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La infraestructura que necesita América Latina para dejar atrás el efectivo

Agustín Parodi Chief Business Officer de Geopagos

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26 Agosto de 2025 07.28

En América Latina, hablar de pagos digitales es hablar de inclusión, transparencia, seguridad y, sobre todo, de cómo podemos dejar atrás una dependencia del efectivo que nos mantiene atados a la informalidad y a la ineficiencia. Según el BID, casi la mitad de la economía de la región se mueve fuera del sistema financiero formal y más del 40% de las transacciones aún se realizan en efectivo.

Si bien los pagos digitales crecen entre un 20% y un 30% anual, en muchos mercados el billete sigue siendo rey. En Argentina, por ejemplo, cerca del 40% de los comercios todavía no acepta pagos electrónicos de manera consistente. El futuro ya llegó, pero no llega parejo.

La paradoja es evidente: tenemos consumidores cada vez más digitales —el 70% compra por más de un canal y el 60% elige dónde comprar según la flexibilidad de pagos—, pero al mismo tiempo miles de comercios siguen sin las herramientas necesarias para atenderlos. El resultado es un ecosistema que avanza, sí, pero con el freno de mano puesto.

Superar esta brecha exige compromisos de corto y mediano plazo. Hace falta arquitecturas robustas, interoperabilidades y dispositivos accesibles según la necesidad de los clientes. Los SmartPOS, por ejemplo, no son simplemente un terminal más moderno: son la evolución del punto de venta físico. Integran la caja con los cobros, ofrecen una visión unificada de las ventas, generan reportes en tiempo real, administración de stock lo que permite al comerciante profesionalizarse. Cuando un comercio pequeño de barrio puede tener la misma calidad de gestión que una gran cadena, ahí empieza la verdadera inclusión financiera y se evidencia los beneficios de la tecnología.

Pero la transformación no termina en la tienda física. Los clientes esperan poder pagar online desde una app o con un link de pago  con la misma fluidez que en el mostrador. El desafío es que la experiencia sea consistente, sin fricciones y segura sin importar el canal. La omnicanalidad dejó de ser un concepto teórico para convertirse en una condición básica para competir en un mercado donde el consumidor exige cada vez más.

Ahora bien, regionalizar la infraestructura no significa la existencia de un modelo único. América Latina es tan diversa como compleja: distintas regulaciones, distintos niveles de bancarización, distintos usos y costumbres de consumo. La clave está en combinar la escala regional con la personalización local. Es decir, construir soluciones que funcionen en más de un país, pero que a la vez respeten las particularidades de cada mercado. Sin ese equilibrio, cualquier promesa de inclusión se pierde.

La verdadera batalla no es solo tecnológica, sino también cultural. Para ganarle al billete físico, las experiencias digitales deben ser superiores: más fáciles, más seguras y más convenientes. Y eso solo se logra con una infraestructura que permita a todos —desde un profesional independiente hasta una cadena de supermercados— vender y cobrar de la manera que sus clientes esperan.

La digitalización de los pagos en América Latina es una oportunidad histórica. Puede transformar negocios, profesionalizar pymes, reducir la informalidad y darle a millones de personas acceso a servicios financieros de calidad. Pero para que esto suceda necesitamos decisiones firmes: acelerar la construcción de infraestructura regional, apostar a la omnicanalidad como estándar y poner al cliente —no a la tecnología— en el centro.

América Latina tiene todo para dar ese salto.

 

*Agustín Parodi, Chief Business Officer de Geopagos
 

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