La idea de tener un doble de uno mismo suena bastante atractiva. No es curioso que el cine, con Blade Runner (1982), nos haya hablado de "replicantes" de nuestra especie para hacer esas cargas de trabajo pesadas que queremos sacarnos de encima. O que la literatura de José Saramago nos haya dado en 1998 a Tertuliano, el profesor de historia que al ver una película descubre que un actor es su copia idéntica.
En 2025, si dejamos de lado las fantasías, podemos pensar que una buena parte de esto ya es una realidad: los gemelos digitales humanos existen y podrían cambiar nuestra forma de trabajar y relacionarnos, pero también plantear ciertos riesgos a nuestra seguridad.
Cuando hablamos de "human digital twins" (HDT, por su sigla en inglés), antes de entrar en sueños futuristas, tenemos que recordar qué son los "gemelos digitales" a secas. La idea tiene medio siglo: durante el programa Apollo de la NASA se construyeron naves gemelas para replicar en tierra lo que ocurría en el Espacio. El concepto tomó forma académica recién en 2003, en la Universidad de Michigan, cuando se propuso un modelo capaz de tener una "expresión digital equivalente a un producto físico".
Hay casos tangibles de esto: en el mundo de las manufacturas, las fábricas utilizan gemelos digitales para predecir fallas en las líneas de producción o simular cambios antes de aplicarlos. En la energía, las utilities modelan redes enteras para anticipar consumos, cortes o riesgos operativos. Incluso ciudades enteras se están replicando en plataformas como Azure Digital Twins (Microsoft), que permiten diseñar barrios virtuales para calcular tráfico, consumo energético y mantenimiento. ¿Por qué se hace esto? Porque optimiza, reduce costos y permite ensayar sin afectar a los "originales".
Ahora bien, con esta idea podemos pensar el salto al gemelo digital humano, algo disruptivo y digno de una ciencia ficción a lo Black Mirror. Por empezar, el concepto parece contradictorio en sí mismo, en tanto "humano" y "digital" podrían estar en tensión, aunque no hay que asociar "digital" a "virtual".
Es importante aclarar: no se trata de un simple avatar, sino un modelo que incorpora datos biométricos, comportamientos y contexto para simular su evolución y anticipar escenarios médicos, laborales o sociales. El investigador Wei Shengli propuso en 2021 la idea de "gemelo digital aumentado" y lo vinculó con la gestión integral del ciclo de vida de la salud.
Y esto ya tiene experimentación en el mundo real: modelos cardíacos digitales que permiten probar fármacos, simulaciones cerebrales para investigar el Alzheimer sin recurrir a humanos ni a animales, y proyectos corporativos que exploran réplicas de empleados para entender cómo trabajan y cómo optimizar sus tareas.

Como todo avance tecnológico, aparece el interrogante: ¿qué pasa si ese doble, creado para mejorar, se convierte en un riesgo? Nunca hay que perder de vista que, en ciberseguridad, cualquier herramienta tecnológica es un potencial vector de ataque.
Por empezar, un HDT concentra datos sensibles: genoma, biometría, hábitos, patrones cognitivos. Si un hacker logra acceder y manipular esa réplica, no solo accede a información sensible, también puede inducir comportamientos inesperados.
Pongo un ejemplo: un gemelo digital de un ejecutivo bancario que, al ser engañado, entrega credenciales críticas o toma decisiones automáticas que comprometen políticas de riesgo. En este caso, podemos multiplicar el riesgo actual.
Y bajo esta hipótesis no hay buenas noticias, porque la estadística juega en contra: si en promedio un atacante tarda horas en comprometer un sistema y una empresa demora meses en detectarlo, ¿cuánto duraría un HDT sin que lo apunte un atacante?
Por último, todo esto es también un desafío ético y psicológico. ¿Cómo convivimos con clones nuestros que hacen parte de nuestro trabajo? ¿No lo hacemo ya, en parte, con herramientas como ChatGPT? ¿Qué impacto tendría sobre la responsabilidad individual, la autoestima o incluso la sensación de logro?
Hay una tentación a la vista: que ese doble trabaje mientras el original descansa. Pero si la réplica puede hacer lo mismo que uno, ¿qué valor queda en el rol humano? Y al revés: ¿quién responde si un HDT se equivoca o, peor aún, es manipulado?
Un HDT puede ser la mayor vulnerabilidad jamás creada. Como CISO, no podemos darnos el lujo de pensar que esto está lejos. Porque si alguna vez tenemos un doble digital que actúa en el mundo real, la superficie de ataque se habrá agrandado más allá de cualquier escala que hoy podamos dimensionar.