No es carisma ni poder: cuál es el rasgo psicológico que distingue a los grandes líderes
Jason Walker PsyD, PhD
Jason Walker PsyD, PhD
Todos lo vimos alguna vez. En reuniones de directorio, startups y oficinas centrales, hay líderes que logran elevar a quienes los rodean. No se destacan solo por su capacidad, sino por su brillantez. Y ser brillante en el liderazgo no implica hablar más fuerte ni tener todas las respuestas.
Tiene que ver con una forma de pensar y con ciertos hábitos psicológicos que generan confianza, fomentan la creatividad y empujan hacia el progreso. Ahí es cuando sabés que estás frente a un líder brillante, no simplemente ante un jefe. Y hay razones psicológicas detrás de esa ventaja.
Así es. Los líderes brillantes son curiosos. Tienen la seguridad y la humildad necesarias para aceptar que no siempre tienen certezas. La psicología define esto como humildad intelectual, y distintos estudios muestran que está asociada a una mejor toma de decisiones y a un aprendizaje más ágil. No fingen para quedar bien, se enfocan en tener razón mientras impactan positivamente en quienes los rodean.
Nunca dejan de preguntarse "¿Por qué?", "¿Y si...?" o "¿Qué sigue?". Distintas investigaciones señalan que cuanto mayor es la curiosidad, mayor es también la capacidad cognitiva y el liderazgo. Esa actitud es clave para impulsar la innovación. Un problema no representa un obstáculo, sino una oportunidad: lo ven como un rompecabezas que espera ser resuelto.
El silencio puede ser una herramienta poderosa. Los líderes brillantes suelen mantenerse en silencio, pero no se desconectan, observan. Mientras el resto habla, recopilan información. Las personas con un alto nivel de función ejecutiva procesan los datos a fondo antes de responder con precisión. Actúan de manera deliberada y estratégica, y muchas veces logran modificar el rumbo o el desenlace de una conversación.
La inteligencia emocional es un factor clave. Marca la diferencia entre un buen líder y uno brillante. Tienen la capacidad de captar lo que está pasando incluso antes de que se note, y pueden regular sus propias emociones, además de influir en las de los demás.

La investigadora Daniela Goldman demostró en distintos estudios que una inteligencia emocional alta permite generar confianza, promover la colaboración y alcanzar resultados extraordinarios sin recurrir al conflicto. Lideran con amabilidad y entienden que eso no es una debilidad, sino una fortaleza.
Los líderes brillantes practican la flexibilidad cognitiva. Pueden ajustarse cuando aparecen nuevos datos o perspectivas. Adoptan la agilidad y entienden que cambiar de mentalidad no es una debilidad, sino una muestra de fortaleza y crecimiento. Cuando el entorno se modifica, se anticipan y se adaptan. El statu quo no forma parte de su vocabulario.
Se toman en serio los resultados y no temen experimentar. El pensamiento divergente es una marca de la inteligencia: ahí nace la creatividad y surgen múltiples soluciones. Crean una especie de zona de juego mental donde las ideas se encuentran y aparecen los avances.
No hace falta ser un genio de nacimiento para liderar de esa manera. Estas habilidades se pueden entrenar:
Los líderes brillantes aprenden durante toda la vida, son curiosos sin miedo, escuchan con atención y piensan con agilidad. Los vas a reconocer cuando los veas, y con intención vos también podés convertirte en uno.
*Con información de Forbes US.