En el escenario de la genética vegetal mundial, el apellido Stine es sinónimo de innovación. Desde su origen en Iowa, Estados Unidos, Stine Seed Company se consolidó como el semillero privado más grande del mundo. Hoy, Myron Stine al frente de la segunda generación de una familia pionera junto a su padre, Harry Stine, CEO y fundador, lidera esta operación con presencia en más de 50 países, y que tiene en la Argentina un particular interés en ganar mayor participación de mercado en pocos años, en un nuevo marco económico y de negocios.
La compañía es reconocida por haber sentado bases indiscutibles en la industria, como ser responsable de la primera soja patentada y la primera Roundup Ready del mundo, y por poseer el mayor banco de germoplasma del planeta, tanto convencional como biotecnológico, testeando anualmente 200 mil variedades de soja. Esta infraestructura genética, que cuenta con más de 900 patentes registradas, 750 de ellas en soja, y cuya base germoplásmica se encuentra en el 50% de la soja que se produce a nivel global, es la que Myron Stine puso en perspectiva durante su reciente visita a la Argentina.
"El productor argentino está ante una gran oportunidad para aprovechar los avances en genética y manejo", afirmó Stine en su charla con Forbes, en un momento de su viaje al país por poco menos de 72 horas, y ofreciendo una mirada estratégica sobre un escenario que comienza a mostrar señales de mayor estabilidad institucional. Es que la visita se dio en un contexto de renovado entusiasmo en el sector agropecuario, con expectativas de mejora macroeconómica y un ciclo climático que se vislumbra más favorable.
Para el ejecutivo, estas condiciones se potencian al apalancarse con tecnología de punta. "El productor argentino demostró una enorme capacidad de adaptación y resiliencia; lo que viene puede ser una etapa de crecimiento si se apalanca con tecnología y decisiones estratégicas", señaló. Si bien Stine Seed Company ya opera activamente en la Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Estados Unidos, Canadá, gran parte de Europa y China, el foco en la Argentina es particular.
En este marco de renovada cooperación, la visita de Myron Stine coincidió estratégicamente con el anuncio de un marco de entendimiento bilateral entre la Argentina y Estados Unidos para avanzar en un Acuerdo de Comercio e Inversión Recíproca. Más allá de facilitar el flujo de bienes agrícolas, el acuerdo tiene el potencial de armonizar estándares regulatorios y, crucialmente, garantizar entornos seguros para la inversión. Al respecto, Stine subrayó el valor de esta estabilidad: "Las decisiones que se tomen hoy pueden marcar la diferencia en la competitividad del mañana".
Esta visión resalta que el comercio global de soja no se limita a flujos físicos de grano, sino que requiere un reconocimiento de derechos sobre eventos biotecnológicos y variedades vegetales, siendo esta una condición sine qua non para atraer la mejor genética de punta al país. "Argentina y nosotros estamos dispuestos a traer cada vez más tecnología para que el productor agropecuario que se dedica a las hojas sea más productivo cada año", aseguró al valorar el nuevo contexto institucional.
Desde hace más de dos décadas, la empresa tiene presencia en el país y, desde 2017, consolidó su propio programa de investigación y desarrollo, lo que le permitió lanzar sus variedades bajo marca propia en 2019. En estos cinco años desde el lanzamiento, el portafolio creció significativamente hasta cubrir grupos de madurez del 2 al 7.8, un logro impulsado por Stine 360. Esta red es una conexión genética y operativa que enlaza a la Argentina con Estados Unidos, Brasil y Guyana, asegurando que la tecnología esté disponible para el productor. La presencia de la firma en todo el territorio se garantiza a través de una red de más de 55 distribuidores, los "Stiners", aliados en expandir la las biotecnologías Enlist y Conkesta E3.
Así, hoy Stine se presenta como la única empresa propietaria de genética y biotecnología en soja en el país. El presidente de la firma fue enfático al describir que la seguridad jurídica es lo que puede impulsar la inversión en el desarrollo de sus híbridos de maíz y variedades de soja adaptadas al territorio argentino. "La Argentina ha dado pasos para lo que es la protección de propiedad intelectual. Y eso fue absolutamente determinante para que empecemos a desarrollar ciertas líneas de soja. Específicamente hechas para el territorio argentino. También tenemos oportunidades en maíz," detalló Stine, quien insiste en que la protección de la inversión en tecnología es el factor más determinante para el negocio.
