No es un secreto que un contexto recesivo y de aumento de desempleo suele tener no solo un impacto en los bolsillos, sino también en la psique: en escenarios más inciertos o de inestabilidad económica y laboral, crecen los niveles de estrés y ansiedad de la población. Un Informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA) respalda ahora esta hipótesis con números concretos: según su informe "Estrés económico y movilidad social en la Argentina urbana (2010-2024)", al menos un 50% de los argentinos sufre de estrés económico -entendiéndolo como la percepción sobre la capacidad de los ingresos totales del hogar para cubrir consumos básicos mensuales, sostener patrones de consumo y capacidad de ahorro. Esto se observa cuando el hogar manifiesta insuficiencia de ingresos, es decir, no les alcanza para cubrir sus consumos básicos y habituales, así como declaran también la imposibilidad de ahorrar.
Lo interesante del estudio es que toma datos longitudinales y multidimensionales entre los años 2022 y 2024 que, según los investigadores, permiten analizar la dinámica de estos cambios y lograr un enfoque más integral del problema. A su vez, explican que, mientras que el aumento del estrés económico entre hogares con una o más carencias es especialmente agudo a partir de 2015 (reflejando vulnerabilidad estructural frente a shocks recientes), el agravamiento se concentra, de manera principal y casi exclusiva, en el grupo de los no pobres, es decir, en la clase media. "En los estratos medios bajos, se destaca un crecimiento de los hogares entrantes (que en 2022 no percibían estrés económico, pero sí en 2023-2024, o que no lo percibían en 2022 ni en 2023, pero sí en 2024), reflejando un deterioro coyuntural de los sectores medios bajos", señala el ODSA.
Estos datos frescos confirman algo que se observa desde comienzo de año, mostrando al estrés financiero como una de las preocupaciones más presentes en la actualidad, como también lo señala con cifras similares el estudio de Voices y WIN International que sostiene que en la Argentina el 29% de los encuestados mencionaba la falta de dinero como su mayor causa de estrés.
¿El costoso negocio de mantener las apariencias?
En este panorama tanto local como global muchos luchan por sostener o aparentar una solvencia económica, cuando los jóvenes se encuentran con menos posibilidades materiales que sus padres y abuelos, se endeudan por estudios o tarjetas de crédito, y lejos están de poder comprar una propiedad, pero en el que la estética del lujo silencioso y la ostentación está de moda nuevamente. Pero, ¿qué sucede cuando no pueden sostener el ritmo de los gastos? Esta es una problemática social a la que se les está dando cada vez más cobertura mediática y que discurre a la par de fenómenos como el estrés económico y el creciente endeudamiento en los segmentos jóvenes.
Estudios recientes muestran que tanto la GenZ como los Millennials se han endeudado para mantener relaciones o por socializar. En 2023, Credit Karma, la compañía de finanzas personales, encontró que el 88% de los Millennials y el 80% de los Centennials se habían endeudado luego de pasar tiempo con un amigo con mejor situación económica, y que el 31% de la Gen Z y el 35% de los Millennials tenían al menos un contacto o amigo que los hacía gastar demasiado.
"La amistad puede ser un asunto caro. Está muy bien compartir un brunch de cumpleaños ocasional o tomar unas pintas mientras charles en una cervecería al aire libre, pero los gastos pueden empezar a acumularse cuando intentás mantener el ritmo de tus amigos", coment una nota de ID Magazine, una publicación más que nada orientada a un target joven, sobre "cómo lidiar con la brecha económica de verano".
En un momento en que las brechas económicas están ampliándose en todas partes del mundo, el estatus se ha vuelto aparentemente determinante no solo en materia oportunidades laborales sino también sociales, y exhibir el nivel adquisitivo parece ser una estrategia en sí misma para las juventudes con cada vez menos movilidad social. "Como resultado, las rupturas de amistades por motivos económicos son cada vez más comunes. El mismo estudio de CreditKarma reveló que el 47% de la generación Z y el 36% de los millennials habían considerado terminar amistades debido a los hábitos de gasto de sus amigos. Además, el estudio reveló que el 35% de la generación Z y el 29% de los millennials consideraban muy importante que sus amigos ganaran aproximadamente lo mismo que ellos", sigue la nota de ID.

Pero si se pensaba que solo las amistades o los contactos laborales estaban alcanzados por esta tendencia, el sitio IMPACT reporta también cómo esta situación afecta el mercado de las citas. Con el título de "¿Cómo son las citas cuando nadie puede permitirse nada?", se explica que, en la economía actual, encontrar el amor también puede ser un negocio difícil de sostener. Según una encuesta de BMO, el estadounidense promedio gasta actualmente más de US$ 2.200 al año en citas, impactando no solo en las motivaciones, sino también en las dinámicas de las salidas.
"El estado actual de nuestra economía está cambiando la forma en que se ven las citas. El 55% de los jóvenes no ha actuado según sus sentimientos, lo que podría deberse en gran medida a las presiones sociales derivadas de las normas heterosexuales. (...) Muchos están abandonando las citas tradicionales (como una cena y una película) por alternativas más económicas". Para respaldar la percepción de una nueva realidad recesiva que se cierne sobre el mercado de las citas, una encuesta de LendingTree de 2024 reveló que, debido a la inflación, algunas personas gastan menos en salidas, mientras que otras tienen menos citas.
Nuevos desórdenes: Money dysmorphia
También ya se está hablando de money dysmorphia o "la dismorfia del dinero" en relación a la brecha que hay entre lo que se percibe respecto del estado financiero propio y que se muestra, algo que a su vez genera sensaciones de inseguridad, culpa o ansiedad en muchos jóvenes adultos intentando cumplir los estándares que observan en las redes sociales -y que solo los hacen sentir más inadecuados. Tanto online como offline conciliar estilos de vida muy diferentes con amigos o colegas parece ser una carga mental cada vez más pesada para las nuevas generaciones.
Tomando como referencia fenómenos ya existentes como el body dysmorphia o dismorfia corporal, esta condición referenciada por el New York Times a comienzos de año ya está prendiendo en la jerga entre asesores financieros y terapeutas, que lo ven como una nueva problemática moderna derivada tanto del impacto en la salud mental de las redes sociales como la exigencia social por performar a través del estatus económico y la capacidad adquisitiva.
"La inquietud resultante está llevando a lo que los planificadores financieros llaman 'dismorfia financiera'. Un término hermano del de 'dismorfia corporal', que significa que las personas se miran al espejo y no ven lo que realmente hay, se refiere a quienes tienen una visión distorsionada de su propio bienestar financiero", propone Emma Goldberg en el artículo mencionado.
Por último, para no sobreestimar el impacto de las finanzas en la salud mental, es importante saber también que podría tener un límite. Un famoso estudio de 2010 de la Universidad de Princeton reveló que el dinero solo puede aumentar la felicidad hasta unos US$ 75.000 al año, ya que luego se estabilizan los niveles de satisfacción (algo similar revelaron estudios del comportamiento de los ganadores de la lotería). Sin embargo, esa no es la cantidad que los jóvenes consideran necesaria para ser felices, según el sitio The Good Trade: en un estudio de Empower, la Generación Z afirmó necesitar un salario de unos US$ 128.000 para ser feliz, mientras que los millennials afirman necesitar US$ 525.000.