Amanda Sichon creció con alergias al maní y a otros frutos secos. Durante años, lidió con un eccema severo que la obligaba a inyectarse esteroides cada dos semanas. Cansada de esa rutina, decidió probar un tratamiento orgánico para el cuidado de la piel y, en apenas tres días, logró curarse. "No me sentía cómoda tomando esteroides toda la vida", contó.
Lo que no sabía Sichon era que esas dificultades le abrirían nuevas puertas. Después de recibirse de química en la Universidad de Nueva York y completar una maestría en química cosmética en la Universidad Fairleigh Dickinson, terminó como gerente técnica en Givaudan, una empresa suiza dedicada a la producción de fragancias.
Allí conoció a Seda Bilginer, una ejecutiva de ventas que también había estudiado química, en su caso en la Universidad de Rutgers. Además de compartir la pasión por las fragancias y los productos naturales, descubrieron algo más que las unía: las dos eran estadounidenses de primera generación. Los padres de Bilginer habían emigrado desde Turquía, y ella solía pasar los veranos en la granja de sus abuelos. Los de Sichon, en cambio, habían llegado desde Filipinas.
Con el tiempo, decidieron asociarse y fundaron Esas, una marca de fragancias orgánicas de alta calidad con sede en Franklin Lakes, Nueva Jersey. El equipo está integrado por ambas fundadoras y tres empleados part-time. La empresa genera ingresos de siete cifras gracias a las ventas online y en varias boutiques. Consiguió reunir cerca de US$ 2 millones en inversiones, aportados por familiares, amigos y la firma de capital de riesgo Crescent Ridge Partners, con base en San Diego. Este respaldo llegó después de que participaran en una aceleradora impulsada por Ad Astra Ventures, de la que Crescent Ridge también es socia.
"Como fondo liderado por mujeres inversionistas de primera generación e inmigrantes, apoyar a fundadoras que comparten esa trayectoria es muy importante para nosotros", afirmó Maria Gonzalez-Blanch, socia directora de Crescent Ridge, en un comunicado. "La historia de Amanda y Seda es el sueño americano: usar coraje, experiencia y visión para transformar una industria y mejorarla para todos", agregó.
Las fórmulas únicas de la marca fueron lo que primero llamó la atención del fondo, según explicó Gonzalez-Blanch. Destacó que Esas fue la primera empresa del rubro en el mundo en obtener la certificación MADE SAFE, "un estándar casi imposible para esta industria", dijo. Este proceso de certificación revisa los productos en busca de más de 15.000 sustancias prohibidas o restringidas, y solo los aprueba si resultan seguros tanto para las personas como para el medio ambiente.
"Las fragancias forman parte de nuestras vidas a diario, pero la mayoría se elaboran con sustancias químicas no reveladas derivadas del petróleo", advirtió Gonzalez-Blanch. "Esas está reescribiendo esa historia con transparencia, seguridad y auténtico lujo", remató.
En un contexto donde cerca de un tercio de la población en países como EE.UU., Reino Unido, Australia y Suecia presenta sensibilidad a productos perfumados, Esas se posiciona dentro de una industria chica pero en pleno crecimiento.
El mercado global de fragancias naturales, que este año ronda los US$ 16,7 millones, podría llegar a los US$ 21,6 millones para 2033, según estimaciones de la firma de investigación Market Growth Reports. La proyección marca un crecimiento anual sostenido del 2,9 %. Entre las categorías más demandadas están las fragancias derivadas de frutas, flores y especias.
El impulso en el sector de fragancias naturales responde al uso cada vez más frecuente de ingredientes naturales en productos de cuidado personal, cosméticos y artículos para el hogar. También influye el avance de la tecnología, que permite mejorar la extracción y la estabilidad de esas fragancias, según detalla el informe.
Sin embargo, aunque hay un interés marcado por parte de los consumidores más jóvenes, persisten algunas trabas. Entre ellas se destacan el alto costo, la disponibilidad limitada de ciertos ingredientes, la complejidad de las regulaciones y los gastos vinculados al etiquetado de alérgenos, advierte el estudio.
