticia. Esto no es accidental. La culpa ha sido históricamente una herramienta de disciplinamiento femenino. AHP busca cambiar eso: que en vez de culpa, tengamos agencia. Que dejemos de mirar las migajas y empecemos a preguntarnos quién se quedó con el pan entero.
¿Cuándo empezaste a pensar que esto podía convertirse en un libro?
Este libro nació como una necesidad. No fue una ocurrencia editorial ni un plan de carrera. Fue un acto político. Empecé a escribirlo una noche, después de ver un debate presidencial en el que se negó —sin pestañear— la existencia de la brecha salarial. Yo acababa de atravesar una demanda laboral por ese mismo motivo. Lo había vivido en carne propia. Sabía lo que significaba —en cifras, en silencios, en desgaste emocional— cobrar menos por hacer lo mismo. Y sabía que mi historia no era una excepción, sino una regla no escrita del mercado laboral para las mujeres. Esa noche me di cuenta de que no me alcanzaba con haber entendido cómo funciona el sistema ni con haber conseguido cierta autonomía financiera. Había una responsabilidad ética en no quedarme aislada en ese conocimiento. Los tiempos que vienen no son fáciles. Ya lo estamos viendo: retrocesos en derechos y discursos que romantizan el regreso a roles tradicionales. Este libro es una respuesta a ese contexto. Una forma de decir: no vamos a retroceder sin dar pelea. Y la pelea, en este caso, es cultural, económica, simbólica. Es romper el cerco del analfabetismo financiero que nos impusieron durante siglos. Es hablar de plata entre nosotras, sin culpa ni vergüenza. Es construir una narrativa que nos devuelva agencia y deseo. Porque sí, este libro habla de dinero. Pero no solo de eso. Habla del derecho a imaginarse una vida propia en un sistema que te quiere pequeña, calladita y agradecida. También por eso elegí la autopublicación, es un libro que nadie pidió pero que a la vez, muchos necesitan leer.
En un contexto de retroceso de la agenda #DEI y en donde hay referentes hablando de cosas como "recuperar la energía masculina en las oficinas", ¿qué discusiones son importantes dar?
Es un libro muy de hoy, pero lo escribí con la urgencia de alguien que vio venir esta ola hace años. La regresión no me sorprende: la historia nos ha mostrado, una y otra vez, que cada vez que hay una crisis —económica, sanitaria o política— los derechos de las mujeres son los primeros en ponerse en pausa. No es una "sensación", los datos lo confirman. La evidencia muestra que cerrar la brecha de género impulsa la productividad, la innovación y el PBI global. La desigualdad no es un efecto secundario del sistema, sino un obstáculo para su propio desarrollo. La pregunta no es si podemos permitirnos la igualdad, sino cuánto nos cuesta seguir sin ella. El libro discute eso de frente: no hay disyuntiva real entre desarrollo económico e igualdad.
¿Qué sigue para la comunidad AHP?
El libro es solo el principio. Amiga, Hablemos de Plata nació como una comunidad, pero está creciendo como un ecosistema: un espacio vivo, en constante expansión, donde hablar de dinero deja de ser tabú y se convierte en herramienta. En breve arranca el podcast, que va a ser una extensión muy potente de la conversación. Además, se vienen nuevas charlas, encuentros, talleres y más contenido para seguir haciendo lo que me propuse desde el inicio: traducir lo complejo. Porque la economía y la geopolítica no son temas lejanos ni reservados a expertos. Nos atraviesan todos los días, aunque muchas veces no tengamos las palabras para nombrarlo. AHP quiere ser ese diccionario colectivo, esa amiga que te explica lo que está pasando en el mundo con un café de por medio. Porque entender lo que pasa —en el mundo, en la Reserva Federal, en tu recibo de sueldo— también es una forma de poder. Y porque la autonomía financiera empieza por animarse a preguntar.
Los 5 tips para valorizarse
- No trabajes gratis. Ya sea en "colaboraciones", tareas extra invisibles en el trabajo o favores constantes, tu tiempo tiene valor. Las mujeres estamos acostumbradas a regalar trabajo sin darnos cuenta: en la oficina, en casa, en la familia. Lo que pasa en un ámbito se replica en el otro.
- Negociá siempre. No aceptar la primera oferta es clave. Y si te dicen que "no hay presupuesto", preguntá por bonos, beneficios o capacitaciones.
- Invertí aunque sea poco. La inflación es una máquina de empobrecernos. Poner la plata a trabajar es la única manera de que no pierda valor. Ese dinero ya lo trabajaste, ahora tiene que trabajar por vos.
- Deconstruí la culpa financiera. No sos "mala con la plata". Aprendimos a sentirnos en falta cuando como mujeres ejercemos nuestro poder adquisitivo. Es hora de cambiar esa narrativa.
- Pensá en grande. Sos tu mejor activo, el que más vale. ¿Qué inversiones necesitás hacer en vos misma para crecer en los próximos 3, 5 o 10 años? Pensalo como lo harías con cualquier otra inversión: con visión a futuro y estrategia.