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Quién es Valeria Sol Groisman, la autora de Barullo, una novela que habla sobre los trastornos de ansiedad

Andrea Albertano

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Recientemente publicada por la editorial Hojas del Sur, esta obra remite a la vida de una joven que padece ataques de pánico. Un tema de agenda tratado desde la ficción pero con un background de meses de investigación sobre unos de los males más duros y frecuentes de la vida moderna.

12 Julio de 2023 13.12

Lo dijo Tini; lo dijo Karina La Princesita; lo dijo Alejandro Sanz, todos ellos figuras públicas que se animaron a poner sobre la mesa un tema que es frecuente y que aún hoy, por falta de conocimiento, hace temblar estanterías. Hablamos de los trastornos de ansiedad. 

En sintonía con este mal de los últimos tiempos, Valeria Sol Groisman, periodista, docente universitaria y gestora cultural, coautora de libros como El ABC de la obesidad, Más que un cuerpo, Somos lo que comemos, El método No Dieta (Aguilar) y también autora de Desmuteados, se animó a darle voz a Maca, la joven protagonista de Barullo, la novela editada por Hojas del Sur.

Si hay algo para decir de esta obra es que llega en el momento justo, en tiempos en que la sobredosis de información, el ambiente corporativo que siempre pide más y la postpandemia generan un caldo de cultivo que muchas veces hace explotar hasta el más equilibrado.

En ese sentido, Barullo es una novela sobre la ansiedad, vertiginosa y profunda. Maca, la protagonista busca conocer cuál es el detonante de sus ataques de pánico que le impiden salir de su departamento. “Valeria Sol Groisman logra hacernos sentir el drama de Maca, una hiperactiva mujer que el día menos pensado es sorprendida –arrasada– por una dolencia que desconoce y que la descoloca y paraliza”, resume al respecto Mauricio Koch. 

valeria groisman, autora de Barullo
 

A días de la publicación de su libro, Valeria conversó con Forbes y detalló algunos de los puntos salientes de esta obra que tiene en foco a la ansiedad: “La enfermedad mental de nuestro tiempo. No lo digo yo. Lo dice la OMS: es la patología de salud mental más prevalente y la que más crece en todo el mundo”, anuncia.

-Venís del trabajo periodístico, en ensayos y libros de investigación y te lanzaste a un texto de ficción. ¿En qué te inspiraste para elaborar esta novela y de qué herramientas del periodismo te nutriste?

-Creo que Barullo es de alguna manera una secuela de mis libros anteriores. Los ensayos y libros periodísticos que escribí fueron una suerte de preparación. Lo digo en el sentido de que ya en esos textos aparecían las mismas preocupaciones que aparecen en la novela: la arbitrariedad del concepto de normalidad, el rol de las emociones en la toma de decisiones, la hiperconexión y la importancia de reconocer en el otro a un igual, de respetar lo distinto y aceptarlo. 

Ahora, la diferencia entre mis primeros libros y el último radica en la veracidad. Barullo es una historia ficticia con personajes ficticios. Verosímiles, pero inventados. En los libros periodísticos, por supuesto, uno se agarra de la realidad, de lo que se puede verificar, de los hechos comprobables. Quizás lo peculiar de Barullo, como novela, es que todos los datos sobre la ansiedad y el ataque de pánico que aparecen en el libro son reales. Están chequeados. En ese sentido, podría decir que mi novela es una hibridación entre periodismo y literatura, lo cual puede sonar lógico porque como autora tengo una pata en cada mundo. El periodismo te niega lo que la ficción te exige y la ficción te exime de aquello que el periodismo te demanda. En mi libro juego con la idea de borronear esas fronteras. 

-¿Qué papel juega la ansiedad en el mundo actual y por qué creés que hay tantos casos de este tipo de trastornos?

-Creo que la ansiedad es la enfermedad mental de nuestro tiempo. No lo digo yo. Lo dice la OMS: es la patología de salud mental más prevalente y la que más crece en todo el mundo. Si pensamos cuáles son las características de la ansiedad o qué caracteriza a una persona ansiosa probablemente muchos podamos sentirnos identificados. Vivimos en un mundo acelerado, consumista, exigente, infoxicado, hiperproductivo. Pienso en el fenómeno de los hikikomori, por ejemplo: jóvenes que deciden recluirse en sus casas durante meses o años porque la realidad les resulta asfixiante. Estaría bueno preguntarnos por qué. También pienso en lo que vivimos durante la pandemia, esa sensación de incertidumbre absoluta y cómo le hicimos frente a ese futuro incierto. Creo que frente al malestar de no saber, las personas nos llenamos de cosas, de ideas, de datos, de contactos en las redes. Nos embarullamos. La demasía compensa la sensación inevitable de un porvenir en duda. Para mí, la ansiedad es el miedo a no poder llegar a hacer todo lo que queremos hacer antes de morirnos. También es la certeza de que ese miedo es real y concreto porque lo que ansiamos es demasiado y el tiempo es finito. 

-¿Qué le aconsejaría Maca, la protagonista de tu relato, a Tini, Alejandro Sanz o Karina La Princesita, quienes confesaron problemas de ansiedad?

