Iniciar un emprendimiento con amigos es una aventura emocionante, pero también un gran desafío. A lo largo de la historia reciente, varias empresas exitosas nacieron a partir de una charla amistosa en una noche de cervezas, demostrando que la confianza y la visión compartida pueden traducirse en gigantes corporativos.
En Argentina, casos como Mercado Libre, Globant y Satellogic surgieron de grupos de amigos que se animaron a innovar. A nivel internacional, Google y Facebook (hoy Meta) también empezaron como proyectos de compañeros de estudio. Repasemos estas cinco historias empresariales donde la amistad fue el punto de partida que dio lugar al éxito.
De un garage de Buenos Aires a conquistar Latinoamérica
Mercado Libre nació en un pequeño garage del barrio porteño de Saavedra en 1999, fruto de la visión de Marcos Galperin y su amigo Hernán Kazah. Galperin, graduado de la Universidad de Wharton, estudiaba su MBA en Stanford, donde conoció a Kazah (licenciado de la UBA y también MBA en Stanford). Allí compartieron la idea de crear un sitio de subastas y comercio electrónico enfocado en Latinoamérica, en tiempos donde pocos creían que la región adoptaría las compras por Internet.
Con solo 28 años, Galperin aprovechó una conferencia en Stanford para presentarle su plan de negocios al inversionista John Muse (cofundador del fondo Hicks Muse). De manera poco convencional, manejó hasta el aeropuerto junto a Muse para hacerle el pitch de su idea durante el trayecto. El resultado: Muse quedó seducido y, junto a otros inversores como JPMorgan y Goldman Sachs, aportó los fondos iniciales.
Un cheque de 100.000 dólares de Muse en agosto de 1998 marcó el nacimiento oficial de MercadoLibre., permitiendo que el equipo pasara de la universidad al primer local: el modesto garage cedido por un conocido. Aquella oficina improvisada tenía goteras y cables por todos lados, pero sería la cuna del primer unicornio argentino. "Cumplimos 25 años desde el inicio de aquella aventura en un garaje del barrio de Saavedra, en la ciudad de Buenos Aires. Llegamos lejos, pero estamos convencidos de que lo mejor está por venir.", resumió la empresa en 2024 al celebrar su aniversario.
Los comienzos fueron austeros. Con los US$5 millones obtenidos de inversores iniciales, Galperin y Kazah armaron un pequeño equipo (varios compañeros de Stanford se sumaron). Mercado Libre se lanzó oficialmente el 2 de agosto de 1999 como un sitio de subastas inspirado en eBay. Pronto recibió una inversión estratégica de la propia eBay, que en 2001 adquirió el 19,5% de la empresa e integró sus operaciones en Brasil. La empresa sobrevivió al estallido de la burbuja puntocom y continuó expandiéndose por América Latina. En 2007 hizo su oferta pública inicial en Nasdaq, recaudando US$333 millones.
Hoy, en 2025, Mercado Libre es la compañía tecnológica más valiosa de Argentina, con una valuación bursátil que ronda los US$120 mil millones. Opera en 18 países, cuenta con más de 84.000 empleados, y diversificó su negocio más allá del marketplace original: desarrolló la fintech Mercado Pago, la unidad logística Mercado Envíos, créditos, publicidad e incluso producción audiovisual. Solo en 2024 anunció la incorporación de 1.800 empleados en Argentina y 18.000 en la región para atender su crecimiento.
Marcos Galperin sigue al frente (desde Uruguay, donde se radicó), y la empresa continúa batiendo récords: supera en valor de mercado a gigantes latinoamericanos tradicionales como Petrobras. Lejos quedó aquel garage con pronósticos pesimistas; hoy Mercado Libre es sinónimo de comercio electrónico en la región y un ejemplo de cómo un proyecto entre amigos universitarios puede transformar la forma de comprar y vender de millones de personas.
Cuatro amigos, una cerveza y un sueño
En plena resaca de la crisis argentina de 2001, cuatro amigos se reunieron en un bar de Buenos Aires con una meta ambiciosa: crear una empresa de tecnología con proyección mundial. "Cuatro amigos reunidos en un bar. Así comenzó nuestra historia en 2003. Ellos compartían un sueño común...", comienza relatando Globant en su página oficial.
