Panorama Forbes: Lidiar con el riesgo geopolítico, la nueva clave en los negocios
Los jefes de Estado y los CEOs buscan mitigar los riesgos que la guerra en Ucrania generó para sus países y empresas, al tiempo que intentan maximizar oportunidades. La neutralidad china llegó a sus multinacionales.

La geopolítica llegó para quedarse. La guerra en Ucrania y su incidencia en las crisis energética y alimentaria, la pandemia, los cuellos de botella en las cadenas de suministros, y la competencia entre Estados Unidos y China genera tantas implicancias en el mundo que ningún jefe de Estado ni tampoco ningún CEO de una multinacional puede perder de vista las dinámicas que alteran y transforman el tablero global. En ese escenario, se ciernen las principales amenazas y se imaginan las incipientes oportunidades de un orden internacional en crisis y en transición.

El alza de los precios del gas y el petróleo, tras la invasión rusa a Ucrania, indica que durante demasiado tiempo los Gobiernos descuidaron un elemento central a la hora de diseñar políticas energéticas. Si bien su función primaria es garantizar la provisión de energía a hogares e industrias, quedó claro que además de su impacto fiscal y medioambiental, cada Estado debe calcular las vulnerabilidades geopolíticas detrás de la política energética que elige implementar. 

petroleo y dinero

Cuando Europa amaneció el 24 de febrero, descubrió cómo el sueño de una interdependencia armoniosa podía convertirse en segundos en una pesadilla. Dependiente de Rusia para aprovisionarse de energía (el 40% de la que consume proviene de ese país) como del paraguas protector de Estados Unidos en términos de seguridad, supo que la autonomía estratégica pertenecía más al terreno de las ideas que al de la realidad. Un boicot energético a Rusia afectaría a sus industrias y hogares y, para implementarlo, tendría que importar más Gas Natural Licuado (GNL) de Estados Unidos, profundizando su dependencia con ese país, o de Qatar, que tiene un récord cuestionable en materia de derechos humanos. 

Argentina, en tanto, se topa con sus propias imprevisiones estratégicas. Las demoradas inversiones en infraestructura obligan a importar barcos con GNL que hoy tienen un costo astronómico para las arcas del Banco Central. ¡Cuánta falta nos hace ahora una red de gasoductos y oleoductos desde Vaca Muerta, además de una planta de licuefacción de gas! Garantizar la seguridad energética del país es un imperativo tanto estratégico como macroeconómico. Invertir en ello es como comprar un paraguas un día soleado: puede que no lo usemos hoy, pero cuando llueva lo vamos a necesitar.

Oil & Gas

En la exposición Argentina Oil&Gas 2022 (AOG), el evento más importante de la industria hidrocarburífera que organizó el Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG), los CEOs de las petroleras que operan en Vaca Muerta coincidieron que aunque el corto plazo es apremiante, Argentina podría exportar 500 mil barriles diarios de petróleo en cinco años, mitigando o, en el mejor de los casos, revirtiendo la restricción externa que estrangula a la economía. Por su parte, producir y exportar más gas permitiría reducir la dependencia de Bolivia, que este año producirá menos volumen, lo que obligará a Argentina a buscar fuentes alternativas de suministro.

Otra oportunidad perdida

 

La guerra también está generando una crisis alimentaria global, ante la salida del mercado de las cosechas de trigo de Ucrania y Rusia y la escasez de fertilizantes. Así como miles de barriles de petróleo y de shale gas continúan en las profundidades de Vaca Muerta, Argentina no se autoabastece de fertilizantes pese a contar con abundantes yacimientos en Malargüe, Mendoza. En 2021, la importación de esos insumos totalizó US$ 2.280 millones.

Como explicó el internacionalista Esteban Actis, el país perdió la oportunidad de exportar 4.300 millones de toneladas de potasio, que también hubieran contribuido a mejorar la balanza de pagos.

El caso del potasio revela cómo una oportunidad perdida puede convertirse en una amenaza ante un cambio del escenario internacional. Los dirigentes argentinos debieran tomar nota: para ser menos vulnerables a shocks internacionales, ya sean financieros, monetarios o bélicos, hay que construir capacidades.

Neutralidad china hasta en los negocios

 

Para los CEOs de empresas con presencia en Rusia, la guerra en Ucrania fue un PhD acelerado en Relaciones Internacionales. Más de 450 compañías de capitales estadounidenses y europeos dejaron el país o suspendieron sus operaciones en el último mes. 

Más interesante que ver quiénes se van, es observar quiénes se quedan: Huawei, Alibaba, Tencent y Xiaomi son algunas de las firmas chinas que no se sumaron al boicot corporativo. En una reunión con empresarios chinos en Moscú, el embajador Zhang Hanhui pidió que sus empresas “llenen el vacío” en el mercado ruso y aprovechen la salida de competidores occidentales.

Huawei

La neutralidad de China va más allá de Ucrania y Rusia. Directivos de multinacionales chinas que operan en Argentina recibieron la instrucción de no opinar sobre la guerra. “Yo no puedo salir con la bandera de Ucrania”, le explicó un hombre de negocios a Forbes Argentina

El riesgo geopolítico, el nuevo business as usual para empresas y Estados

 

En su último texto en Project-Syndicate, Dani Rodrik, profesor de Política Económica Internacional de la Universidad de Harvard, consideró que estamos dejando atrás un orden internacional que descansaba en la prosperidad como reaseguro para mitigar conflictos. La hiperglobalización dejó paso a una globalización de riesgos, donde la competencia geopolítica es el nuevo eje en torno al cual se comportarían Estados y empresas. “Mientras que los autores de la narrativa del antiguo orden fueron los economistas partidarios del libre mercado, serán los realistas geopolíticos quienes darán forma al orden entrante”, sostiene Rodrik.

Geopolítica

Un dato mitiga ese razonamiento. Hoy no hay un desacople entre las principales economías del mundo, Estados Unidos y China. A ambos lados del Pacífico hay demasiados intereses económicos, de grandes bancos, fondos de inversión y big techs, que hacen que la interdependencia se doble, pero no se rompa. 

Interpretar correctamente ese doblez es una cuestión vital para Estados y empresas. Lidiar con el riesgo geopolítico es el nuevo business as usual del orden internacional.