La presencia de Robert C. Merton en la Quinta de Olivos dejó algo más que una foto con el Presidente. El coautor del modelo Black-Scholes, referente mundial de las finanzas cuantitativas y ganador del Nobel de Economía en 1997, ofreció una señal que en el Gobierno interpretan como valiosa: "La Argentina dio un primer paso y eso es alentador". Una frase breve, pero significativa para una administración que intenta transmitir que el plan económico no sólo tiene convicción política, sino fundamento técnico.
Merton ya venía siguiendo el caso argentino desde su exposición en el MIT, invitado por el viceministro José Luis Daza. La reunión en Buenos Aires profundizó ese canal. Para el mercado, su visita suma un componente intangible pero relevante: legitimidad.
En un contexto de deuda elevada, riesgo país persistente y un esquema fiscal de alta sensibilidad social, cualquier respaldo académico de peso contribuye a tratar de despejar dudas sobre la consistencia del rumbo. Sin embargo, el Nobel evitó los entusiasmos fáciles. En diálogo con Infobae, recordó que "ningún modelo refleja totalmente la complejidad de la realidad... todos pueden fallar o no cumplir con las expectativas". La advertencia opera como un recordatorio clásico de su campo: no hay garantía de éxito cuando las condiciones macro son frágiles y las reformas enfrentan costos políticos inmediatos.

Uno de los puntos donde introdujo mayor cautela fue el sistema previsional. Señaló la necesidad de estructuras flexibles, con múltiples componentes que permitan sostener la protección social en escenarios demográficos cambiantes. Traducido a la discusión local, implica que la Argentina deberá encarar una reingeniería del sistema jubilatorio si busca estabilidad fiscal de largo plazo.
La visita también fue leída por analistas como un guiño hacia afuera. La administración de Milei necesita nutrirse de legitimidad internacional para abrir mercados, negociar financiamiento y sostener el proceso de desregulación.
En ese plano, que uno de los economistas más influyentes del mundo muestre interés explícito en el rumbo argentino no es meramente simbólico: funciona como un activo reputacional que puede incidir en percepciones de riesgo.
La lectura final es doble. Por un lado, el Gobierno obtiene una cuota de validación técnica en un momento en el que debe demostrar que el plan va más allá de la retórica. Por el otro, Merton instala prudencia: los primeros pasos pueden ser alentadores, pero el resultado dependerá de cómo se gestionen las próximas etapas, especialmente en un contexto donde el mercado financiero premia la coherencia, no las promesas.