Los protagonistas eran Martín Migoya, Guibert Englebienne, Martín Umarán y Néstor Nocetti, ingenieros que se conocieron por estudios y trabajo. Migoya y Nocetti habían estudiado ingeniería electrónica juntos en la Universidad de La Plata, donde también conocían a Umarán. Englebienne, oriundo de Mar del Plata, se había formado en sistemas en Tandil, pero trabajaba en Buenos Aires. Tres de ellos coincidían a diario en la consultora Tallion. Entre charlas post-oficina con cerveza de por medio, germinaron la idea de emprender por cuenta propia.
A diferencia de otros unicornios argentinos que surgieron en la burbuja puntocom, Globant nació en 2003 en un contexto post-crisis, con recursos muy limitados. Los fundadores pusieron unos u$s5.000 de ahorros entre todos para empezar. Sin oficinas lujosas ni capital de sobra, les prestaron un pequeño espacio en la ciudad de La Plata (tan precario que ni aire acondicionado tenía) y destinaron gran parte de ese dinero inicial a pagar un profesor de inglés para pulir una presentación a inversores externos y sacar pasajes de avión para salir a vender al exterior.
Su plan de negocios, delineado en PowerPoint en aquel bar porteño, partía de una premisa disruptiva: ser una empresa global desde el día cero, apuntando primero al mercado internacional y luego al argentino. De hecho, decidieron que el idioma oficial de la compañía sería el inglés desde el inicio.
La oportunidad golpeó rápido la puerta. Tras tocar muchas, lograron en 2003 una reunión en Londres con ejecutivos de Lastminute.com, un sitio británico de venta de pasajes que tenía problemas técnicos serios. Los cuatro amigos se ofrecieron a armar un equipo y en dos semanas relanzar el portal. Cumplieron con éxito ese desafío contrarreloj, ganándose un primer cliente importante. A partir de allí, la joven Globant comenzó a despegar.
En 2006 ya habían sumado como cliente nada menos que a Google (un exdirectivo de Lastminute los recomendó), y ese año obtuvieron su primera inversión de capital de riesgo: US$2 millones de un fondo local. Luego vinieron rondas mayores: en 2007, US$7,8 millones de inversores estadounidenses; en 2011, otros US$10 millones, y así sucesivamente. El crecimiento requirió profesionalizar roles: Migoya asumió como CEO, Englebienne como CTO, Umarán como Chief of Staff y Nocetti como vicepresidente corporativo. Pero más allá de los títulos, los cuatro socios siempre destacaron la importancia de pensar en grande sin perder la esencia emprendedora.
Hoy Globant es conocida como "el otro unicornio argentino", siguiendo los pasos de Mercado Libre en muchos sentidos. La empresa cotiza en la bolsa de Nueva York (NYSE) desde 2014 bajo el ticker GLOB. Tras años de expansión, opera en 25 países de América, Europa y Asia, prestando servicios de desarrollo de software, inteligencia artificial y consultoría para gigantes como Google, Disney o Electronic Arts. Llegó a tener un pico de valuación de más de US$10.000 millones en 2021, y aunque su valor oscila (en 2025 ronda los US$4.000 millones de market cap), sigue siendo líder en su rubro.
Emplea a más de 27.000 profesionales ("Globers") alrededor del mundo, con centros de desarrollo en ciudades tan diversas como Bogotá, Pune, Belgrado o Shanghai. Globant se enorgullece de haber nacido "sin pedir permiso": exportando talento argentino al mundo incluso en épocas difíciles. Sus fundadores, amigos que se cansaron de "trabajar para otros", demostraron que desde un bar porteño se podía construir una multinacional innovadora.
os décadas después, esos cuatro amigos siguen ligados a la empresa (Migoya y Englebienne impulsando la estrategia, Umarán y Nocetti en roles ejecutivos) y son referentes del emprendedorismo tecnológico en Argentina. Globant simboliza cómo la amistad y la audacia pueden crear una empresa moderna y ágil, que hoy compite globalmente llevando transformación digital a escala planetaria.