-Buena pregunta. En primer lugar, quiero aclarar que no soy psicóloga ni médica. Como periodista, investigué mucho, entrevisté a especialistas y leí muchos libros sobre la temática. Por otra parte, si bien Barullo es una obra de ficción, hay un detonante autobiográfico porque yo tuve ataques de pánico. Muy distintos a los que tiene Maca y por motivos distintos, pero sé lo que se siente. Vivimos demasiado exigidos, muy pendientes de la mirada del afuera y de lo que los otros tienen o son o hacen o logran. La ansiedad aparece como un llamado de auxilio. Es el grito que no pegamos, que nos guardamos, y en algún punto se vomita. 

Entonces, en relación con tu pregunta, creo que lo más importante es aflojar un poco. La expectativa en general nos condiciona. En segundo lugar, no encerrarse, pedir ayuda. Es decir, lo contrario a lo que hace Maca al comienzo del libro. La soledad no es buena compañera para las personas con ansiedad. A veces el simple hecho de contarlo ya te alivia. Por eso, les diría que se rodeen de gente que los quiera, con la que sientan la confianza suficiente como para hablar sin aparentar. Por último, estoy convencida de que evitar aquello a lo que más le tememos es lo peor que podemos hacer. Como dice Maca: para ganarle a la ansiedad hay que crear anticuerpos, monstruos atenuados, controlables, y enfrentarlos. Tal vez descubramos que la fantasía que nos hacemos es una hipérbole del desafío real. 

-La lectura y la música están presentes en tu novela. ¿Qué función cumplen en la vida de las personas y cómo estimás que pueden ayudar a los problemas de salud mental?

-Sí, el arte puede entenderse como una vía de escape de la realidad tangible y a la vez de conexión con uno mismo, con la imaginación, con la libertad, con la parte menos prejuiciosa y exigente que nos habita. Al mismo tiempo, mientras investigaba descubrí el nexo que hay entre la creatividad y los desórdenes mentales. Pareciera que algunas patologías facilitan el desarrollo de lo simbólico. En Barullo hago una especie de racconto de los artistas que encontraron inspiración en el sufrimiento. Eso no quiere decir que sea una condición necesaria, pero sí un buen desencadenante. 

Maca arma playlists, lee, toma apuntes de frases y conceptos. Pero todo lo hace compulsivamente. A ella le parece que las historias de otros y las ideas de otros pueden alejarla del barullo incesante que la acelera, pero la pregunta que la novela plantea es si no será ese consumo desmedido parte de la ansiedad que padece. Sobre todo porque Maca incorpora la voz de los demás en la propia y termina atrapada en una espiral. En ese sentido, quizás el silencio sea el monstruo atenuado que puede ayudarla. Bancarse la quietud, atravesarla, es toda una proeza para las personas ansiosas. Y para Maca algo casi imposible de soportar. 

valeria groisman, autora de Barullo
 

-En una reciente entrevista hablaste sobre lo que significan los trastornos mentales en una familia o para una niña, como fue tu caso en relación a una de tus abuelas. ¿Qué recomendación podrías dar para aquellas familias en las que hay alguien que sufre este problema?

-Mi abuela materna tuvo alguna clase de enfermedad mental. ¿Esquizofrénica, bipolar? No sé el diagnóstico exacto. Lo que sé es que cuando estaba bien era una abuela amorosa y que cuando estaba mal yo no la reconocía. También sé que no encontró la ayuda que necesitaba y que por eso su vida fue una vida corta. Barullo es un homenaje a las mujeres tildadas de locas en épocas en las que era más fácil encerrar a una persona, expulsarla de la sociedad, que ayudarla. Foucault lo explicó muy bien y yo cito a Susan Sontag, que dice que una sociedad sana debería integrar y aceptar a los desviados, a aquellos que no cumplen con las reglas de normalidad instituidas por el orden de turno. 

A los familiares de personas que atraviesan situaciones similares a la de mi abuela les diría que entiendo lo duro que puede resultar la convivencia con la enfermedad mental. A la enfermedad física la vemos, es más palpable y está aceptada, en general es tolerada por los demás. En cambio, a la enfermedad mental todavía se la mira con desconfianza. Se atribuyen falsas culpas, hay toda una mirada prejuiciosa, un “secreteo” espantoso alrededor. 

Creo que a las leyes, como la de Salud mental, las debe acompañar una campaña de concientización que hoy no existe desde el Estado y que sí llevan adelante asociaciones civiles. Hay mucho recorrido por delante. 

-Forbes es una revista relacionada a los Negocios. En ese contexto, ¿creés que tu novela puede ser de interés para alguien vinculado al mundo empresario? ¿Por qué? 

-Sí, claro, eso espero. ¿Quién no tiene un compañero o compañera de trabajo con ansiedad? El mundo corporativo, en el que he trabajado, aunque desde afuera, es muy competitivo, y la ansiedad ahí cala fuerte. Pienso en las licencias médicas y se me ocurre que la mirada de una empresa o de un jefe sobre un certificado de fractura de rodilla o de depresión severa no debe ser la misma. Incluso sospecho que más de uno debe ocultar o disimular emociones en el día a día porque el imperativo que seguimos es el de “está todo bien”. Vivimos simulando felicidad y eso puede resultar no solo agotador, sino peligroso.

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