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Representación artística de una operación minera en Interlune.
Innovacion

Esta startup está compitiendo para ser la primera en extraer helio en la Luna: hoy se vende a US$ 19 millones el kilo

Jeremy Bogaisky

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Con máquinas diseñadas para excavar sin asistencia humana y separar gases a temperaturas extremas, la empresa de Seattle apuesta a convertir el regolito lunar en una fuente millonaria de recursos para industrias terrestres.

2 Septiembre de 2025 19.00

En el vestíbulo de Interlune, una maqueta de 90 centímetros de ancho muestra una versión idealizada, a escala de juguete, del proyecto minero que esta startup de Seattle quiere instalar en la Luna. Vehículos autónomos, de forma cuadrada, remueven la capa superficial del suelo lunar y la trituran para liberar un gas que contiene una forma valiosa de helio. Paneles solares montados sobre plataformas con ruedas generan la energía necesaria. A un costado, una caja que recuerda a un lanzamisiles militar está cargada con pequeños cohetes diseñados para llevar botellas de gas de regreso a la Tierra.

Lo que Interlune busca hacer no es sencillo. El helio-3, un isótopo del gas que se usa para inflar globos de fiesta y que tiene un alto valor en la industria, es muy difícil de encontrar en la Tierra. En 2024, se vendió a US$ 2.500 el litro, o cerca de US$ 19 millones por kilo, según un informe del Grupo Edelgas. El director ejecutivo de Interlune, Rob Meyerson, estima que una planta con solo cinco de sus máquinas mineras podría, en el futuro, producir al menos 10 kilos de helio-3 por año, con un valor cercano a US$ 200 millones.

La compañía enfrenta obstáculos enormes para alcanzar su objetivo. Aunque en la Luna hay más helio-3 que en la Tierra, sigue siendo escaso. Incluso si Interlune logra identificar zonas con concentraciones más altas, recolectar una cantidad que tenga sentido en términos comerciales requiere desarrollar y enviar al satélite máquinas capaces de triturar millones de toneladas de regolito, los escombros sueltos que cubren la superficie lunar tras miles de millones de años de impactos de micrometeoritos. Todo eso, de manera autónoma. Sin personal en el lugar para hacer reparaciones, en un entorno donde el polvo es más abrasivo que cualquier otro en la Tierra. "Esa es una de las cosas en las que vamos a ser excelentes", declaró Meyerson a Forbes.

Los fuertes silbidos, interrumpidos por el agudo zumbido de un compresor, anuncian la presencia de otra pieza clave que la compañía necesita dominar: su equipo de destilación a temperaturas ultrabajas. Interlune estima que menos del 1% del gas que se obtendrá al triturar el regolito lunar será helio-3. Su presencia se calcula en proporciones mínimas, que van de un solo dígito a poco más de diez partes por mil millones. Para separarlo del helio y el hidrógeno que se usan en globos, el equipo lo enfría a más de -268 °C (unos -450 °F). A esa temperatura, los otros gases se licúan y el helio-3 puede extraerse.

"Este es probablemente nuestro problema más difícil, pero estamos logrando un progreso enorme", afirmó Gary Lai, director técnico de Interlune.

Incluso si Interlune logra instalar su primer campamento minero en la Luna, la viabilidad económica sigue siendo incierta, sobre todo por las dudas en torno al costo y la fiabilidad de su equipo, y su relación con la concentración real de helio-3 en el regolito. Así lo advirtió Chris Dreyer, profesor de recursos espaciales en la Escuela de Minas de Colorado: "No me sorprendería que no fueran rentables las primeras veces que lo hicieran. Pero con el tiempo quizá puedan", precisó.

Varias startups, como Starpath e iSpace, están desarrollando métodos para aprovechar el agua y los minerales lunares, con el objetivo de fabricar propulsor para cohetes o construir estructuras en el satélite. Otras, como AstroForge, apuntan a extraer metales valiosos de asteroides para reducir la necesidad de explotar la Tierra. Pero, pese a los desafíos, Interlune podría estar entre las que más chances tienen de generar un negocio en el corto plazo basado en la extracción y retorno de recursos al planeta, en parte porque, mientras tanto, tiene formas de monetizar su tecnología.

Por su bajo peso y alto valor, el helio-3 es considerado por muchos especialistas como el elemento ideal para comenzar. Se genera en el horno solar y llega a la Luna a través de los vientos solares, que no alcanzan la Tierra porque son repelidos por la atmósfera y el campo magnético. Los científicos ya lograron recolectar helio-3 proveniente de la desintegración del tritio en armas nucleares y reactores, pero esa vía permite obtener menos de 20 kilos al año.

El helio-3 se usa sobre todo en escáneres de seguridad para detectar neutrones de bombas nucleares o material radiactivo de contrabando. Desde los ataques del 11 de septiembre, se instalaron decenas de miles de detectores en puertos y pasos fronterizos.

