Planificar, ahorrar y decidir con información es la diferencia entre sobrevivir y progresar
Diego Guaita CEO de Grupo San Cristóbal
Diego Guaita CEO de Grupo San Cristóbal
En un país donde nos acostumbramos a movernos en la incertidumbre, pensar en términos de corto plazo se volvió un acto reflejo. La inflación y las urgencias del contexto suelen empujarnos a decidir con lo que hay y como se puede. Pero negar el largo plazo sólo aplaza los problemas y encarece las soluciones. En el mes de la Educación Financiera, vale recordar que planificar, ahorrar y decidir con información es la diferencia entre sobrevivir y progresar.
Un dato para tomar dimensión de la oportunidad de cambiar nuestra perspectiva. En 2017, la encuesta CAF-BCRA reveló que la mayoría de los argentinos tenía escasos conocimientos prácticos en finanzas y que apenas un 29% había logrado ahorrar durante el año previo. Además, solo 3 de cada 10 evaluaba opciones antes de contratar un producto, mientras que 4 de cada 10 no tenía ninguno a su nombre. En un país con desafíos macroeconómicos complejos, esta falta de herramientas impacta directamente en la capacidad de las personas para proteger su estabilidad financiera.
Existen señales alentadoras de cambio. Según el Informe de Inclusión Financiera del BCRA (abril 2025), el 69% de la población adulta combinó cuentas bancarias y de pago, el uso de pagos electrónicos creció un 45% interanual y el 50% de los adultos accedió a algún tipo de crédito, con más de 1,3 millones de nuevos deudores netos en el segundo semestre en 2024. También se expandieron instrumentos de bajo umbral, como los Fondos Comunes de Dinero, alcanzando a más de la mitad de quienes usan cuentas de pagos.
En el segmento joven, esta tendencia es todavía más profunda: entre 2022 y 2024, la inclusión financiera subió del 9% al 41% impulsada por las billeteras digitales, cuya penetración creció del 51% al 89% de acuerdo con un estudio de CEPE y Junior Achievement Argentina.
Planificar no se limita a elaborar un presupuesto básico o reservar un mínimo para contingencias: implica desarrollar una cultura de previsión que permita destinar recursos a objetivos concretos de corto y mediano plazo, como la vivienda, la educación, la movilidad o proyectos personales.
En ese sentido, instrumentos como los fondos de retiro cumplen un rol estratégico al transformar la planificación de largo plazo en hábitos concretos de ahorro y protección. Para ello, resulta clave ofrecer soluciones claras y accesibles, con simuladores intuitivos, alertas oportunas y asesoramiento profesional. La digitalización aporta agilidad y comodidad, pero al momento de definir una cobertura, la mayoría de las personas aún prioriza el contacto con un referente de confianza. En definitiva, invertir en bienestar financiero es generar valor sostenible, fortalecer la resiliencia social y contribuir al desarrollo de comunidades más sólidas.
Argentina ya demostró que puede digitalizar pagos, ampliar el acceso y reactivar el crédito. El próximo paso es consolidar estos avances mediante una educación financiera que potencie la competitividad del país y la estabilidad de su tejido social. La evidencia es clara: de acuerdo con el Banco Mundial, el acceso a cuentas formales en Argentina alcanza al 95% de los adultos, una base que permite expandir el uso de productos de ahorro e inversión; y según la OCDE, quienes reciben formación financiera tienen hasta tres veces más probabilidad de planificar a largo plazo. Incorporar estos aprendizajes desde la escuela, las familias y el sector asegurador no es un privilegio, sino la llave para que el futuro financiero de los argentinos sea más previsible, sólido y sostenible.
*Diego Guaita, CEO de Grupo San Cristóbal