Amigos de la hacker scene que apuntan a las estrellas
La tercera historia nos lleva del software al espacio. Satellogic es la primera empresa espacial de origen argentino en cotizar en el Nasdaq neoyorquino, y nació también de la mano de amigos. El fundador y CEO, Emiliano Kargieman, es un emprendedor tech conocido por su pasado hacker: fue activista en el grupo HBO (Hacked by Owls) y a los 17 ya trabajaba en la AFIP. Dos años más tarde, a los 19, cofundó Core Security, una firma pionera en ciberseguridad.
En esa aventura inicial lo acompañó su amigo y socio Gerardo Richarte, un experto en seguridad informática a quien conoce "de toda la vida". Tras vender Core Security en 2015 y explorar el capital de riesgo, Kargieman buscó un nuevo desafío: democratizar el acceso al espacio. En 2010, luego de participar en un programa de la NASA y Singularity University en Silicon Valley, Kargieman llamó a Richarte con una idea un tanto loca: construir satélites más baratos y livianos para observar la Tierra en tiempo real. Sin saber demasiado de la industria aeroespacial, estos amigos aplicaron lo que sabían de software: hacer prototipos rápidos, tolerar el error e iterar.
Así nació Satellogic en 2010. Kargieman y Richarte se propusieron crear una constelación de nanosatélites de bajo costo, con la ambiciosa meta de remapear el planeta a diario mediante imágenes de alta resolución. Desde el principio pensaron en grande: calculaban que necesitarían unos 300 satélites en órbita para cubrir la Tierra entera cada día. En lugar de amedrentarse por esa escala, comenzaron a fabricar pequeños satélites experimentales. Los primeros dos o tres fracasaron o sirvieron de aprendizaje, pero para 2013 lograron poner en órbita su primer nanosatélite operativo.
A diferencia de los satélites tradicionales (grandes, carísimos y de producción lenta), los de Satellogic miden menos de un metro, pesan apenas 40 kg -aproximadamente- y son 1000 veces más económicos que los convencionales. La idea de Kargieman y Richarte fue fabricar muchos satélites "descartables": lanzarlos, obtener datos, y si alguno falla reemplazarlo pronto por una versión mejorada. Este enfoque disruptivo atrajo inversores locales e internacionales durante la década de 2010, permitiendo a Satellogic escalar su producción. La empresa dio un salto histórico en enero de 2022, cuando se fusionó con un SPAC y comenzó a cotizar en Nasdaq bajo el ticker SATL. En ese momento ya llevaba 21 satélites lanzados al espacio, convirtiéndose en el mayor operador satelital de América Latina. Hoy, en 2025, Satellogic se encamina a convertirse en unicornio.
Su constelación sigue en expansión: realiza lanzamientos frecuentes en cohetes de SpaceX, sumando nuevos satélites con nombres de científicos y pioneras (como los recientemente lanzados "Annie Maunder" o "Mary Somerville"). A la fecha, la compañía tiene decenas de satélites operativos recopilando imágenes de la Tierra, con el objetivo de llegar a las centenas en los próximos años. La información que proveen alimenta soluciones de analítica geoespacial para gobiernos y empresas, aplicables a agricultura, gestión ambiental, logística, defensa y más.
Detrás de estos logros, Kargieman (hoy de 48 años) y Richarte mantienen el espíritu rebelde de sus días de hacker. Desde su sede central en Buenos Aires y oficinas en Uruguay, España y Estados Unidos, lideran un equipo global de ingenieros. Han logrado asociaciones con agencias espaciales y empresas de todo el mundo, posicionando a Satellogic en un sector dominado históricamente por potencias.
Dos compañeros de Stanford que revolucionaron Internet
En 1995, en los pasillos de la Universidad de Stanford, Larry Page (un ingeniero de Michigan) y Sergey Brin (matemático ruso-estadounidense) se conocieron por casualidad. Sergey, estudiante de doctorado, fue asignado para mostrarle el campus a Larry, quien evaluaba ingresar al posgrado. Según cuentan, en ese primer encuentro discutieron sobre todo y no simpatizaron de inmediato. Sin embargo, al año siguiente ya se habían hecho amigos y socios de investigación. Juntos empezaron a desarrollar un algoritmo para buscar información en Internet, un proyecto académico al que llamaron "BackRub". Trabajando codo a codo desde sus dormitorios estudiantiles, Page y Brin lograron en 1997 construir un motor de búsqueda que ordenaba los resultados según la relevancia de los enlaces.