En comparación, la industria de las fragancias en general mueve cifras mucho más grandes: este año alcanzó un valor estimado de US$ 55.910 millones, según datos de la misma consultora.
Los comienzos no fueron fáciles. Las fundadoras de Esas empezaron a trabajar en el proyecto en 2017, usando sus propios sueldos para financiarlo. Recién en 2020 pudieron dedicarse por completo y de manera independiente.
El primer producto que lanzaron fue el "Kolonya", un limpiador de manos hidratante y perfumado con ácido hialurónico. Con el tiempo, sumaron aromas 100 % naturales y sin compuestos sintéticos, elaborados con ingredientes botánicos. Entre las variedades que ofrecen figuran "Crema Dulce y Vainilla" y "Sándalo y Cítricos". Además de perfumes, también producen desodorantes corporales en aerosol, ambientadores y velas.
Por el costo elevado de los ingredientes, los precios son más altos que los de productos convencionales. Por ejemplo, un desodorante corporal en aerosol se vende a US$ 45 por 50 ml (1,7 onzas).
La marca se promociona principalmente en redes sociales, con apoyo de influencers, y a través de su sitio web. Allí, el público puede encontrar un glosario detallado de ingredientes, como tintura de hojas de uva de un viñedo local o clorofila extraída del bok-choy, cultivado en granjas verticales.
Aunque ambas venían del mundo de las fragancias y trabajaban en empresas del sector en EE.UU., producir sus propios perfumes fue empezar de cero.
"Tuvimos que descubrir por nuestra cuenta cómo hacer todo, desde la obtención de materias primas hasta la formulación, la producción, la fabricación, la marca y el contacto con personas influyentes", contó Bilginer.
Como trabajaban con ingredientes muy distintos a los que se usan en la industria tradicional, también tuvieron que desarrollar procesos propios. "Nuestras fragancias son tan naturales que prácticamente no tienen nada que ver con las fragancias convencionales", explicó Sichon.
Con el crecimiento de la marca, se enfrentaron a una pregunta clave: ¿qué fragancias van a gustar a los clientes? Un desafío complicado, ya que la elección de un aroma suele depender del estado de ánimo. "En resumen, no se sabe realmente; no existe una fórmula perfecta", reconoció Bilginer.
Para acercarse a esa respuesta, prueban sus creaciones con amigos, familiares y también con el público en espacios como Washington Square Park, en Nueva York.
Al principio, autofinanciaron el negocio, lo que resultó todo un desafío, sobre todo porque cada producto debía pasar por pruebas de seguridad en laboratorio. A medida que la marca empezó a crecer, buscaron capital externo. "No creo que nadie pueda prepararte para las limitaciones financieras que encontrarás al emprender tu propio negocio", admitió Bilginer.
Para mantener los costos bajo control, hoy gestionan la empresa de manera muy eficiente. El equipo está compuesto por tres empleados part-time y contratistas, mientras que tareas como el marketing digital están tercerizadas.
La logística también está optimizada: los pedidos se despachan desde un centro logístico ubicado a una hora de la sede central, y cuentan con el apoyo de una empresa de transporte en Florida para garantizar las entregas.
Todo ese esfuerzo vale la pena, asegura Sichon. Una de las mayores recompensas es la reacción de quienes habían dejado de usar perfumes por su sensibilidad. "Tenemos clientes que se sorprenden de poder volver a usar fragancias", contó.
Desde el lado inversor, Gonzalez-Blanch cree que la industria va a empezar a prestar atención. "Al igual que los alimentos orgánicos transformaron nuestra alimentación, creo que las fragancias seguras pueden y deben convertirse en el nuevo estándar de la industria", afirmó. "Amanda y Seda están logrando lo que la industria consideraba imposible: crear fragancias limpias, seguras, duraderas y hermosas. Ese tipo de innovación auténtica es precisamente lo que nos apasiona", concluyó.
Nota publicada por Forbes US