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Santiago Tarasido, CEO de CRIBA, construye 400.000 m2 al año y advierte que "la economía no resiste un nuevo cierre"

Alex Milberg Director

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Es el dueño y CEO de CRIBA, la constructora de obra privada más grande del país. Factura US$ 90 millones al año. El Real State post "cuadernos" y pandemia.

20 Abril de 2021 10.00

La piedra fundacional la puso su abuelo Alberto hace 69 años. Casas, edificios residenciales e industrias. La segunda generación, presidida por su padre, se orientó hacia las grandes torres de vivienda, inversiones en tecnología, equipo y procesos que la posicionaron entre las líderes. Y hace 9 años, a los 38, Santiago Tarasido asumió la gerencia general primero y desde el 2016 la presidencia de CRIBA: la facturación pasó de US$ 40 a US$ 90 millones anuales y la empresa se convirtió en la constructora de obra privada más grande de Argentina con 400.000 metros cuadrados al año.

¿Cómo lograron duplicar la facturación en estos años tan complejos?

Tampoco fue de un día a otro. Es una empresa que cumplirá 70 años. Sí es cierto que decidimos cambiar nuestra estrategia y pasamos a construir para una diversidad de clientes muy amplia.

¿De edificios de lujo como Le Parc o corporativos como el de YPF diseñado por Pelli hasta...?

Shoppings, escuelas privadas, centros de exposiciones, de todo. Desde un centro de imágenes moleculares hasta urbanizaciones de barrios privados, a un barco de hormigón o templos religiosos.

¿Templos?

Sí, en Salta. Es la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con base en Salt Lake City. Es un gran cliente, que volvió a confiar en nosotros. Y son muy exigentes: te piden ocho manos de pinturas, materiales muy específicos, mármoles impresionantes. Están construyendo la casa de Dios, nos dicen. Y debemos cumplir con sus expectativas y es muy linda experiencia hacerlo.

¿Cuáles son los otros hitos que explican el posicionamiento y el éxito de CRIBA?

Además de la torre de YPF diseñada por Cesar Pelli, podemos mencionar la Alvear Tower, que es el edificio más alto del país, la remodelación de trenes de la Estación Retiro, la ampliación del Alto Palermo y, sin duda, la Casa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

¿Fue una excepción participar en obra pública?

No, cada tanto participamos, pero nunca fue ni es un core de nuestro negocio. Incluso procuramos que no represente más del 30 o 40% de nuestro portfolio. Hay constructoras de obra pública más grandes que CRIBA. El traslado de la Casa de Gobierno a Parque Patricios se alineaba con nuestra visión como organización: "obras que cambian la vida". Por eso contratamos a riesgo a un estudio líder en el mundo de arquitectura como es Foster & Partners. Y fue un riesgo alto. Por suerte pudimos hacerla. Tuvo un impacto muy favorable en el barrio, obtuvo premios Leed a la construcción sustentable, y nos abrió una puerta nueva.

¿Cuál?

La de transformarnos en especialistas en construcción sustentable: generamos documentación de obra con Revit en formato 3D y creamos un departamento de innovación para ser más eficientes. E invertimos en tecnología para trabajar sin límites y disminuimos nuestro índice de incidentes de seguridad hasta cifras récord en el sector.

¿Más seguridad, más innovación, más diversificación y eficiencia serían el resumen de tu gestión?

Sí, una parte clave para el objetivo que era llevar CRIBA a una nueva dimensión. No quería que fuéramos la típica constructora aburrida de fierros oxidados. Queríamos ampliar nuestros productos, estar más cerca del cliente y mostrar lo que hacemos con orgullo.

El perfil bajo no es una buena estrategia para revertir la imagen que la clase empresarial tiene en el país por el comportamiento de una minoría y por razones culturales complejas. ¿A eso te referís con mostrar con orgullo?

Sí, cuando podés hacerlo con transparencia y honestidad. Nosotros sentimos que CRIBA es una gran escuela y que nuestras obras implican alegría, mudanzas, educación, progreso. Y no hay que ocultarlo, al contrario. Voy a poner de ejemplo a algunos de los grandes con los que trabajamos, como Costantini, Elzstain, Sutton, Argencons. Son personas y empresas que apuestan al país, dan trabajo.

¿Qué es lo más difícil de construir obras con y para ellos?

Ante todo, es un privilegio. Tienen todo económicamente, no tienen ninguna obligación, invierten en el país y siempre están imaginando proyectos a cien años. Por supuesto, te exige un profesionalismo absoluto? y las negociaciones son duras.

¿Pero ellos piden a 30 meses con el precio de 18? 

¡O 18 con el precio de 30! Esas combinaciones pasan. Pero lo importante es agregar valor y la confianza que transmitimos a la hora de cumplir.

¿Qué pasará con la construcción ante la segunda ola?

La economía no resiste otro cierre como el del año pasado, sería un error grave. Ya se demostró que la actividad de la construcción no es generadora de casos ni de contagios. Hay un informe de la Intendencia de la Superintendencia de Trabajo que lo ratifica. Es una actividad al aire libre, con protocolos, distanciamiento. No hay espacio para eso. Sí mantener todos los cuidados. Hay una ventaja con respecto al año pasado que es que hay mucha más información.

¿Cómo les impactó el 2020?

Creamos un comité de crisis para evaluar las medidas a tomar. Tenemos 260 empleos directos y más de 2.700 indirectos aquí y en Uruguay. Los primeros meses fueron muy duros.