Pero hay quienes destacan su potente capacidad de refrigeración. Empresas como Google, Amazon e IBM utilizan helio-3 para enfriar computadoras cuánticas hasta temperaturas cercanas al cero absoluto, donde pueden operar con mayor eficiencia.

El objetivo más ambicioso es usar el helio-3 como combustible para generar energía mediante fusión, un proceso que, a diferencia de otras tecnologías, no produce radiación.

Interlune recibió US$ 18 millones en financiación, incluidos US$ 15 millones en una ronda inicial en 2024, liderada por Seven Seven Six, el fondo del cofundador de Reddit, Alexis Ohanian. Su socia, Katelin Holloway, considera que la extracción de helio-3 en la Luna es inevitable y sostiene que el "fenomenal" equipo directivo de Interlune tiene la experiencia necesaria para llevar adelante el plan. La compañía está liderada por Rob Meyerson, expresidente de Blue Origin, la firma aeroespacial de Jeff Bezos, y por Gary Lai, quien estuvo al frente del programa de cohetes New Shepard. Interlune ya firmó dos contratos con clientes para su proyecto piloto de minería, que consistirá en enviar una excavadora a la Luna en 2029. El Departamento de Energía de EE.UU., que gestiona los suministros de helio-3 del país, firmó este año un contrato con Interlune por 3 litros, que se entregarán a precio de mercado en 2029. Además, Maybell, una empresa especializada en sistemas de refrigeración para computadoras cuánticas, acordó comprar miles de litros durante la próxima década.

Interlune va a necesitar mucho más dinero para hacer realidad su proyecto. Meyerson no especifica cuánto. Pero Chris Dreyer, que colabora con la empresa a través de un contrato de investigación de la NASA, calcula que se requerirán cientos de millones de dólares —aunque no miles— para poner en marcha un sistema minero completo, con cinco excavadoras, equipos de procesamiento, paneles solares para abastecerlos y un sistema de transporte de ida y vuelta.

La empresa planea recaudar parte de esos fondos con clientes terrestres, antes de llegar a la Luna. Está ofreciendo a compañías que obtienen helio del gas natural que usen su equipo de destilación para separar el pequeño porcentaje de helio-3 que también está presente en esas reservas. Según Meyerson, esa línea de trabajo permitiría alcanzar una producción de hasta un kilo por año, con un valor estimado de US$ 20 millones.

Representación de una superficie lunar labrada
Representación artística de una operación minera de Interlune. La empresa planea usar paneles solares para generar electricidad y alimentar sus cosechadoras durante el día lunar, que dura aproximadamente 14 días terrestres. Interlune.

 

Otro de los negocios a corto plazo de Interlune es la producción de tierra espacial en la Tierra. La empresa necesita grandes cantidades de regolito lunar simulado, con gas implantado, para probar sus máquinas de minería. Y otras compañías, así como agencias gubernamentales, están interesadas en comprar ese material para testear sus propios equipos espaciales. Interlune ya recibió una subvención de US$ 4,8 millones por parte de la Comisión Espacial de Texas para desarrollar y producir en masa un simulador de regolito.

El instigador y mentor intelectual de Interlune es Harrison Schmitt, exastronauta de 89 años y presidente ejecutivo de la empresa. Schmitt, el único geólogo que caminó sobre la Luna —lo hizo en 1972, como parte del Apolo 17, la última misión tripulada estadounidense—, impulsa la minería de helio-3 lunar desde la década del 80. Junto a un equipo de la Universidad de Wisconsin, estudió el potencial de la fusión con helio-3 y desarrolló conceptos para maquinaria minera.

Cuando Rob Meyerson dejó Blue Origin en 2018, fue Harrison Schmitt quien lo convenció de explorar la minería lunar. Schmitt ayudó a Interlune a identificar zonas en la región ecuatorial de la cara visible de la Luna, donde se cree que hay concentraciones de helio-3 dos o tres veces superiores a las encontradas en las muestras del programa Apolo. Además, colaboró en el desarrollo de los métodos que la empresa utiliza para la extracción de helio-3.

Interlune también encontró un socio entusiasta y muy alineado con su visión en Jason Andringa, director ejecutivo de Vermeer, una empresa dedicada a la fabricación de maquinaria para la construcción, minería y agricultura, con ventas multimillonarias. Andringa, que antes trabajó en la NASA en proyectos de rovers marcianos, siempre tuvo interés en adaptar los equipos de su compañía en Iowa para usarlos en la Luna o en Marte.

