Aunque a un ritmo más lento de lo que esperan en el sistema financiero, las variables empiezan a acomodarse tras el "apretón monetario" de los meses previos a las elecciones de octubre, que dejaron una plaza seca de pesos y a los bancos con poco margen para expandir el crédito.
El eje central de esa normalización pasa por las tasas de interés. En rangos ya en línea con el nivel de inflación, las tasas pasivas -plazos fijos, cuentas remuneradas- se ubican por debajo de 25% anual y la tasa de referencia TAMAR para los depósitos superiores a los $1.000 millones a 30 y 35 días se estacionó esta semana 31% anual. En el mercado de títulos públicos, el rendimiento de las Lecap a corto plazo también se redujo en la misma proporción para alcanzar el mismo nivel previo al inicio de las turbulencias financieras hace cinco meses.
En contrapartida, las tasas activas todavía más que triplican la inflación, una distorsión mantiene frenado el otorgamiento de nuevos préstamos. La inflexibilidad a la baja, coinciden en los bancos, no está asociada a riesgos macroeconómicos ni tampoco a la calidad de las carpetas de los potenciales tomadores de crédito sino a la modificación regulatoria sobre los encajes, la decisión del Banco Central en plena campaña que más enojó a los directivos de las entidades financieras. Si bien la autoridad monetaria flexibilizó en las últimas semanas esos requisitos, el retoque fue leve.
"Están avanzando muy despacio, no se termina de entender muy bien por qué. Se ve al Gobierno activo en la construcción acuerdos políticos, que influye en la estabilidad pero se percibe una gran cautela en el frente monetario", aseguró el Ceo de uno de los grandes bancos argentinos que acaba de presentar balance en el, como casi todos sus competidos, reportó pérdidas millonarias.
Detrás de ese quebranto, los banqueros identifican dos factores claro: por un lado, la consecuencia del endurecimiento de la política monetaria que afectó seriamente la rentabilidad y, por el otro, la creciente irregularidad de las carteras que hoy alcanza el nivel máximo en 15 años. Sobre ese frente, existe un optimismo realista.
"La morosidad ya se frenó, eso es un alivio. Pero el ratio sigue siendo alto y va a tardar en mejorar", aseguró el ejecutivo. La morosidad en créditos al consumo está en un pico de 6,6% mientras que para los préstamos comerciales la irregularidad es mucho menor, de 1,4%, cifra que de todos modos también representa el nivel más alto desde 2009.
En esa línea, Gustavo "Paco" Manríquez, titular del banco Supervielle, otra de las entidades que reportó pérdidas en su último balance, ya había pronosticado en diálogo con Forbes que recién en marzo del próximo año se reflejarán mejoras claras en ese indicador. De ahí que las expectativas en el sector para los balances del cuatro trimestre del año también son acotadas. Los números del tercer trimestre fueron un duro golpe para el sector, cuyos efectos no se diluirán en lo inmediato, pero que no son, necesariamente, un anticipo del rumbo que dominará los próximos meses. En ese sentido, analistas de Wall Street tanto del Santander como Goldman Sachs remarcan que los bancos argentinos operan en múltiplos de precio/libro históricamente bajos y que un repunte del retorno sobre el capital podría llevarlos a niveles muy superiores en 2026..
En el cortísimo plazo, en tanto, la mira está puesta en diciembre. Por estacionalidad, es un período de mayor consumo lo que implica mayor demanda de pesos.Eso habilitaría al BCRA a acelerar el relajamiento de las condiciones monetarias y propiciar con ello mejores condiciones para la actividad económica. Por lo pronto, el equipo económico avanza con pie de plomo.