Por momentos, Argentina vuelve a parecer una ciudad suspendida entre dos países posibles: uno que intenta emerger desde la disciplina fiscal, la desinflación y un renovado apetito inversor, y otro que sigue atrapado en su fragilidad externa, su crónica escasez de dólares y la incertidumbre cambiaria que marca cada movimiento económico. En este clima híbrido —una mezcla de moderado optimismo con viejos fantasmas que nunca terminan de irse— transita la Argentina tras las elecciones legislativas del 26 de octubre, que otorgaron al gobierno un inesperado caudal de poder político.
Los bancos internacionales que visitaron el país en las últimas semanas coinciden en un diagnóstico poco habitual: se abrió una ventana de oportunidad. No es un cheque en blanco, aclaran, pero sí un margen más amplio para avanzar con reformas largamente postergadas. Tanto Bank of America, como Morgan Stanley y Goldman Sachs registraron en sus encuentros con funcionarios y empresarios un clima "constructivo", un término extraño en la jerga local, donde la volatilidad suele ser moneda corriente.
Un Congreso que cambia y un presidente que acelera
La Libertad Avanza logró en estas elecciones consolidar un mapa legislativo más favorable, con aproximadamente 43% de la Cámara de Diputados y cerca del 35% del Senado. No es una mayoría automática, pero sí una base suficiente para negociar. Bank of America sostiene que varios gobernadores —algunos independientes, otros de partidos provinciales— comenzaron a acercarse al Ejecutivo, atraídos por la posibilidad de captar inversiones y reactivar economías regionales en un contexto donde el oficialismo ganó en 15 de las 24 provincias.

En ese marco, el Gobierno prepara un paquete ambicioso:
1) Una nueva Ley Bases, con desregulaciones adicionales y una agenda procompetitividad.
2) La primera ley de presupuesto del mandato, pieza clave para ordenar el gasto.
3) Una reforma laboral que apunta a reducir costos de contratación, descentralizar paritarias y crear un sistema de seguro de desempleo.
4) Una reforma tributaria enfocada en eliminar impuestos considerados distorsivos, como los gravámenes a las exportaciones y algunas cargas financieras.
5) Un régimen para repatriar ahorros no declarados, presentado como incentivo para "mover dólares del colchón al sistema financiero".
Para los bancos internacionales, este paquete puede convertirse en el motor de un cambio duradero. Pero también advierten sobre el riesgo de sobreadministrar expectativas: sin mejoras en el frente externo, el avance de las reformas puede verse condicionado.
La economía comienza a respirar, pero el aire sigue siendo escaso
Los analistas coinciden en que el pulso económico muestra señales de estabilización. Morgan Stanley afirma que la actividad de 2026 podría crecer alrededor del 3%, en parte gracias a una caída del riesgo país, tasas reales más razonables y una reactivación del crédito, acompañada por nuevas emisiones de deuda corporativa y provincial que ya se viene viendo en el mercado.
La inflación, por su parte, continúa bajando. Aunque en octubre se registraron nuevas presiones vinculadas a movimientos bruscos en el dólar, la tendencia parece firme: la combinación de estabilidad cambiaria y política monetaria restrictiva sigue funcionando como ancla, y los bancos esperan registros más favorables en los próximos meses.
Una señal alentadora proviene de sectores como minería y energía, donde el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) ya capturó compromisos por US$ 25.000 millones, según BofA. El país transita además un superávit energético estimado en US$ 7.000 millones, que podría ampliarse a razón de US$ 2.000 millones por año en escenarios conservadores.
Pero el panorama no es tan lineal. La industria manufacturera continúa mostrando un ritmo débil, afectada por la volatilidad cambiaria y una demanda interna todavía golpeada por la recesión. Y aunque la construcción

muestra cierta recuperación, los niveles siguen lejos de los picos pre-pandemia.
El talón de Aquiles sigue siendo el dólar
La principal preocupación que repiten todos los informes es la debilidad externa. Las reservas netas del Banco Central se mantienen en niveles peligrosamente bajos, y la Argentina registra un déficit de cuenta corriente que le quita combustible a la estabilización. Goldman Sachs es tajante: aun con un escenario político favorable, la corrección cambiaria registrada hasta ahora es insuficiente para equilibrar las variables externas. Según sus cálculos, haría falta una depreciación real adicional cercana al 12% para recomponer competitividad y cerrar el déficit externo.
Desde abril, el país opera bajo un esquema de bandas cambiarias, una suerte de flotación administrada que fija un techo y un piso para el dólar. Este mecanismo, según Morgan Stanley, parece destinado a continuar en el corto plazo: las autoridades creen que aún no es viable pasar a una flotación libre sin correr riesgos de desestabilización, en un contexto donde la economía funciona parcialmente dolarizada y cualquier shock cambiario impacta de inmediato en precios e ingresos.
Goldman Sachs añade otro elemento: pese a que las bandas contienen movimientos bruscos, los mercados futuros y los dólares financieros anticipan que en 2026 el tipo de cambio podría superar el límite superior del régimen. Esto revela que el mercado percibe que el esquema, tal como está concebido, podría no sostenerse sin una acumulación significativa de reservas, algo que aún no ocurre.
Operación clave: despejar vencimientos y ganar tiempo
En el Banco Central y el Ministerio de Economía se trabaja en una operación de manejo de pasivos para reducir los abultados pagos de deuda en moneda extranjera previstos para 2026 y 2027. Morgan Stanley detectó en sus reuniones que esta iniciativa es vista como condición previa para iniciar un programa de compras de divisas que permita remonetizar la economía y fortalecer reservas. Sin despejar esos vencimientos, cualquier intento de acumular dólares queda condenado a la fragilidad.
De este paso depende también la posibilidad de volver al mercado internacional de crédito. Hoy, los bonos soberanos operan cerca de su "valor justo", según Goldman Sachs. Después de un rally extraordinario en 2024 —cuando se duplicaron en precio— y una estabilización en 2025, la mejora adicional requeriría cambios estructurales en reservas y competitividad, áreas donde los avances siguen siendo insuficientes. El país, sostienen, recuperó el acceso al mercado solo parcialmente: cualquier episodio de volatilidad podría devolverlo al terreno del riesgo extremo.
Una oportunidad real, pero no eterna
La política ha cambiado. La economía muestra señales de alivio. Y los mercados observan con menos desconfianza. Sin embargo, todas las consultoras coinciden en que la Argentina transita una zona de equilibrio delicado: una suerte de tregua entre la posibilidad de iniciar un ciclo de crecimiento sostenido y el riesgo latente de volver a caer en espirales cambiarias.
Si el Gobierno logra aprobar sus reformas clave, despejar los vencimientos de deuda y avanzar hacia un esquema cambiario más flexible sin desatar una nueva ola inflacionaria, podría consolidar una senda de crecimiento y atraer inversiones genuinas. Si falla en alguno de esos puntos, el clima de oportunidad podría esfumarse tan rápido como llegó.
La Argentina vuelve a estar ante un cruce de caminos. El desafío, esta vez, no es solo elegir la dirección correcta, sino sostener el rumbo sin desviarse ante cada intempestiva ráfaga de viento político o cambiario. En un país habituado a vivir entre paréntesis, quizá la novedad esté en que hoy existe una posibilidad concreta —aunque frágil— de escribir algo más que un capítulo aislado en su larga historia de crisis y recomienzos.