La máquina que Interlune está desarrollando se llama cosechadora, porque sus creadores creen que funcionará de forma similar a una agrícola: absorberá regolito mientras avanza y dejará el material procesado atrás, con la superficie lunar parecida a un campo cultivado. Estará diseñada para tener el tamaño de un auto eléctrico y será liviana para tratarse de un equipo de minería: pesará solo un par de toneladas. Mantener el peso bajo es fundamental para cualquier objeto que se lance al espacio, pero en la Luna —donde la gravedad es seis veces menor que en la Tierra— eso trae problemas. Con menos masa, es más difícil mantener el equipo anclado al suelo, ya que la fuerza que lo empuja hacia abajo es menor.

Prototipo de excavación de Interlune
En mayo, Vermeer e Interlune presentaron un prototipo a escala real de la cosechadora, que incluye un sinfín de socavación, un tornillo giratorio que llevará el regolito hacia la máquina y tirará del vehículo hacia la superficie. Interlune.

El equipo deberá resistir las condiciones extremas de la Luna. La mayor parte de su superficie está compuesta por polvo fino con bordes filosos, ya que no fue erosionado ni por el viento ni por el agua. Durante las misiones Apolo, ese polvo desgastó las botas de los trajes espaciales, dañó los sellos de los contenedores de muestras y provocó atascos en los equipos de recolección, explicó Harrison Schmitt.

A eso se suma el estrés provocado por las fuertes oscilaciones de temperatura: desde unos 120 °C durante el día en el ecuador lunar, hasta -250 °C por la noche, lo que hace que las piezas metálicas se expandan y se contraigan de forma constante.

La NASA ya aprendió a sellar mecanismos para protegerlos del polvo lunar en rovers y módulos de aterrizaje, pero ese tipo de equipos no realizó tareas mineras intensivas. Las misiones científicas apenas recolectaron unos pocos gramos de material, señala Chris Dreyer. En cambio, Interlune espera que su cosechadora pueda extraer cien toneladas de regolito por hora. Para lograrlo, Vermeer e Interlune evalúan formas de diseñar las máquinas de modo que las piezas desgastadas puedan reemplazarse de manera robótica.

¿Cuánto costará ese equipo? Meyerson considera que aún es pronto para ponerle un número. Dreyer estima que las primeras versiones de la cosechadora podrían costar alrededor de US$ 20 millones.

Los costos podrían bajar si se produce en escala. "No creo que el costo real de las máquinas vaya a ser tan sustancial, en general", dijo Jason Andringa. "El costo más sustancial, con diferencia, será el lanzamiento de todo a la superficie lunar", destacó.

El cronograma de desarrollo de Interlune está ligado a la expectativa de que el cohete gigante Starship de SpaceX comience a ofrecer servicios lunares a principios de la década de 2030. La startup minera apunta a lanzar operaciones a gran escala en ese momento, aunque ese plan se ve amenazado por la serie de lanzamientos de prueba fallidos de Starship, incluso con el último intento exitoso de la semana pasada. Una de las razones por las que Interlune cree que puede prosperar es por la fuerte caída en los costos de lanzamiento que promete Starship. SpaceX estima que el cohete costará inicialmente US$ 100 millones para alcanzar la órbita baja terrestre, y su objetivo es reducir ese precio a US$ 20 millones. Con una capacidad de carga útil de 100 toneladas, Starship podría transportar todo el equipo necesario para uno de los campamentos mineros de Interlune en uno o dos envíos. De todos modos, Meyerson aclaró que también podrían usar el módulo de aterrizaje lunar que está desarrollando Blue Origin, u opciones más pequeñas, lo que implicaría más lanzamientos y costos más altos.

Otra pregunta clave es si Interlune está acertada en dónde extraer. A fines de este año, la empresa enviará una cámara espectral a bordo de un rover de Astrolab, que aterrizará en la Luna y permitirá confirmar si su interpretación de las imágenes remotas de la geología lunar es correcta. Para 2027, tiene previsto realizar una misión de prospección en una de las zonas elegidas, con el objetivo de analizar muestras de suelo lunar.

Interlune también quiere ir más allá de la minería y colaborar con el desarrollo de infraestructura lunar para Estados Unidos. La tecnología de excavación que está creando junto a Vermeer podría servir para construir caminos y zanjas, donde instalar líneas de servicios públicos tanto en la Luna como en Marte, asegura Rob Meyerson. A largo plazo, la empresa planea expandirse a la minería de metales industriales, tierras raras e insumos para fabricar propulsor de cohetes.

Pero el primer paso es el helio-3.

Harrison Schmitt creció ayudando a su padre, un geólogo minero, a buscar cobre y otros metales en el suroeste de EE.UU.. Hoy está entusiasmado porque, finalmente, podría cumplir su sueño de encontrar una veta madre en la Luna. Cree que eso tendrá un impacto profundo en la Tierra.

"Una vez que haya un suministro confiable, serán posibles todo tipo de cosas nuevas", concluyó.

 

*Con información de Forbes US

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