Renombraron su invento como "Google", un juego de palabras con googol (el término matemático para un 1 seguido de 100 ceros), simbolizando su misión de "organizar la información del mundo y hacerla accesible y útil universalmente". El potencial de Google no pasó inadvertido. A fines de 1998, cuando la World Wide Web crecía de forma explosiva, Larry y Sergey recibieron el apoyo de un inversor clave: Andy Bechtolsheim, cofundador de Sun Microsystems, quien tras una breve demostración les extendió un cheque de 100.000 dólares antes incluso de que la empresa existiera formalmente. Con esa inyección, fundaron oficialmente Google Inc. en septiembre de 1998.
Su primera oficina fue el garage de una amiga en Menlo Park, California: la dueña de la casa era Susan Wojcicki (hoy conocida por ser ex-CEO de YouTube), quien les alquiló el espacio donde instalaron unos pocos servidores armados de forma casera (incluso se dice que uno de los primeros racks estaba hecho con piezas de Lego). En ese garage, decorado con una alfombra azul chillón y provisto de una mesa de ping-pong como esparcimiento, el pequeño equipo de Google trabajó días y noches dando forma al buscador.
El ambiente siempre fue poco convencional: en 1998, antes de irse todos a el festival Burning Man en el desierto, Larry y Sergey dejaron un doodle en la portada del sitio (un dibujo del monigote de Burning Man sobre el logo) para avisar a los usuarios que no estarían disponibles. También adoptaron informalmente el lema "Don't be evil" ("No seas malvado") como guía cultural.
La explosión de Google en los años siguientes fue extraordinaria. De ser un proyecto universitario pasó a dominar las búsquedas en Internet a nivel global en pocos años. Ya en 2000 obtenía su primera financiación importante de los fondos de Silicon Valley (Sequoia y Kleiner Perkins) e introducía la publicidad contextual de AdWords. En 2004 salió a bolsa, y su crecimiento no se detuvo más. Los dos amigos de Stanford, entonces con poco más de 30 años, se convirtieron en multimillonarios casi de la noche a la mañana. Formaron la empresa Alphabet en 2015 como holding, pero Google sigue siendo su corazón: actualmente más de 4.300 millones de personas usan alguno de sus productos (sea el buscador, Android, YouTube, Gmail, Maps, etc.). Hoy Google/Alphabet vale alrededor de 2 billones de dólares en bolsa, ubicándose entre las empresas más valiosas del mundo. Emplea a más de 180.000 personas en 2025 y mantiene centros operativos en todos los continentes.
Larry Page y Sergey Brin, los "Google Guys", se retiraron de la gestión diaria en 2019, pero siguen siendo accionistas controlantes y miembros del directorio. Bajo la conducción actual de Sundar Pichai, Google enfrenta nuevos desafíos, como la competencia en inteligencia artificial, pero se sostiene sobre el legado innovador de sus fundadores-amigos. Aquella amistad forjada en Stanford no solo produjo un negocio exitoso, sino que cambió para siempre la forma en que el mundo accede a la información.
Amigos de Harvard que conectaron al mundo
La historia de Facebook es quizás la más novelesca de este recuento, con traiciones, reconciliaciones y un éxito arrollador. Todo comenzó en febrero de 2004 en una residencia de Harvard, donde Mark Zuckerberg, de 19 años, lanzó "Thefacebook" desde su dormitorio junto a un grupo de amigos y compañeros de clase. Entre los cofundadores estaban Eduardo Saverin (estudiante brasileño de Economía, amigo cercano de Mark), Dustin Moskovitz (compañero de cuarto de Mark), Chris Hughes (su compañero de habitación y vocero del proyecto) y Andrew McCollum (programador que colaboró en la primera versión). La idea inicial era simple: un sitio donde los alumnos pudieran tener un perfil con su foto y datos, y conectarse entre sí, exclusivo para la comunidad de Harvard. Zuckerberg ya había hecho un experimento previo con Facemash (un sitio polémico para rankear rostros de estudiantes), pero esta vez, con ayuda de sus amigos, apuntaba a algo más grande y menos conflictivo.
