Pancho Barreiro Editor LifeStyle
La inscripción de la cocina italiana en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO convierte un hecho cotidiano en una pieza de historia eterna. La decisión no premia únicamente recetas. Reconoce un sistema complejo de prácticas, rituales, saberes y afectos que organizan la vida social alrededor de la comida. La Unesco destacó ese entramado como "un modelo de identidad sociocultural" capaz de transmitir valores, técnicas y memoria entre generaciones.
El reconocimiento adquiere significado doble cuando se mira desde Argentina. Aquí, la cocina italiana no es un fenómeno importado que llegó con platos aislados. Es el tejido mismo de muchas mesas familiares, la sonoridad de apellidos, la semilla de costumbres que se reinventaron.
Los millones de italianos que desembarcaron en estas tierras dejaron huellas que hoy se leen en rituales domésticos y en clásicas propuestas de restaurantes. Esa impronta explica por qué la noticia no sólo resuena en Roma, sino en cada barrio de Buenos Aires y provincias de todo el país donde la pasta y la pizza forman parte del paisaje gastronómico y simbólico.
El valor patrimonial que subraya la Unesco mira tres dimensiones que aquí son tangibles. La primera es la transmisión intergeneracional: recetas, técnicas y "pequeños secretos" que pasan de padres a hijos en un gesto cotidiano y persistente. La segunda es la relación con el territorio y las materias primas: el uso estacional del producto, el respeto por las materias primas y la valorización de productos locales como el tomate, el aceite de oliva y los quesos. La tercera es la convivialidad: el acto de sentarse a la mesa como rito de socialidad que estructura afectos y memoria colectiva. Estas tres aristas aparecen como hilo conductor en la candidatura que Italia presentó ante la UNESCO y que ahora obtiene aval internacional.
Orgullo con herencia nacional
En Buenos Aires, ese impacto se vive con una mezcla de orgullo y confirmación. Desde La Parolaccia, lo resumen como un "reconocimiento que constituye una validación de la cocina italiana como un pilar fundamental de la identidad cultural de la nación". Para ellos, la distinción no celebra recetas, sino un sistema de valores transmitidos entre generaciones. Y aunque reconocen que en el restaurante con 37 años de historia, la influencia práctica será menor, sí anticipan algo más profundo: una reafirmación simbólica que fortalecerá la búsqueda de autenticidad y tradición.
Esa idea de "patrimonio vivo" aparece también en la mirada del chef italiano Sebastián Raggiante, nacido en Bolonia y dueño de Raggio Osteria, para quien la declaración llega en el momento justo. "Es un fenómeno mundial que ha demostrado ser inmortal. Esta tradición no se pierde, al contrario: se expande y genera más versiones de esos primeros platos", explica.
Su lectura se apoya en el recorrido histórico de esta cocina, pero también en una tendencia actual: un renacimiento del interés por los sabores originales. "En los últimos cuatro o cinco años la gente está redescubriendo la cocina italiana auténtica. Este anuncio no hace más que potenciar ese crecimiento", remarcó Sebastián Raggiante.
Ese vínculo entre memoria y vigencia también lo subraya Gastón Caretti, director gastronómico del grupo Sottovoce, al destacar que el verdadero argumento para la distinción no está en la sofisticación, sino en la permanencia. "La justificación está en el tiempo y en las personas. Es una tradición que no se pierde, que no queda en la nada. Los platos se siguen haciendo y se expanden, enriqueciendo otras culturas". Para él, el impacto en Argentina es inevitable: "Crecimos con esto. Está arraigado en nuestros genes de concepción. Vivimos y respiramos un poquito de esa gastronomía italiana en cada momento de nuestra vida".
Desde una mirada más directa sobre el futuro, Leonardo Fumarola, chef y dueño de L'Adesso, aporta un punto que aparece cada vez más en el sector: la distinción actuará como un filtro. "La gente va a empezar a entender cuáles son los restaurantes que hacen auténtica cocina italiana y cuáles hacen una mala copia", afirma. Según él, el reconocimiento no sólo celebra una tradición, sino que obliga a sostenerla con rigor y responsabilidad.
Y ese es el nuevo escenario que abre el aval de la UNESCO: una oportunidad para que Argentina reafirme su vínculo histórico con la cocina italiana, pero también un llamado a profundizar la autenticidad, el respeto por las técnicas y el valor cultural de una tradición que sigue viva en cada mesa familiar.