Una nueva ola bajista sacudió al precio del petróleo en los últimos días y profundizó el escenario negativo de los futuros del Brent, el barril de referencia para Vaca Muerta, que ahora teme una desaceleración en su desarrollo.
La cotización llegó a perforar los 60 dólares por segunda vez en el año y volvió al valor más bajo desde la pandemia. En consecuencia, las perspectivas de los futuros retrocedieron un escalón y visualizan una estabilidad en el valor de crudo a estos niveles para todo el año.
Es decir, un precio un 13% menor al promedio del 2025, que a su vez fue un 14% más bajo que el año previo. Dicho de otro modo, una pérdida de aproximadamente 20 dólares por barril en el lapso de dos años.
Lo más preocupante es que existen perspectivas mucho más negativas por parte de un arco amplio de analistas del mercado. “Las proyecciones de consultoras y bancos de inversión globales para el Brent están con una dispersión mayor a la usual. Del lado de los pesimistas, vemos estimados cerca de 50 dólares por barril, anclados en condiciones de sobreoferta, principalmente por crecimiento en producción en aguas profundas y el posible retorno de producción rusa al mercado global si el conflicto con Ucrania llega a su fin”, indicó a Forbes el Director de Research Corporativo en Balanz, Ezequiel Fernández.
“La demanda no ayudaría mucho debido a la progresiva penetración de vehículos eléctricos. Del lado optimista, el foco se mueve a las cuestiones geopolíticas y estimados cerca de 70 dólares por barril encuentran sustento en que ni a los países árabes ni a la plataforma shale en Estados Unidos estos precios le son favorables, por lo que podría haber mayor disciplina en la oferta”, agregó.
Una de las voces más respetadas en esta materia es la EIA (Energy Information Administration), el principal organismo de estadística y análisis de los Estados Unidos. En ese sentido, la agencia estima un crudo que rondara entre 54 y 56 dólares en el caso del Brent y entre 50 y 52 dólares el WTI (el índice más usado en Norteamérica).
“El problema es que la oferta sigue superando a la demanda, a pesar de que esta también aumentará a un paso robusto hasta 2027 (entre 0,9 y 1,2 millones de barriles diarios). Hasta ahora, Estados Unidos impulsaba el crecimiento de producción global, pero en los próximos años se espera que domine la producción de aguas profundas de Brasil y Guyana. Y Vaca Muerta emerge como una nueva fuente a bajo costo y con cada vez más infraestructura de exportación”, subrayó Miguel Sinigaglia, presidente de CAI Uruguay.
Mientras que Sinigaglia hizo estimaciones en línea con el JP Morgan y Goldman Sachs (entre 56 y 58 dólares por barril), en Adcap fueron algo más optimistas y trazaron modelos entre 60 y 63 dólares, con un repunte a 65 dólares en 2027 y 67,5 dólares en 2028.
“En general vemos bastantes riesgos al alza, sobre todo por la baja de tasas y mejora global de emergentes. Pero también por baja de las tensiones en Rusia, posible resolución el conflicto en Venezuela y los últimos aumentos de cuota de producción de la OPEP”, explicó Matías Cattaruzzi.
El por escenario entre los analistas relevados es el de Sebastián Borgarello, VP & Global Head of Energy Consulting de S&P Global, quien anticipa un barril a 50 dólares para fines del año próximo.
“Nuestra perspectiva es que el mercado está largo. Es decir, hay sobreoferta. Parte de esa sobreoferta está siendo absorbida por China, que está incrementando sus reservas estratégicas, pero eso no es suficiente para sostener el precio. De no mediar cambios en la oferta global de petróleo que equilibre el mercado, el precio internacional del petróleo seguirá bajando”, dijo.
La dificultad para Vaca Muerta es que, si bien las petroleras sostienen que el buen recurso neuquino les permite ser rentables a precios de hasta 45 dólares, la caída de los ingresos reduce los montos disponibles para concretar inversiones y, en consecuencia, el desarrollo de la formación deberá correr a un ritmo menor.
En esa línea es que el viceministro Daniel González primero anunció una eliminación de las retenciones el convencional (que de otro modo los hubiera puesto directamente por debajo del break even) y luego una ampliación del RIGI a todo el upstream para reducir el peso fiscal y mejorar las tasas de retorno.
En tanto, la industria no espera grandes mejoras de costos a raíz de la reforma laboral, pero sí confía en una baja del riesgo país que pueda mejorar las tasas de financiamiento. “Para eso, es clave que se empiecen a comprar reservas y que mejore la macroeconomía”, reclamó una fuente de la industria en diálogo con Forbes.