¿Se acogieron a los ATP?

No, decidimos que no. En abril teníamos reuniones de directorio permanente, armamos un comité de emergencia y optamos por sostener el impacto financiero con nuestros propios recursos. La satisfacción fue que al tiempo, aun con las obras paralizadas y gracias a la confianza de nuestros clientes, cerramos nuevos contratos.

La industria de la construcción ya venía golpeada previo a la pandemia. ¿Cómo está el sector ahora?

De diciembre de 2019 a mayo de 2020 ya se habían perdido 120.000 empleos en un país que a la vez tiene un enorme déficit de viviendas. Pese a la profunda crisis y el impacto que tiene la caída de la construcción en el empleo total, hay que destacar una herramienta que debería aplicarse a otras industrias.

¿Proponés extender la libreta del fondo de desempleo a otros rubros?

Sí. Todos los meses se deposita una doceava parte del salario a una cuenta personal a nombre del trabajador, que la cobra por despido o renuncia. De este modo se elimina el costo de despido y se incentiva el empleo.

¿Esta reforma laboral sería incompatible con la mayoría de los estatutos vigentes? 

Sí, pero esa es una de las reformas pendientes. Hay muchos estatutos obsoletos. La ley del Contrato de Trabajo es de 1974 y está mal direccionada. Las cargas sociales en la construcción duplican el sueldo del operario, son cercanas al 95 por ciento. Para incentivar el trabajo formal y la inversión hay que dejar de castigar a las empresas, a las pymes, que son los únicos generadores de riqueza.

¿Confiás en que el Presidente Alberto Fernández pueda impulsar estas transformaciones durante su gestión?

No tengo muchas expectativas, ojalá me equivoque. Aumentar las regulaciones, el control de precios y los subsidios cuando no son transparentes no favorece la inversión a largo plazo.

¿Entonces no alcanza con el impuesto a la riqueza?

Claro que no, más bien lo aleja, son mensajes que no ayudan y con un impacto real ínfimo. Se necesitan acciones puntuales.

Muchas de estas reformas pendientes atraviesan varios gobiernos. El actual argumentará que tuvo una pandemia. Una vez que se supere, ¿cómo ves el clima de negocios de mediano plazo?

Malo. Estamos en un momento complicado de la Argentina, que expulsa a jóvenes talentos y empresas. La agenda pública prioriza los planes sociales, el fútbol y la chicana política en lugar de la tecnología, las energías renovables, el litio. Hay muchas oportunidades. Pero no hay consensos para sostener una matriz productiva sólida que permanezca más allá de las diferentes visiones políticas.

Pero, ¿es posible?

Las visiones distintas son enriquecedoras, pero es inviable si un día apostamos a desarrollar la minería y a los cuatro años la defenestramos, un día apostamos a la independencia energética y luego vamos hacia el lado opuesto.

¿Estos vaivenes también se ven en la construcción?

Depende. Voy a empezar por el vaso medio lleno: pareciera un acierto avanzar en la ley de blanqueo que, en un momento de escasos recursos fiscales, pueda incentivar la inversión. También es positivo el avance hacia un fondo compensador IPC vs. CVS para créditos UVA.

¿Sería una corrección a una herramienta que tuvo mala prensa en los medios pero que el 99% de los beneficiaros paga sin mora?

Es clave no matar la herramienta que es la única válida en el mundo para generar acceso a la vivienda a la clase media en todo el mundo. El problema no son las UVA, es la alta inflación.

Ese era el vaso medio lleno, ¿y el vacío?

Por ejemplo, es un retroceso que ahora vuelvan a cobrar los pliegos para las licitaciones que se había logrado que fueran públicas y gratuitas, un proceso que contribuía a la transparencia. También es un retroceso no crear un Registro Nacional de Constructores de Obra Pública y quedar sujetos a los registros provinciales.

¿Es como si cada provincia tuviera su propia ANMAT para aprobar un medicamento para incentivar la participación local en algún punto de la cadena de valor?

Sí. Pero el resultado es, con el discurso de "compre local", mayores costos, menos eficiencia y, por supuesto, una discrecionalidad mucho mayor con la obra pública.

¿Cómo impactó a la industria el escándalo de los cuadernos?

Fue un golpe fuerte que desnudó algunas prácticas en las que CRIBA siempre estuvo ajeno en sus 75 años de historia.

¿Hubo un cambio de fondo en la industria más allá de la incorporación del área de compliance?

En el caso de CRIBA esta área ya existía, de hecho; digamos que se formalizó vía línea de denuncias, código de ética, etcétera. La honestidad siempre fue un valor que defendimos a muerte.

¿Qué participación tiene la obra pública en CRIBA?

Muy minoritaria. Durante décadas fue nula. La empresa la empezó mi abuelo con edificios residenciales. Luego la segunda generación se expandió y diversificó obras. Pasan años sin que participemos en ninguna y procuramos que nunca supere el 30 o 40% del total de la facturación prevista.

¿Cuántas veces a lo largo de tres generaciones recibieron propuestas indecentes? ¿Cuántas obras perdieron por no aceptar?

Sí, nos pasó. Pero, cuando ya te conocen y saben que no vas a aceptar, ya no te contactan. Los valores son un punto esencial de la empresa y se transmiten de generación en generación. Y te permiten dormir tranquilo.

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