Las elecciones de octubre parecen haber disipado buena parte de la incertidumbre macroeconómica. Todo indica que la Argentina se encamina hacia un 2026 con menor volatilidad, y así lo perciben los grandes inversores internacionales. Sin embargo, la experiencia reciente del gobierno de Mauricio Macri actúa como antecedente y obliga a la cautela. En ese contexto, la política vuelve a posicionarse como el principal desafío a resolver para canalizar de manera sostenida miles de millones de dólares hacia el país.
Antes de cerrar el año, la Asociación Argentina de Capital Privado, Emprendedor y Semilla (ARCAP) realizó un encuentro de cierre de año en el que quedó en evidencia que el ecosistema de capital privado gana tracción, aunque algunas dudas persisten. El interés por la Argentina reaparece en las conversaciones de fondos y family offices y se refleja en un mayor volumen de reuniones, visitas exploratorias y procesos de due diligence. El entusiasmo, sin embargo, convive con una pregunta que sigue ordenando el tablero. Cuánta estabilidad política podrá sostener las reglas de juego que exigen las inversiones de largo plazo. @@FIGURE@@
Otro año con US$ 400 millones de inversiones
Desde el inicio del encuentro, Fernando Páez Solchaga, director ejecutivo de ARCAP, planteó el objetivo de la entidad en un momento en el que el mercado vuelve a mirar al país. “Desde ARCAP es muy importante poder compartir la relevancia que tiene el capital privado en la Argentina y en este momento en particular para el desarrollo que todos esperamos que tenga”, señaló.
Los números muestran una industria todavía pequeña frente a la escala regional, pero con signos de resiliencia. Páez Solchaga anticipó los datos duros del mercado de venture capital que ARCAP viene relevando. “En 2024 la inversión fue de unos 410 millones de dólares. Estamos terminando de relevar los datos de 2025, pero vemos que nuevamente estará cerca de los 400 millones”, explicó. En su lectura, lo relevante no es solo el monto total, sino la amplitud del flujo. “Es importante destacar que estas inversiones se distribuyen en una gran cantidad de startups y en sectores muy diversos”, sostuvo.
Esa diversidad aparece como un indicador clave del clima inversor, porque sugiere que el interés excede una moda puntual. Páez Solchaga lo resumió de manera directa. “No es solamente en sectores que hace tiempo levantan capital, como fintech”, afirmó, para luego ampliar el mapa. “Hay inversiones en climatech, agrifoodtech, biotech y también en crypto y fintech”. La foto que dejó el encuentro es la de un mercado aún acotado en tamaño, pero con una tendencia que se mantiene activa y con múltiples verticales.
Pensar en el largo plazo: el gran desafío
Mariano Mayer, presidente de ARCAP y managing partner de Newtopia, puso el foco en la dimensión más estructural de la inversión, la confianza. “Invertir en un proyecto es una muestra de confianza muy fuerte porque uno, cuando apuesta, lo hace pensando en el largo plazo”, afirmó. Y ubicó el cambio de clima dentro de un proceso todavía en desarrollo. “Nos entusiasma ver cómo lo que históricamente fueron oportunidades desperdiciadas hoy empiezan a concretarse”, destacó.
En su diagnóstico, el atractivo sectorial dejó de ser el principal interrogante. Lo que faltaba era el marco. Mayer enumeró un abanico amplio de oportunidades. “Hoy la Argentina tiene oportunidades en prácticamente todos los sectores. No solo en tecnología. Claramente en energía, minería, agro, turismo y biotecnología”, remarcó. El punto central, insistió, es que para que el capital llegue se necesitan condiciones que trasciendan un ciclo político. “Para invertir se necesita confianza, apostar al largo plazo, reglas claras y transparencia”, explicó.
En ese sentido, el avance del interés inversor convive con un límite claro. La política sigue siendo un factor de incertidumbre. Mario Santarelli, socio de Alba Capital Partners y vicepresidente de ARCAP en el segmento de private equity, lo abordó desde una mirada pragmática. “Que haya cautela es optimista, porque hace algunos años no había nada”, señaló. Y agregó que el private equity es particularmente sensible a la estabilidad macro y a la previsibilidad que permite planificar entradas y salidas. @@FIGURE@@
Santarelli describió con realismo el cuello de botella que todavía observan los fondos de largo plazo. “Nuestro negocio depende mucho de las ventanas de entrada y de salida”, explicó. Y enumeró las variables clave. “Salir de la inflación de dos o tres dígitos y lograr un tipo de cambio estable son condiciones necesarias para que puedan ingresar fondos”. En su lectura, el regreso gradual del interés es una señal positiva, pero insuficiente. “Todavía falta consolidar este proceso”, advirtió, y sintetizó el riesgo estructural. “La Argentina depende mucho de la política y la economía está fuertemente ligada a la política”.
