En las últimas décadas, cada vez que subieron las tasas de interés en Estados Unidos, los inversores vendieron oro y compraron bonos del Tesoro para buscar un rendimiento mayor. Esa relación, que venía desde hace tiempo, se cortó en febrero de 2022. Fue cuando las autoridades financieras de Occidente congelaron los activos del banco central de Rusia, después de que el presidente Vladimir Putin ordenara la invasión a Ucrania.
"Esto fue una llamada de atención", dice Lina Thomas, estratega de materias primas en Goldman Sachs. "Los inversores tienen bonos del Tesoro o euros porque no presentan riesgo, pero si esos activos pueden ser congelados o confiscados por políticos extranjeros, entonces tenemos un problema", agrega.
Pero congelar activos no afecta solo a Rusia. "Imponer sanciones perjudica el sistema global", señala Thomas durante un seminario online organizado por la consultora de inversión energética Veriten. Ante la desconfianza de los inversores de que Estados Unidos logre controlar sus déficits de billones de dólares, los bonos del Tesoro dejaron de ser el refugio seguro de antes.
Por eso, otros bancos centrales del mundo también decidieron aumentar sus reservas de oro. Antes de 2022, los bancos centrales compraban unas 17 toneladas de oro por mes, según Thomas. Desde que empezó la guerra en Ucrania, ese promedio subió a 22 toneladas mensuales. Sin embargo, en lo que va del año, se disparó hasta unas 94 toneladas al mes.
China, el mayor productor de oro del mundo —que además restringe las exportaciones— quiere que el oro represente el 20 % de sus reservas. Rusia, que es el segundo productor y el principal exportador, mostró disposición a vender en medio del frenesí por el metal. Aunque gran parte de su oferta ahora se canaliza por países como Armenia y Kazajistán, que antes no exportaban oro.
La oleada de compras de oro por parte de los bancos centrales seguiría, al menos, dos años más. Para Goldman Sachs, esa demanda alcanza para empujar el precio hasta los US$ 4.000 por onza, lo que representaría un aumento de cerca del 30 % frente a los US$ 3.400 actuales.
Muchos bancos centrales guardan su oro en Suiza, que tiene gran capacidad para almacenarlo. A medida que sube el precio del oro, resulta más barato conservarlo. "Se puede alcanzar el 20 % de las reservas aumentando el volumen o cuando sube el valor nominal", aclara.
¿Se revertiría esta tendencia si se firmara la paz? No mucho, responde Thomas, quien hizo su tesis doctoral en Harvard sobre la historia del dólar como refugio. "Una vez que se cruza el Rubicón, es un poco difícil recuperarse", dice. Para ella, las asignaciones de oro van a quedar rígidas. Podrían pasar 20 años hasta que los grandes asignadores macroeconómicos recuperen la confianza como para volver a vender.
¿Y vender para qué? ¿Bitcoin? ¿Plata? ¿Petróleo?
Daan Struyven, codirector de investigación global de materias primas en Goldman Sachs, cree que el análisis riesgo-recompensa favorece al oro. Tanto el bitcoin como el oro subieron fuerte en los últimos tres años, y la oferta limitada de cada uno "inspira confianza a los inversores preocupados por una inflación descontrolada que podría causar el aumento agresivo de la oferta monetaria", señala.
El bitcoin es más volátil y más sensible a las caídas, y muestra una correlación mayor con las acciones tecnológicas. "Tanto el bitcoin como las acciones rinden bien cuando el sentimiento de riesgo es positivo", dice Struyven.
Por eso, si la idea es protegerse ante una baja en la bolsa, "la menor correlación y la menor volatilidad implican una asignación positiva bastante significativa al oro", sostiene.
Es poco probable que los mineros encuentren de golpe nuevas minas grandes. Las buenas reservas ya se agotaron, y explorar más lleva tiempo. Cada año, los mineros suman cerca del 1 % al total de oro en circulación.
Sobre el petróleo, en Goldman Sachs esperan que el West Texas Intermediate baje hasta unos US$ 50 por barril hacia mediados de 2026, en un contexto donde la oferta crecería más rápido que la demanda.
¿Por qué no optar por la plata? Thomas da tres motivos. Primero, la plata se deslustra con el tiempo y se degrada, mientras que el oro mantiene su forma. Segundo, el oro es mucho más escaso y vale cien veces más por libra. Esto permite mover miles de millones de dólares en lingotes dentro de una valija, en vez de necesitar una caravana de remolques para trasladar el mismo valor en plata. Y tercero, los bancos centrales no muestran interés en tener plata. El FMI no la reconoce como activo de reserva y no aparece en los balances de ningún banco central moderno. La plata funciona más como un metal industrial y, como su demanda depende del ciclo económico —por su uso en paneles solares, electrónica y otros sectores—, no sirve como resguardo en épocas de recesión.
El mercado del oro representa apenas el 0,5 % del valor del mercado accionario, dice Thomas. Por eso, incluso un leve cambio en la asignación puede generar un impacto muy fuerte. Para los bancos centrales, cuanto más suba el precio del oro, más sencillo será guardarlo: necesitarán menos onzas para alcanzar una participación del 20 % medida en dólares.
¿Todavía no te cierra esta "reliquia bárbara"? Simple: comprá acciones de primera línea. Medido en gramos de oro, el S&P 500 cayó un 30 % desde 2022, y hoy ronda los 58 gramos.
*Con información de Forbes US.