China Eastern Airlines, una de las principales aerolíneas del gigante asiático, inaugurará en diciembre una nueva ruta aérea regular entre Shanghái y Buenos Aires, con escala en Auckland, Nueva Zelanda. Serán dos vuelos semanales, operados por modernos Boeing 777-300ER, que recorrerán más de 19.000 kilómetros entre la segunda economía del planeta y la capital del Cono Sur.
Aunque a simple vista parezca solo otra línea en el mapa de las conexiones globales, este nuevo corredor aéreo encierra algo más profundo. Es, en palabras no pronunciadas pero evidentes, una jugada estratégica que condensa comercio, infraestructura e influencia. Una "autopista del sur", trazada en el cielo, que conecta el tablero económico asiático con el laboratorio geopolítico latinoamericano.
La escena ocurre en tres dimensiones simultáneas. La primera: la económica. Entre China y Argentina, el comercio bilateral supera los US$ 25.000 millones anuales, con un desequilibrio crónico: Beijing inunda a Buenos Aires con productos manufacturados, mientras que las exportaciones argentinas —carne, soja, litio— apenas rasguñan el superávit que compense la balanza. Un vuelo directo no corrige por sí solo esta asimetría, pero facilita la llegada de turistas y la salida de productos perecederos de alto valor, como vinos premium, cortes de carne refrigerada o productos farmacéuticos sensibles al tiempo y la temperatura.
El nuevo enlace también recupera una conexión interrumpida: Buenos Aires-Auckland, ruta abandonada en 2020 por Air New Zealand a causa de la pandemia. China Eastern no solo ocupa ese vacío; lo convierte en parte de una red más ambiciosa: el eje transpacífico sur, pensado como alternativa logística a los congestionados corredores del hemisferio norte.
Segunda dimensión: la logística. En tiempos donde el "just-in-time" ya no alcanza y el "just-in-case" gana terreno, el transporte aéreo de carga vuelve al centro de la escena. El corredor Shanghái-Auckland-Buenos Aires puede llegar a representar en un futuro próximo una nueva arteria para el comercio de productos sensibles, desde componentes electrónicos hasta equipos médicos y vacunas.
Un informe de Air Cargo Week reveló que en 2023 el comercio aéreo entre China y América Latina creció un 22% respecto al año anterior, con la demanda de carga en sectores como tecnología, farmacéutica, maquinaria y moda liderando el aumento. Pero la mayoría de esos envíos pasaban por centros de distribución intermedios en Europa o Estados Unidos, lo que encarecía y ralentizaba la operación.
Ahora, con un vuelo directo, se podría habilitar también una vía más rápida y menos vulnerable a las disrupciones globales.
La ruta, además, refuerza la posición de Nueva Zelanda como punto neurálgico del tránsito transpacífico. Para Auckland, que no tenía vuelos directos con América del Sur desde hace cinco años, la llegada de China Eastern es una forma de reconectar con la región y posicionarse como hub entre Asia y el Cono Sur. Según Aviation Week, se espera que este puente aéreo impulse el flujo de pasajeros y carga en ambas direcciones, diversificando mercados y reduciendo la dependencia de las rutas clásicas.
Pero el tercer plano —y tal vez el más profundo— es el geopolítico. China no lanza una ruta aérea sin cálculo. Esta conexión se inscribe, con precisión quirúrgica, en la lógica de la Iniciativa Franja y Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), el megaproyecto con el que Beijing rediseña la globalización a su medida. Argentina se sumó oficialmente a la BRI en 2022. Y aunque el presidente Javier Milei ha criticado el alineamiento con China en campaña, su gobierno mantiene una pragmática ambigüedad: ni ruptura ni abrazo.
El vuelo Shanghái-Buenos Aires es un símbolo de esa infraestructura blanda que gana terreno: es diplomacia aérea, sin embajadores ni tratados, pero con asientos vendidos y bodegas cargadas. En una región donde Estados Unidos busca contrapesar la influencia de China, cada nueva ruta directa desde Asia puede leerse como un pequeño acto de seducción económica y política.
El dato no es menor: Argentina será el único país de América del Sur con una conexión directa y regular con China operada por una aerolínea china. Ni Brasil ni Chile, pese a sus lazos comerciales más robustos con Beijing, cuentan aún con ese privilegio. No es casualidad. En la lógica de Beijing, la infraestructura precede a las alianzas. Lo que se conecta, se aproxima. Lo que se aproxima, se vincula.
Por ahora, la operación será modesta: dos frecuencias semanales, con escala técnica en Auckland. Pero el camino está trazado. Y si la demanda crece -como ocurrió en rutas similares entre China y África o el Sudeste Asiático-, podría convertirse en un servicio diario, incluso sin escalas.
En 2023, Argentina recibió menos de 20.000 turistas chinos, una cifra marginal en comparación con los millones que viajan a Europa o el Sudeste Asiático. Pero con un vuelo directo y una buena estrategia de promoción turística, ese número podría multiplicarse. China Eastern apuesta a eso: conectar personas, abrir mercados, plantar bandera.