El clima inversor al que aludieron los panelistas tiene además un componente visible. Más reuniones, más visitas y un seguimiento político cada vez más detallado. Mayer lo explicó con un concepto habitual en los fondos globales cuando un mercado empieza a abrirse. El miedo a llegar tarde. “Muchos inversores no quieren perder el momento y dicen ‘acá puede haber algo interesante, queremos empezar a explorar ya’”, contó. En esa línea, habló de ejecutivos que llegan con agendas amplias. “Vienen a ver todo. Tecnología, real estate, agro, minería. Tienen poder de fuego y buscan oportunidades”, relató.
Matías Peire, cofundador y CEO de GRIDX, sumó otra capa al análisis. La capacidad instalada del capital privado local para absorber flujos mayores si el contexto acompaña. “Hoy tenemos 60 gestores de fondos superdiversificados en distintos sectores”, explicó. Y agregó un dato clave para entender la brecha de escala. “Los fondos que administran esos gestores son mucho menores a los que podrían”, señaló, para subrayar que el ecosistema cuenta con equipos y procesos, aunque todavía le falta volumen. @@FIGURE@@
Peire también vinculó el atractivo argentino con un activo que atraviesa ciclos políticos. “La Argentina es muy atractiva por su capital humano”, sostuvo. Y marcó una diferencia entre segmentos. “Eso se ve mucho más en el venture capital que en el private equity, que depende más de la economía puntual del país”. En otras palabras, cuando la macro se tensiona, el venture capital puede seguir apostando al talento exportable, mientras que el private equity exige mayor estabilidad doméstica.
En biotecnología, el encuentro dejó una narrativa clara de potencial exportador y capacidad científica instalada que empieza a despertar interés externo. Durante la charla se mencionó la visita de un inversor internacional de primer nivel. “Que venga y se tome un avión de diez horas para conocer el ecosistema ya es significativo”, se señaló, y Peire relató el efecto demostración cuando ese inversor “se fue súper impactado positivamente por el nivel del ecosistema”. La tesis de fondo es clara. Hay activos listos para competir, si el país logra reducir la incertidumbre.
El cierre volvió a la política, no como debate partidario, sino como variable de continuidad. Santarelli fue explícito respecto de la señal que esperan los fondos. “El principal indicador es la ratificación de las políticas económicas”, afirmó, y lo llevó al plano electoral. “Eso se podría dar con una reelección o con candidatos de cualquier espacio que demuestren que Argentina eligió un camino y no lo va a cambiar”. Más allá de la frase puntual, el mensaje es claro. El mercado busca garantías de permanencia y previsibilidad. @@FIGURE@@
Mayer tradujo esa demanda en un concepto más amplio. La necesidad de evitar el péndulo. “No puede ser que un inversor mire si está uno u otro gobierno y eso implique borrón y cuenta nueva. Eso no debería pasar”, sostuvo. Y lo llevó a la lógica de salida de la inversión. “Si invierto hoy, dentro de cinco o siete años necesito saber que voy a poder vender parte de esa inversión a otro inversor estratégico porque el país mantiene reglas claras”.
Las expectativas para 2026
Con los datos sobre la mesa, ARCAP cerró el año con un balance que funciona también como advertencia. Hay interés, hay oportunidades sectoriales y existe un ecosistema capaz de originar inversiones en tecnología, energía, minería, agro, turismo y biotecnología. Los números muestran consistencia, con unos 410 millones de dólares invertidos en 2024 y una proyección cercana a los 400 millones en 2025, en un mapa de verticales cada vez más amplio. Pero el condicionante sigue siendo el mismo. Para que el entusiasmo se traduzca en cheques más grandes y más frecuentes, el mercado pide lo que la Argentina históricamente ofreció de manera intermitente. Previsibilidad. Y una política capaz de sostener un rumbo el tiempo suficiente como para que el capital, que siempre piensa a largo plazo, se anime a apostar sin miedo a que le cambien las reglas a mitad de camino.