La Argentina atraviesa semanas decisivas en plena cosecha gruesa, con la soja como principal protagonista. Aunque la recolección avanza, lo hace a un ritmo más lento del habitual y bajo un contexto económico que complica cada decisión. La pregunta que sobrevuela es clara: ¿cuándo llegará ese ingreso fuerte de dólares que tanto espera el Gobierno?
Según un informe de la Universidad Austral, hasta ahora se recolectó apenas el 25% del área sembrada, cuando lo esperable para esta altura del año ronda el 50%. Los datos dejan en evidencia una demora importante, que se agrava por las lluvias pronosticadas para los próximos días. Si se cumplen esos alertas climáticos, los trabajos podrían frenarse otra vez, con impacto directo en el rinde y la calidad del grano.
A esto se suma un escenario internacional que tampoco ofrece señales positivas. En Estados Unidos, la siembra de soja y maíz avanza con buen clima y presiona los precios a la baja. En Brasil, la presión de cosecha también empuja los valores hacia abajo. Todo esto le pone un techo a las expectativas locales.
"La comercialización viene lenta, y eso genera problemas logísticos y necesidad de financiamiento. Los productores se ven obligados a vender en un contexto de precios en baja", explicó Dante Romano, profesor del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral.
Ventas históricamente bajas y mucha cautela
Esa lentitud en la venta también se ve en los números. Según Romano, los compromisos de entrega de soja alcanzan apenas el 24% de la cosecha esperada, lejos del 31% que suele registrarse para esta época. Se trata del ritmo más bajo en 11 años. Cuando se analizan los negocios a precio firme, el número es todavía más bajo: sólo un 11% de la producción ya tiene precio, frente al 16% del promedio histórico.
Entre las causas, Romano mencionó la combinación de tres factores: una cosecha que avanza con demoras, dudas sobre el rendimiento final y la incertidumbre macroeconómica, marcada por la inestabilidad del tipo de cambio y los derechos de exportación. A pesar de este contexto, en la semana cerrada al 23 de abril se comercializaron 670.000 toneladas de soja, en línea con el promedio de los últimos años. Sin embargo, esa cifra no alcanza para cambiar el humor general del mercado.
El caso del maíz también refleja cierta parálisis. La cosecha está en pausa, en el paso entre los lotes tempranos y los tardíos. "Como venimos planteando, sugerimos priorizar la venta de maíz, que hasta hace poco tenía precios atractivos. Aunque en la última semana cayó US$10 por tonelada, sigue siendo más rentable que vender soja hoy", dijo Romano. "Eso sí, el único temor es que al 30 de junio los derechos de exportación puedan volver a subir", precisó.
El contexto global también juega en contra
Mientras tanto, en el mundo aparecen nuevos obstáculos. La economía de Estados Unidos se contrajo un 0,3% en el primer trimestre y China redujo el uso de harina de soja en la alimentación porcina, del 13% al 10%, acumulando stocks sin recortar importaciones. "Estos movimientos muestran que la guerra comercial tiene impacto, y pueden seguir afectando negativamente los precios", advirtió el especialista.
En cuanto al trigo, las lluvias recientes en EE.UU. mejoraron las condiciones de los cultivos. Algo similar ocurrió en Europa y en la región del Mar Negro. Esta mejora generalizada también llevó los precios a la baja.

A pesar de todo, los analistas aún ven señales que podrían alterar el tablero. "Parece temprano para remover todo premio climático de los precios, especialmente en soja, donde EE.UU. sembraría 1,5 millones de hectáreas menos. El momento clave para los cultivos es la floración, que arranca a fines de junio. Si se dan varios días cálidos y secos, tal vez debamos monitorear esto de cerca", explicaron desde la Universidad Austral.
En ese escenario, la llegada de los dólares del agro podría demorarse más de lo previsto. Con una cosecha que no termina de acelerar, precios que se debilitan y una macro que mete ruido, el campo enfrenta semanas donde cada decisión comercial vale más que nunca.