La apuesta de Schneider Electric por la “Electricidad 4.0” y el desafío de Argentina para no quedar atrás en la región
Florencia Radici Forbes Staff
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La crisis energética global y la urgencia por descarbonizar dejaron de ser temas exclusivos de agendas gubernamentales para convertirse en el núcleo de la rentabilidad corporativa. Para Rafael Segrera, Presidente de Schneider Electric para Sudamérica, la solución es inequívoca: el futuro debe ser más eléctrico y más digital. El ejecutivo sostiene que la eficiencia energética es hoy el mayor multiplicador de productividad para las empresas.
Schneider Electric, una potencia tecnológica con 185 años de historia, opera en Argentina hace más de 40 años con una estructura que incluye 485 empleados directos y una planta industrial dedicada a soluciones de automatización. Según Segrera, la compañía se reposicionó no solo como proveedora de hardware, sino como una consultora estratégica en sostenibilidad que ayuda a las organizaciones a reducir su huella de carbono.
En esta entrevista, el directivo profundiza en las tendencias que están reconfigurando la industria: desde la “electrificación de todo” hasta el impacto tectónico de la IA generativa en la cadena de suministro. Segrera advierte que, si bien Argentina y sus vecinos compiten por inversiones en infraestructura crítica, el principal desafío no es tecnológico, sino humano: la falta de profesionales capacitados para operar un sistema eléctrico que ya es nativo digital.

“Argentina se quedó atrás frente a vecinos como Brasil o Chile en infraestructura de datos, pero hoy está en plena carrera de recuperación”, asegura Segrera. El ejecutivo, que participó recientemente en la COP para llevar la voz del sector privado, destaca el potencial de Vaca Muerta como un ecosistema de alta tecnología y eficiencia.
¿Qué tendencias principales ves en el mercado global en términos de eficiencia y digitalización?
La transición energética sigue siendo el gran tema central, y es imposible desconectarla de la geopolítica y la digitalización. Más allá del debate sobre el cambio climático, hay una base científica: la energía fósil representa cerca del 80% del impacto. La tendencia que impulsamos es la electrificación. Debemos ver esta transición desde la demanda y no solo desde la oferta. Las grandes transformaciones ocurren cuando la demanda cambia, y nosotros somos esa demanda: usuarios, empresas e infraestructura. El mercado busca soluciones económicamente viables, seguras y fáciles de manejar; la electricidad ofrece todo eso y es el vector clave de la descarbonización.
Mencionás que la transición pasa por la demanda, ¿cómo viene el ritmo de esa evolución y cuáles son los principales cuellos de botella?
En mercados como China, el ritmo de electrificación es imparable, dominado por la movilidad y el crecimiento de la clase media. En la industria, están electrificando procesos porque los balances demuestran que, aunque hay un costo inicial fuerte en sectores difíciles de abatir, la ecuación a largo plazo es más viable económicamente. En mercados como en India o China, la electrificación pasó de 20% a 40% o incluso 60%. Las fuentes renovables siguen creciendo a un ritmo acelerado. Sin embargo, hay cuellos de botella. El gran desafío no es la tecnología, sino las personas. Existe una falta de talento capacitado para un mundo eléctrico y digital. McKinsey señala un déficit de más de 2,5 millones de electricistas. Y no hablamos del electricista tradicional, sino de profesionales que sepan utilizar herramientas digitales y automatización, tanto en hogares como en la industria. Además, la velocidad de la inteligencia artificial va a generar un movimiento tectónico que afectará empleos e industrias, exigiendo una capacitación de otro nivel.
¿Cómo trabaja Schneider Electric esta transformación de forma interna y externa?
Tenemos más de 200 fábricas, repartidas entre Asia, Europa, Norteamérica y el resto del mundo. La competitividad se gana con tecnología, esa tecnología alguien la tiene que aplicar y al final son las personas. La industria debe ser atractiva para los jóvenes, y eso se logra con tecnología. Usamos herramientas como Copilot de Microsoft en nuestra fuerza comercial y digitalización en la cadena de suministro para ganar productividad. Externamente, nuestra plataforma EcoStruxure combina productos conectados y software con inteligencia artificial embebida. El objetivo es que nuestros clientes sean más productivos y profesionales en cualquier mercado donde operen.

¿Cuál es el estadío actual de Sudamérica frente a estas tendencias y qué rol ocupa Argentina en la estrategia de la compañía?
La región va a dos velocidades. Hay sectores que adoptan tecnologías rápido y otros más lentos, influenciados por la situación sociopolítica. Para Schneider, Argentina es fundamental; es la segunda economía de la región y tenemos una presencia de más de 40 años. Contamos con una planta en Pacheco y un centro de distribución, seguimos invirtiendo y creciendo con nuestra gente. En cuanto a sectores, el energético es un motor clave. Soy un fanático de lo que sucede en Vaca Muerta; el nivel de tecnología que se utiliza allí, por ejemplo en fracking, es probablemente más avanzado que en Norteamérica. Argentina debería estar orgullosa de cómo busca eficiencia e independencia energética. La minería también mantiene una dinámica positiva, porque no hay transición energética sin minerales.
Se habla mucho del potencial de Argentina como hub de data centers por sus condiciones climáticas y energéticas, ¿cómo ven este mercado?
Schneider tiene una exposición del 25% al mercado de data centers y esperamos que llegue al 30% en el próximo ciclo. Argentina se quedó un poco atrás respecto a Brasil o Chile, que fueron más rápidos. Hoy existe una competencia geográfica global: regiones como el Golfo están generando condiciones muy favorables para atraer “factorías de IA”. Sudamérica se está moviendo, pero Argentina está intentando hacer un catch up. La demanda de infraestructura va a estar y se va a materializar porque es necesaria para la digitalización.

Recientemente participaste en la COP, ¿qué conclusiones trajiste y cómo viste el compromiso del sector público y privado?
Para nosotros, la sustentabilidad no es solo ambiental, es una vocación de servicio para que el cliente sea más competitivo. Si usás menos recursos para producir más, tu negocio es sustentable en el tiempo y económicamente viable. Lo que observé en la COP fue una participación masiva del sector privado, especialmente del brasileño, lo cual es muy positivo porque somos responsables del 80% del cambio climático. Aunque la participación de presidentes fue baja, la sustentabilidad nos ayudó a crecer en ventas y capitalización. Entre 2003 y 2023, nuestra cifra de negocios se multiplicó por 4 y nuestra capitalización por 12. La sustentabilidad no es un peso, es un motor de negocio.
De cara al 2030, ¿cómo imaginás el avance de la transición energética en la región?
Soy optimista. Latinoamérica es una región democrática, moderada y estable geopolíticamente; somos una alternativa interesante frente a otros hubs globales. Tenemos los recursos y, sobre todo, la gente. Pero no podemos dormirnos en los laureles, porque regiones como el Medio Oriente están avanzando y captando oportunidades muy rápido. El potencial está, ahora hay que materializarlo.