De Venezuela a crear Cang Tin, Tony Wu y Yakinilo: la historia de José Delgado
Florencia Radici Forbes Staff
Florencia Radici Forbes Staff
La historia de José Delgado en la gastronomía no comenzó en una escuela de cocina de renombre, sino en las reuniones de su casa en Venezuela. "Cuando me juntaba con mis compañeros, les decía: 'Ustedes traigan lo que van a tomar' y yo cocinaba sushi para todos mis amigos", recuerda Delgado. Esa inclinación casi exclusiva por la cocina asiática, un gusto adquirido sin una razón específica, fue la semilla de un imperio que hoy florece en Buenos Aires. Con 32 años y casi una década en Argentina, este emprendedor fundó tres de los restaurantes más comentados de la ciudad: la cantina del sudeste asiático Cang Tin, el íntimo izakaya japonés Yakinilo y el moderno restaurante chino Tony Wu.
Su viaje comenzó mucho antes. A los 18 años dejó su hogar familiar. Vivió en Denver para estudiar inglés y luego en Montreal, donde estudió francés y tuvo sus primeros trabajos formales en gastronomía. Pero su primer paso profesional fue incluso antes, en 2010, cuando su padre le sugirió al dueño de un bar poner un stand de sushi los jueves: "Ahí me dediqué por primera vez a cocinar más profesionalmente y todos los jueves tenía mi carta de rolls y nigiris". El negocio funcionó tan bien que al poco tiempo los dueños lo reemplazaron para hacerlo ellos mismos. Lejos de desanimarse, montó un delivery desde su casa que mantuvo por casi un año.
En 2015, eligió Buenos Aires como su destino definitivo, atraído por la imagen gastronómica que proyectaba la ciudad en canales de TV como El Gourmet. "Sentía que era LAciudad gastronómica", afirma. Su desembarco profesional en Argentina fue en la cadena Fabric Sushi, un lugar que le daba la estabilidad para explorar otras opciones. El verdadero aprendizaje llegaría en un pequeño local de sushi en Palermo, donde un colega le enseñó los secretos del oficio con tiempo y dedicación. Fue en esa época cuando, frecuentando un bar de amigos venezolanos, conoció a Thomás Nguyen y Pablo Marotta, quienes se convertirían en sus socios.
El vínculo se forjó durante los preparativos para la apertura de Saigón, un restaurante vietnamita de sus futuros socios, donde Delgado fue convocado. Tras tres años allí, entre 2017 y 2020, sintió la necesidad de tener un proyecto propio. Le propuso a Nguyen hacer algo juntos y, tras un viaje revelador a Tailandia, decidieron sumar a Marotta también. Así nació la idea de su primer restaurante.
Cada uno de los restaurantes de Delgado tiene una identidad marcada, una historia de origen particular y una propuesta gastronómica que responde a un concepto claro y definido. El primer proyecto del trío fue Cang Tin. Alquilaron una esquina en Dorrego en febrero de 2020, justo antes de que la pandemia paralizara al mundo. Lo que pudo ser una catástrofe se convirtió en una ventaja, porque la pausa obligada les permitió sortear los primeros meses de alquiler y, cuando se habilitaron las mesas al aire libre, improvisaron un mobiliario con cajones de cerveza que se volvió icónico.
Cang Tin busca replicar el espíritu descontracturado del street food del sudeste asiático, con un fuerte enfoque en las cocinas vietnamita y tailandesa. Su carta busca sabores picantes, agrios y dulces en platos pensados para compartir, como el pad thai, los curries y la panceta crocante. La ambientación, con luces de neón, mesas bajas y una gran barra en forma de U que rodea la cocina a la vista, completa una experiencia inmersiva que invita a sentirse de viaje. La elaboración es artesanal y a la vista de los comensales, utilizando materia prima local -especialmente del Barrio Chino y el Mercado Central- e ingredientes traídos de Vietnam, como el cardamomo, el clavo de olor, el anís estrellado, la canela y la pimienta negra. Con entre 55 y 60 cubiertos, hace entre 100 y 120 cubiertos por día, a un precio promedio de $ 44.000 por persona.
Aunque la idea de un restaurante chino (Tony Wu) fue la primera en gestarse, el camino estuvo lleno de obstáculos. Mientras ese proyecto se frustraba, Delgado se asoció con Andrés Guanipa, un amigo de toda la vida, para crear algo más pequeño y controlado. Así, tras un viaje a Japón que lo llenó de ideas frescas, nació Yakinilo a mediados de 2024.
Yakinilo es un micro bar de solo 13 asientos inspirado en los izakayas y los bares de audio de Tokio. El menú se especializa en yakitoris (brochettes), sushi tradicional y otros clásicos japoneses como el pollo frito. La experiencia es íntima y acogedora, con una barra desde donde se ve la cocina, música de vinilos en un sistema de alta fidelidad y una decoración con faroles y cortinas Noren que transportan directamente a una calle japonesa. Tiene menú de mediodía y tres turnos disponibles a la noche. En general, cubren 26 cubiertos por noche.
Tras varios intentos fallidos por encontrar local para su proyecto chino, los socios estaban a punto de rendirse. La salvación llegó con Nelson Clerici, un amigo de Pablo que se sumó como cuarto socio. Clerici encontró el local ideal, se hizo cargo de la obra y revivió un proyecto que parecía perdido. Tony Wu finalmente abrió sus puertas a fines de febrero de 2025, bajo el concepto de "cantina china moderna", que busca interpretar de manera fiel los sabores del comfort-food de diferentes regiones de China. "Quisimos recuperar esos sabores milenarios tan conocidos alrededor del mundo y ofrecerlos en platos bien hechos, con ingredientes de calidad y a precios accesibles", dice Delgado.
El nombre combina lo "canchero" de "Tony" con el popular apellido "Wu". El menú es amplio y para compartir, con platos como barbacoa al estilo Hong Kong, con carnes laqueadas y rostizadas como el pato, que se exhiben colgadas a la vista. La ambientación mezcla la estética de un diner americano con elementos asiáticos, una gran pecera y luces que cambian de color. Con 52 cubiertos, promedia entre 90 y 100 cubiertos en cada turno de noche. Ahí, el precio promedio por persona ronda los $ 35.000.
En un momento en el que la gastronomía porteña está pasando por un sube y baja, Delgado dice: "A la gente que tiene conceptos sólidos les está yendo bien. No es algo que solo nos pasa a nosotros. La gente está en un momento en el que no quiere arriesgar mucho, entonces eligen gastar donde saben que los van a tratar bien, donde van a comer algo que quieren. Y eso nos beneficia a nosotros, porque el restaurante asiático tiene algo que uno siempre sabe qué es lo que va a ir a comer. Son conceptos bien definidos. Es verdad que estamos en un momento duro. Pero a los lugares que están bien posicionados, que tiene conceptos bien hechos, que tienen gente que está detrás que labura muy bien y dueños que están haciéndose cargo, les va bien".
Sus próximos proyectos no están orientados a nuevas aperturas, sino a aprovechar el know how de lo aprendido durante los últimos años. Por eso, planea armar una agencia gastronómica que ayude a otros a armar conceptos y restaurantes completos. "Poder hacerles la arquitectura, el diseño interior, la carta. Todo. Es nuestro próximo paso: explicar todos los recursos que tenemos, para otros", concluye.