Con los primeros usuarios llegando, el equipo necesitó algo de dinero para comprar servidores y mantener el sitio. Zuckerberg y Saverin aportaron 1.000 dólares cada uno de sus ahorros iniciales, y luego otros US$18.000 cada uno a medida que Thefacebook crecía. Ese capital semilla -apenas unos US$20.000 en total- fue suficiente para mantener la plataforma en sus primeros meses. En el verano boreal de 2004, el fenómeno ya se había expandido a otras universidades de EE.UU., y Mark decidió mudarse con Moskovitz a Palo Alto, California, para impulsar la startup desde el corazón de Silicon Valley. Allí alquilaron una casa que hizo de oficina improvisada (famosamente caótica, con colchones en el suelo y cableado por todos lados) y recibieron la visita providencial de Peter Thiel, inversionista que en agosto de 2004 les otorgó US$500.000 a cambio del 10% de la compañía, valorando a Facebook en 5 millones de dólares en aquel entonces. Ese fue el salto definitivo: con fondos de venture capital, Facebook pudo contratar a sus primeros ingenieros formales y escalar rápidamente.
Para 2005, Facebook (ya sin el "The") había dejado de ser solo cosa de universitarios: abrió primero a estudiantes de secundaria y luego, en 2006, al público general. Los caminos de los amigos fundadores tomaron rumbos distintos en esos años: Eduardo Saverin tuvo roces con Zuckerberg y salió de la empresa en 2005 (más tarde alcanzó un acuerdo legal quedándose con un pequeño porcentaje, hoy multimillonario). Hughes dejó Facebook en 2007 para trabajar en la campaña presidencial de Barack Obama, aportando su expertise en redes sociales. Moskovitz, considerado el "código humano" por su capacidad de programar maratónicamente, permaneció hasta 2008 y luego fundó Asana, otra exitosa empresa tecnológica. Mark Zuckerberg quedó como el único fundador activo cuando Facebook dio su primer gran paso financiero en 2012 al salir a la bolsa, convirtiendo a todos los early founders en jóvenes extremadamente ricos.
En la actualidad, Facebook es parte de Meta Platforms, el conglomerado que Zuckerberg creó en 2021 al reorientar la compañía hacia el metaverso y otras tecnologías emergentes. Sin embargo, la red social original sigue siendo su buque insignia: alrededor de 3.000 millones de personas la usan mensualmente, lo que la convierte en la plataforma social más grande del mundo. Meta, la empresa matriz, vale cerca de US$1,8 billones en el mercado en 2025, situándose entre las 10 corporaciones más valiosas del planeta. Además de Facebook, el imperio de Zuckerberg incluye a Instagram, WhatsApp y Oculus (realidad virtual).
Mark Zuckerberg, a sus 41 años, continúa como CEO de Meta y uno de los hombres más ricos del mundo (patrimonio estimado en US$242,1 mil millones). En contraste, sus amigos fundadores han seguido distintos caminos: Saverin vive en Singapur dedicado a invertir en startups; Moskovitz dirige Asana y apoya causas filantrópicas junto a su esposa; Hughes se ha volcado a la escritura y el activismo por la regulación de las big tech; y McCollum lidera una empresa de streaming.
Si bien Facebook enfrentó polémicas (desde la privacidad hasta la desinformación) en su travesía, su éxito como negocio es innegable. En 2025, los ingresos anuales de Meta rondan los US$170.000 millones, impulsados principalmente por la publicidad digital. Pocas empresas han tenido un impacto tan profundo en la sociedad en tan poco tiempo. Aquellos estudiantes de Harvard difícilmente imaginaron que en dos décadas su creación conectaría al 40% de la humanidad y redefiniría las relaciones sociales. La historia de Facebook es un recordatorio poderoso de cómo un grupo de amigos emprendedores -con iniciativa, algo de osadía y código escrito en madrugadas- logró "hacer un mundo más conectado", cumpliendo (y a veces complicando) el viejo sueño de llevar la amistad al terreno global de los negocios.