"Básicamente el hecho de que desde el país haya un interés y un foco en mejorar las condiciones de protección de propiedad intelectual, ahí, ya tenemos una gran diferencia. O sea, el foco del negocio en lo que refiere a la Argentina está determinado por el nivel de protección de propiedad intelectual", subrayó, sin olvidar que el sector tiene otra mirada puesta también en la discusión de la ley de semillas, un debate que se trasladó al Congreso y que se espera pueda dar un mayor respaldo a las inversiones de grandes compañías del exterior para aportar al campo argentino innovación para recuperar terreno perdido en los últimos años frente a otras potencias agropecuarias, tal el caso más cercano de Brasil.
Un ejemplo de esta dinámica es la introducción de la plataforma Enlist E3 en soja, que ofrece un control de malezas superior. "Eso es un ejemplo concreto de cómo nosotros estamos llevando a cabo esa tecnología porque hay un sistema de protección de la propiedad intelectual. Eso es un ejemplo específico del progreso que la Argentina está haciendo", afirmó. La compañía está invirtiendo tiempo y recursos en mejorar el portafolio de híbridos y líneas que presenta al mercado local. Esto incluye el testeo de productos desarrollados para Estados Unidos en la Argentina, aprovechando la contraestación.
La empresa tiene en sus objetivos de corto plazo, en unos cuatro años, duplicar la participación de mercado en el rubro soja, en el que la campaña cerró con poco más de 17 millones de toneladas de soja cultivada, y en maíz con casi 8 millones de hectáreas para la misma temporada. Pero el punto que se vuelve a destacar es el nivel de legalidad, que mientras en Brasil alcanza el 85% del total del terreno trabajado, en la Argentina esa cifra se reduce a apenas el 40%, lo que habla también del potencial de crecimiento para Stein.
"Hay una intención y hay proyectos concretos que se están llevando adelante de trabajo conjunto. Por supuesto, cuanto más cercanas sean las relaciones comerciales entre los dos países, más va a fluir todo, pero vuelvo al mismo foco. Es absolutamente clave y determinante que la protección de la propiedad intelectual sea tratada porque eso sí es una limitante concreta", aseveró Stine, al repasar aspectos de común preocupación para varias industrias.
El ejecutivo insistió en que, si bien "la forma de producir entre la Argentina y Estados Unidos no presenta demasiadas diferencias, la protección de derechos actúa como una limitante real para el avance tecnológico de los productores argentinos. Ahí sí se va a ver un progreso importante en lo que son variedades. Si eres una compañía, no puedes ofrecer productos novedosos y mejores si no se protege la inversión que vos previamente hiciste en el desarrollo de esa tecnología", enfatizó.
Más allá de eso, hubo margen en los últimos años para avanzar. "Lo estamos haciendo también del mismo modo que en otras regiones, se están testeando productos que se desarrollan y que se venden en Estados Unidos, acá en la Argentina, en contraestación, o sea, hay una intención y hay proyectos concretos que se están llevando adelante de trabajo conjunto", lo que podrá marcar la antesala a un crecimiento exponencial cuando la marca pueda volcar todas sus capacidades en un contexto mas adecuado de negocios.
Para el líder de Stine, esto no solo beneficiaría a su empresa, sino "a todas las compañías de la Argentina", ya que el mejoramiento constante es la esencia misma de la productividad agrícola. "Los buenos programas de mejoramiento son el circuito sanguíneo de mejorar los híbridos, o sea, la tecnología va por ahí. Hay que traer permanentemente materiales nuevos y mejores para que el productor vea esa evolución. No se puede seguir usando germoplasma viejo, hay que siempre mejorar el germoplasma, pero bueno, eso va llevado de la mano de programas de mejoramiento y aplicación de tecnología en el material genético de base".
Durante su estadía en el país, Myron Stine recorrió zonas productivas clave, se reunió con la red de distribuidores y analizó resultados de campo. La conclusión del empresario fue una renovación del compromiso: "Estamos acá para quedarnos, crecer junto al productor y llevar al campo argentino la mejor genética para maximizar su beneficio económico" aseguró sobre el potencial que tiene el productor argentino en este nuevo ciclo de oportunidades.